La esposa de Felipe González busca un comensal para no ser trece en la mesa de Nochebuena
David y María se mueven continuamente en torno al nacimiento, mientras Pablo, el mayor de los hijos de Felipe González, muestra ya la suficiente cordura como para estar harto de posar reiteradamente ante las figuritas del belén. El papá Noel de la sede del partido socialista le regaló a María una muñeca de trapo, a la que ella llama Alicia y cambia continuamente de peinado con una cinta granate. Es el último de sus juguetes favoritos, a la espera de ese maquillaje de Davinia que les ha pedido a los Reyes. Y, por si alguien no sabe en qué consiste, explica, con sus cuatro años, que se trata de "la cabeza de una niña mayor que no tiene cuerpo". Una ventaja: con ese maquillaje "me puedo pintar las uñas". No lo dice en broma María, porque ha intentado pintarse los labios para las fotos y su madre ha tenido que convencerla de que "iba a ponerse churretosa".
Esta Nochebuena será la primera que Felipe González y Carmen Romero organicen en su casa. Otros años iban a casa de los padres de alguno de ellos, en Sevilla, pero ahora el presidente del Gobierno no tiene aún organizados los desplazamientos. A la mesa de mármol con mantelitos individuales -"yo no voy a sacar mantelerías de hilo ni dar un tono especial en lo externo", dice Carmen Romero, que se plantea una celebración sencilla, porque "no le he dado mucha importancia en mi vida"- acompañarán a los González Javier, un hermano de Carmen, que es aparejador, con su mujer y otra hermana, Mariángel, que estudió Bellas Artes y estará con su marido, además de los cuatro hijos de ambos matrimonios.Son seis personas mayores y siete niños y el número de trece comensales, que cenarán consomé y pavo, hace decir a la nueva inquilina de La Moncloa que "¡Mala pata! Procuraremos meter a alguien más". A Carmen Romero le gustaría intentar romper el posible mal fario con "algún amigo, aunque también querría pasar la noche con el máximo de familia". Pero, de tener que elegir una persona, traería a su abuela, "porque yo tengo abuela; tiene noventa y tantos años y vive en Cádiz". Los otros dos hermanos de Carmen se quedarán en Sevilla, con sus padres, que, al igual que el padre de Felipe González, no han querido desplazarse, "porque los viejos le temen al frío".
La Nochebuena tendrá en La Moncloa la consideración de fiesta tradicional. Para Carmen Romero siempre fue "un símbolo de fraternidad y amistad", aunque comprende que "para ciertas personas tiene un significado más profundo". Dentro de esta tradición, la familia González tiene en el jardín un árbol grande, decorado por el Ayuntamiento de Madrid -a Carmen le gusta que esté ahí y le parece "una barbaridad, una costumbre que tendría que ir desapareciendo" lo de cortar pinos, que daña la Naturaleza- y un belén, que Pablo, David y María han colocado en una salita del primer piso. La esposa de Felipe González cuenta cómo los chavales cogieron el musgo en el jardín y colocaron las plantas y la nieve, pero David, con la espontaneidad con que los niños revientan las versiones de los mayores, confiesa que el armazón lo pusieron los señores de unos grandes almacenes.
Tampoco faltarán los villancicos. "En mi casa siempre los hemos cantado, los niños y nosotros". Carmen Romero recuerda las Navidades en casa de su cuñada Lola, en Sevilla, y los villancicos de cántaro y alpargata y explica, como si lo estuviera viviendo, que "le das al cántaro con la alpargata y claro que suena, como la botella de anís con el tenedor, la pandereta y la zambomba". Tiene, quizá, un punto de nostalgia: "Aquello se pasó; este año no tene dremos instrumentos populares".
En La Moncloa se han recibido muchas felicitaciones y la esposa del presidente del Gobierno comenta "las de la gente más sencilla, que apenas sí sabe escribir y te desea toda la suerte del mundo. Nosotros tenemos ahora más de lo que necesitamos, pero la gente que te desea suerte es justo la que más la necesita; y su suerte depende del trabajo que hagamos nosotros".
Ni Felipe González ni su mujer, preguntados por separado, saben qué regalarán al otro. El matrimonio no se ha hecho regalos en estas ocasiones. Algún detalle "simbólico, de broma" comprado por Carmen a Felipe y comprensión hacia él, "porque no ha hecho una vida normal y pedirle que se acuerde de esas cosas me parece demasiado". La esposa del presidente quizá opte por regalar a su marido algún libro, ya que "ahora le he tenido que comprar bastante ropa por las necesidades que tiene". Dice que le "aterra salir en estas fechas, en las que se compra lo que menos se necesita y se gasta uno más dinero", aunque tendrá que "echar una tarde" para encargar a papá Noel y a los Reyes la escopeta de balines y el futbolín de David, el láser 2.000 y el Porsche de Pablo 3, las peticiones de María: el hada buena, la bruja traviesa y los enanitos con barba.
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