Elecciones en Italia
LO QUE se supone que va a pasar en las elecciones italianas es una resurrección de la Democracia Cristiana. Es curioso que mientras en España el terrorismo se vuelve contra el Gobierno, en Italia lo afianza. Lo atípico es lo español, que parece salirse de una ley política, según la cual en momentos de tensión o de riesgo la opinión pública se inclina hacia el poder constituido. Pasó en Francia con el terror de la OAS, en Alemania Federal con el de la banda Baader-Meinhoff-, puede suceder en las elecciones del domingo y el lunes en Italia. Quizá en España el fenómeno no se cumple, por ahora, porque la democracia no tiene el asentamiento que en otros países o porque la amenaza de regresión tiene, o cree tener, una carga potencial más fuerte que en países donde el fascismo sólo se desarrolla como un elemento folklórico; aquí el folklore existe, pero tiene otro sustrato.Entre los factores que abonan los pronósticos favorables a la DC en Italia figura el de la corriente europea de inclinación a la derecha, como consecuencia de un miedo de las nuevas clases burguesas al desclasamiento. Pero esta resurrección de la derecha con blanca toga centrista (aunque por debajo asomen otros signos) no sería posible sin un desgaste considerable de la izquierda. Se podría trazar una línea de descenso de las opciones izquierdistas que iría desde la caída de Allende hasta nuestros días, pasando por el sensacional acontecimiento que fue la pérdida de las elecciones francesas. Los partidos se dividen, las directivas se enfrentan entre sí, sus intelectuales son desdeñados. Los secretarios generales se inclinan hacia argucias políticas, hacia maniobras políticas, sin recordar que la izquierda fue siempre, ante todo, una moral, una política, una ética social. A los comunistas de Italia puede costarles, según los últimos pronósticos, el 5 % de los votos; a los socialistas, el no sobrepasar -o apenas mejorar unos decimales- los que tuvieron en las últimas elecciones. En cambio, la capitalización de una moralidad y de una ética puede beneficiar a los radicales, a quienes se atribuye un salto del 1 % al 5 % de los votos; una cifra insignificante. Pero multiplicar los votos por cinco es un síntoma para un partido y para toda una sociedad.
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