El Gobierno y los diputados, retenidos en el Congreso
La votación nominal, por llamamiento, se había iniciado poco después de las seis de la tarde por el diputado centrista José Manuel García Margallo. Cuando el secretario primero de la Cámara, Víctor Carrascal, había llamado para votar a unos ochenta diputados, varios de los ujieres que mantenían las puertas cerradas, entraron en el hemiciclo gritando «fuego, fuego». Uno de los letrados de la Cámara, que se sentaba junto a los miembros de la Mesa, creyendo seguramente que se trataba de un incendio, recomendó calma a los diputados.Inmediatamente después, varios guardias civiles, la mayoría con uniforme de campaña, irrumpieron en el hemiciclo y pidieron a los presentes que no se moviera nadie. El teniente coronel José Antonio Tejero se dirigió al presidente de la Cámara, Landelino Lavilla, y le encañonó. Otros miembros de la Guardia Civil se dirigieron a las tribunas de los fotógrafos y a las cámaras de televisión, ordenándoles que no tomaron imágenes. Alguno de ellos acompañaba sus indicaciones con la acción de montar el arma. También las tribunas de público y de Prensa fueron inmediatamente controladas por los asaltantes.
Desde el primer momento, los guardias civiles y las personas de paisano que actuaban junto a ellos, también armadas, recomendaron calma a los presentes y aseguraban que no iba a pasar nada. Cuando tuvieron controlado el hemiciclo conminaron a diputados, público y periodistas a que se arrojaran al suelo y no se moviera nadie. Inmediatamente sonaron varios disparos, cuyos impactos eran bien visibles en el techo de la sala, a poca distancia de la vidriera que hay sobre el hemiciclo.
Resistencia del teniente general Gutiérrez Mellado
En los primeros momentos, la única actitud de resistencia a los asaltantes la protagonizó el vicepresidente primero del Gobierno, teniente general Manuel Gutiérrez Mellado, quien se dirigió a los asaltantes, haciendo valer su graduación y su cargo. Los guardias civiles no atendieron sus órdenes y, en algún momento, el teniente general Gutiérrez Mellado fue empujado. Adolfo Suárez, que permanecía a la cabeza del banco azul, y otros miembros del Gobierno trataron de contener al vicepresidente primero y lograron que ocupara su lugar, junto al resto del Gobierno en funciones.
Se sucedieron unos minutos de gran tensión, con todos los diputados y demás personas presentes tendidos en el suelo y sin que se produjeran nuevos hechos que pudieran arrojar luz sobre lo que estaba ocurriendo y lo que podría suceder en los instantes siguientes. El guardia civil que vigilaba la tribuna de Prensa insistía en recomendar calma. «No va a pasar nada. Esto no es contra vosotros, ni contra nadie, sino contra el sistema», al tiempo que aseguraba que no tenía el arma montada, para tranquilizar a quienes le pedían precaución con el subfusil que portaba. «No se pongan nerviosos, no se preocupen, no pasa nada», insistía.
Pasados estos primeros minutos, un oficial de la Guardia Civil subió al podio de oradores de la Cámara y recomendó a todos tranquilidad, al tiempo que anunció: « Dentro de un cuarto de hora, o veinte minutos, o quizá algo más, vendrá aquí la autoridad competente, que dirá lo que va a pasar. Por supuesto, la autoridad será militar».
Sagaseta, asistido por un médico
A continuación, se permitió a todos sentarse, pero con las manos visibles, y fumar. Algunos ujieres llevaron agua a quienes la solicitaron. Restablecida cierta calma, comenzaron a detectarse indisposiciones de algunos de los presentes. El diputado Fernando Sagaseta requirió los servicios de un médico, pero al encontrarse el de la Cámara, doctor Pinto, en la tribuna de Prensa, y estar cerrada la puerta de salida, no pudo atenderle en un primer momento. El diputado socialista Donato Fuejo manifestó su condición de médico y seguidamente acudió a prestar auxilio al parlamentario canario fuera de la sala.
Otras personas, entre ellas varios taquígrafos, que permanecían en su mesa de trabajo, situada en el centro del hemiciclo, hubieron de ser acompañadas por algunos ujieres para ser asimismo atendidas. La noticia de que alguna persona había resultado afectada por el rebote de las balas disparadas contra el techo, aunque circuló entre los presentes, no pudo ser confirmada.
A las 18.55 horas, el presidente del Gobierno en funciones, Adolfo Suárez, que había permanecido sentado sin alterarse externamente, se levantó de la cabecera del banco azul y apeló a su condición, todavía, de presidente del Gobierno y depositario de la legitimidad popular. Suárez intentó dialogar con algún mando de las fuerzas ocupantes. Algunos de los guardias civiles le ordenaron callar, y uno de ellos le gritó, desde una de las tribunas: «A ver si vas a ser tú más bonito que los demás». Suárez fue cogido de los brazos por varios guardias civiles y conducido fuera de la sala, seguido por un miembro de su escolta, que desde los primeros momentos había acudido a sentarse en la escalera, junto a Suárez.
El presidente del Consejo de Estado y antiguo portavoz del grupo centrista, Antonio Jiménez Blanco, entre la sorpresa de los presentes, dada su no pertenencia actual a la Cámara, se personó en el palacio del Congreso. Al parecer, había escuchado por la radio la noticia de la ocupación y quiso acompañar a sus antiguos colegas parlamentarios. Se sentó en una escalera, junto al escaño de su sucesor, Miguel Herrero.
Gestos de protesta de Fraga
Los diputados permanecían en sus asientos, con las manos visibles y en posición más crispada en los primeros momentos, y más tarde menos tensa aparentemente. Muchos de ellos fumaban y todos se mantenían expectantes, reflejando en sus rostros la preocupación.
Suárez y Gutiérrez Mellado trataron de enfrentarse con los guardias civiles
Un guardia civil intercambió unas palabras con el diputado de Coalición Democrática, Manuel Fraga, quien hizo ostensibles ademanes negativos con la cabeza. En un escaño próximo al de Fraga, Blas Piñar permaneció quieto en su sitio, con gesto serio.En la tribuna de Prensa permanecía funcionando en el suelo un aparato de radio, perteneciente a un redactor de la cadena SER, a través del cual comenzó a escucharse música clásica, que una voz interrumpió desde la sede central de Radio Madrid, tratando de recabar información sobre lo que estaba ocurriendo en el Congreso, información que el citado redactor no podía dar porque el guardia civil que vigilaba la tribuna le había exigido absoluto silencio. Igualmente, una cámara de televisión que permanecía con el piloto rojo encendido y enfocada hacia la sala, fue girada hacia el suelo de la tribuna por uno de los asaltantes, vestido de paisano y armado con una metralleta, que desempeñaba, sin duda, un cierto papel importante en la operación, porque daba órdenes en voz alta y, al parecer, eran atendidas.Sobre las 19.15 horas comenzó a permitirse la salida del público y, más tarde, de los periodistas. Entre el público figuraba el presidente del Senado, Cecilio Valverde.El resto de las dependencias del Congreso estaban también ocupadas por los asaltantes. Al abandonar el palacio, los periodistas pudieron contemplar, amontonadas junto a la puerta giratoria de acceso a los pasillos centrales, numerosas pistolas, sin duda pertenecientes a los funcionarios de escolta y de seguridad de la Cámara y de las personalidades del Gobierno y del Congreso.
En los alrededores del palacio del Congreso se encontraban estacionados varios autocares de la Guardia Civil y de una empresa privada denominada Larrea. Los accesos desde las calles próximas estaban cortados y controlados por miembros de la Guardia Civil, mientras los de la Policía Nacional aparecían desarmados. Tanto algunos de ellos como numerosas personas que se agolpaban en los cinturones de control pedían información sobre lo ocurrido dentro del palacio del Congreso. En la plaza de Neptuno, muy próxima, ondeaba todavía una pancarta de las Juventudes Comunistas que reclamaba un «Gobierno de progreso».Tras los primeros momentos, algunos diputados obtuvieron autorización para abandonar sus escaños y dar salida a sus urgencias fisiológicas. En los urinarios, los periodistas coincidieron con el ministro del Interior, Juan José Rosón; con el ministro de Defensa, Agustín Rodríguez Sahagún; con el ex vicepresidente Abril Martorell, y todos mostraban una actitud de estupefacción. En la tribuna de los periodistas, un guardia civil quiso imbuir tranquilidad y afirmó que su hija estaba en el colegio.
A las 7.10, un escolta del ministro de Asuntos Exteriores, José Pedro Pérez-Llorca, entró en el hemiciclo para entregarle el abrigo. A las siete y cuarto, uno de los vicepresidentes de la Cámara, Modesto Fraile, volvió a recuperar su sitio. En esos instantes, los guardias civiles procedieron a destrozar a culatazos las instalaciones y cámaras de Televisión Española y a velar los carretes de los fotógrafos.
A las 7.58, el teniente coronel Tejero entró en el hemiciclo para anunciar que iba a dar una comunicación del capitán general. A las 8.05, el mismo Tejero intervino nuevamente para decir que no había permiso ni para ir a los lavabos ni para ninguna otra cosa hasta dentro de un rato. ¡Cada uno en su sitio!, gritó autoritario. A las 8.10, un capitán de la Guardia Civil y un individuo con metralleta y anorak verde, pero sin ningún distintivo del cuerpo, conminaron a Felipe González y al general Gutiérrez Mellado para que abandonaran sus escaños y les acompañaran.A las 8.12, el mismo capitán y el mismo paisano procedían de idéntica manera con Alfonso Guerra y con Santiago Carrillo.A las 8.15, requirieron para que les acompañara al ministro de Defensa, Agustín Rodríguez Sahagún. Instantes después, hasta el hemiciclo llegaban estentóreos vivas y arribas. Los periodistas supimos después que se trataba de la respuesta dada por los números de la Guardia Civil situados en el bar, junto a la puerta principal del Congreso, en respuesta a uno de sus jefes.El bar estaba al completo de guardias civiles de diferente graduación y procedentes de distintas unidades. Se veían las botas de media caña de la Brigada Móvil, que tiene su sede en la antigua calle del General Mola. También insignias del sector de tráfico de la Guardia Civil y otras de diferente procedencia. Se calcula que el total de guardias civiles que han violado el recinto del Congreso de los Diputados suma unos doscientos. Menudean las graduaciones de sargento y cabo, y también numerosos oficiales, tenientes y capitanes. Todos ellos se refieren para cualquier contingencia a la autoridad del teniente coronel Tejero, que con solemne desprecio ha paseado una y otra vez por la raya frontal del hemiciclo.A las 20.47 horas entraron numerosos, guardias civiles con un fajo de papeles y se dirigieron hacia el presidente, Landelino Lavilla, que fumaba sin cesar durante estas horas. Un oficial leyó con gran torpeza algunos despachos de la agencia Europa Press que hablaban de normalidad en la sede del Cuartel General del Ejército y de que habían sido cerradas las puertas del Ministerio del Interior. Otro oficial le interrumpió entonces para seleccionarle otro despacho de la agencia Europa Press, que pasaron a ser leídos. En esos despachos se hablaba confusamente de la actitud tomada por el capitán general de Valencia, teniente general Milans del Bosch, leído a través de La Voz de Castellón por el capitán Fraile.El despacho de la agencia de Prensa se refería también a la ocupación de la emisora y transcribía el bando, que fue leído repetidas veces por los micrófonos de la emisora. Otro despacho leído a continuación daba cuenta de que unidades de la División Acorazada habían ocupado Televisión Española.
Indisciplina en los insurgentes
A las 20.55 horas, Tierno se ausentó por algunos instantes del hemiciclo.Luego los periodistas pudimos observar en el bar, junto a la puerta principal del Congreso, el espectáculo de indisciplina y de alcoholismo creciente que reinaba entre los efectivos de la Guardia Civil. Vimos cómo un oficial requería a varios subordinados para que se aprestaran a llevar algunas sillas dentro del hemiciclo. Con toda insolencia, un sargento se negó a obedecer alegando sus galones. Los guardias se inclinaban, sobre todo, por el gin-tonic, pero hasta el momento optaban por pagar sus consumiciones. A las 21.15 horas, en el centro del hemiciclo se procedió a una ceremonia confusa y con unas navajas se rompió la guarnición de las sillas del Congreso para amontonar la paja y felpa de su interior sobre la mesa de los taquígrafos.El teniente coronel Tejero dio instrucciones a los guardias que ocupaban todas y cada una de las puertas para que, en caso de producirse un corte de suministro eléctrico, dispararan sobre cualquier bulto que se aproximara tratando de ganar la salida.En ese momento, los periodistas y otros invitados que todavía ocupaban un sector de las tribunas fueron conminados a abandonarlas.Se intentó parlamentar para que al menos un reducido grupo de los mismos pudiéramos ser testigos de los acontecimientos, pero todo fue en vano.En las inmediaciones del Congreso, fuertes efectivos de la Policía Nacional controlaban el barrio y afirmaban a los periodistas su absoluta lealtad al Gobierno.El anterior relato ha sido confeccionado con las informaciones suministradas por nuestros redactores en el Congreso de los Diputados. Además, con posterioridad, han llegado a nuestra redacción otras informaciones, entre ellas, que un coronel de la Guardia Civil observó al ministro de Defensa en funciones, Agustín Rodríguez Sahagún, intentar hablar por teléfono con un alto cargo militar, y le gritó: «Rodríguez Sahagún, a su escaño». Dos guardias civiles le metieron en el hemiciclo. Este dato lo proporcionó a Europa Press un alto cargo de la Administración que intentó saltar por una ventana cuando le apuntaron desde fuera con una metralleta y se lo impidieron.Otros detalles recogidos por la misma agencia señalan que muchos de los participantes en el asalto no sabían a qué iban.El senador centrista por Pontevedra David Pérez Puga, que asistía a la sesión parlamentaria de investidura de Leopoldo Calvo Sotelo, hubo de ser evacuado a las 0.40 horas de hoy del palacio del Congreso, aquejado por un recrudecimiento de la úlcera de estómago que padece. Poco antes había sido evacuada también la diputada socialista catalana Ana Balletbó, en atención a su embarazo.
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