Carrillo fracasa en el intento de imponer las criterios al comunismo catalán
BarcelonaSantiago Carrillo volvió a fracasar en su nuevo intento -el cuarto de importancia en los últimos años- de imponer sus criterios-al comunismo catalán. En la reunión del pasado domingo de una delegación del comité ejecutivo del Partido Comunista de España (PCE) con el Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC) se produjo también la desarticulación de la pequeña tendencia «histórica» del PSUC (de carácter prosoviética y estalinista, así como, curiosamente, la única que apoyaba a Carrillo), un claro distanciamiento por parte de Nicolás Sartorius y también Simón Sánchez Montero de las posiciones de Carrillo y una reafirmación de la soberanía del PSUC.
Los dirigentes comunistas catalanes se sentían ayer seguros en sus posiciones políticas y también dispuestos a encabezar la renovación de todo el comunismo español, empezando por la democratización interna del PCE.
Durante todo el domingo, la delegación del PCE, integrada por Santiago Carrillo, Nicolás Sartorius y Simón Sánchez Montero, estuvo reunida con el ejecutivo del PSUC, compuesto de veintisiete miembros. El PSUC evitó el replanteamiento de sus relaciones con el PCE solicitado por Carrillo, quien buscaba una total sumisión del comunismo catalán, según se expuso en este diario el pasado viernes. Todo permite suponer la posibilidad de nuevas crisis, pese a que un alto dirigente comunista catalán manifestó ayer a este diario que «son las últimas bocanadas de Carrillo, para quien la democratización de los partidos comunistas le convierte en un pez fuera del agua».
El proceso de la crisis y su resultado conjuga con anteriores crisis perfectamente comparables y muestra ya un modelo de confrontación y de resultado final en las relaciones entre el PCE y el PSUC. Las características que permiten hablar de un modelo son: aparición de Carrillo con un tema ajeno a la problemática real del PSUC, discusión profunda en la que Carrillo presume erróneamente que hallará aliados dentro del PSUC y descalabro final para las posiciones del secretario general del PCE.
Todas estas características se dieron en abril de 1978 (cuando, infructuosamente, Carrillo intentó que el PSUC dejase de ser leninista), en marzo de 1979 (cuando acusó al PSUC de haber perdido votos en las elecciones generales) y en mayo de este año (cuando, siempre infructuosamente, Carrillo intentó influir, a través de una reunión estatal de cuadros obreros comunistas, en el contenido del segundo congreso de las Comisiones Obreras catalanas) y, finalmente, esta última crisis, cuya única motivación era el deseo de Carrillo de cambiar las tesis políticas del próximo congreso del PSUC. En cada uno de los casos, la acción de Carrillo no sólo ha fracasado, sino que ha agudizado la distanciación entre el comunismo catalán y el español, dando como resultado un PSUC claramente situado a la izquierda del PCE, con mucha mayor democratización interna que éste y con creciente hincapié en la problemática catalanística.
Sartorius gana adeptos
El próximo congreso del PSUC debe pronunciarse sobre la forma de participación en los congresos del PCE, lo cual, hasta ahora, era competencia estatutaria de este último partido. Con este punto aparece una cuestión clave. Consiste en el confesado deseo del PSUC de no limitarse a la defensa del partido catalán en su ámbito, sino que también desea participar en la democratización de todo el comunismo español y en la articulación de fórmulas organizativas que se correspondan con el Estado de las autonomías. Ello, en opinión de varios muy altos dirigentes comunistas catalanes consultados por este diario, pasa por la sustitución de Santiago Carrillo por Nicolás Sartorius. Este deseo ya no es una confesión personal de algunos dirigentes comunistas, sino que se está convirtiendo en una coincidencia generalizada en Cataluña a nivel de dirigentes y cuadros.
En la reunión del pasado día 2 -de la cual la del pasado domingo era una continuación- Sartorius adoptó una posicion practicamente idéntica a la de Carrillo. En cambio, anteayer, según fuentes directas, tanto Sartorius como Sánchez Montero establecieron todo tipo de matices diferenciadores entre sus respectivos criterios y la postura sostenida por Carrillo. Este hecho fue particularmente bien acogido por la dirección del PSUC, en general cansada de los repetidos enfrentamientos encabezados por Carrillo.
En el terreno formal destacó en la reunión la larga introducción de Carrillo. Este criticó nuevamente las tesis congresuales del del PSUC, replanteó las relaciones entre ambos partidos, condenó el desviacionismo constante del PSUC con relación al PCE y su intervención en temas que consideraba competencia de este último, criticó genéricamente a la Prensa (incluyendo un conocido escritor y periodista comunista miembro del comité central del PSUC) y manifestó que había que buscar un nuevo esquema de relaciones, el cual, en opinión de los dirigentes comunistas catalanes, implicaría una sumisión total del PSUC al PCE.
En la reunión anterior Carrillo había contado con el apoyo de cuatro miembros del reducido sector «histórico» (prosoviético y estalinista) del PSUC, mientras que sus anteriores aliados de la tendencia de derecha denominada «bandera blanca» se distanciaba claramente de Carrillo. En la reunión del domingo también se distanciaron los «históricos», y sólo el «histórico» Josep Serradell, conocido por Román, apoyó a Carrillo, mientras que los otros tres optaban por el silencio o la ambigüedad. De este modo, una vez más, la injerencia de Carrillo se saldó con un incremento de la cohesión interna del PSUC.
En su conferencia de Prensa, los dirigentes comunistas catalanes destacaron que «los motivos de divergencia no se dan únicamente entre el PSUC y el PCE, sino también en el interior de cada partido», lo cual constituye un nuevo reflejo de la voluntad de los comunistas catalanes de incidir en la que consideran escasa o nula democratización interna del PCE. En la misma conferencia se refirieron a «los problemas de democratización plena en la dirección del PSUC y el PCE».
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