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Fenomenología del Spórting

Hace semanas que estoy reprimiendo un comentario sobre el actual líder de la Liga Nacional y ya no aguanto más. Comprendo y acepto que los mandamases de este periódico nos recomienden columnas despolitizadas, folios amenos, prosas inteligibles, temas intrascendentes y morbo periodístico a ver si de una puñetera vez conseguimos hacer llevadera esta última página, que va para maldita y cuyo índice de metaforización sospecho el más elevado de la prensa capitalista, incluido la eurocomunista. Pero la tentación de escribir sobre lo que veo tras los visillos de mi ventana, ese Molinón que tengo como edificio vecino y sobre el que planean las mismas gaviotas que me distraen la mirada, puede con las sugerencias que con firmeza no desprovista de amabilidad nos ha susurrado rotundamente.Reconozco que el asunto del Spórting connota excesivas complejidades filosóficas si se analiza en profundidad y que involucra en su explicación grosera a la mayor parte de las ciencias sociales conocidas. Pero reconozcan también que ocho jornadas de liderazgo indiscutible, campeón de invierno y de primavera es acontecimiento bastante más sugerente para la vida nacional que esa aburrida serie de gags derivados de la sociología barata de importación francesa con los que siempre andamos a vueltas y a metáforas.

Hablemos del Spórting y que los jefes me perdonen. Hablemos de esa paradoja veloz que corre y golea por los estadios del país en tiempos de hegemonía centrista-centralista, destrozando sin piedad la vieja teoría del reflejo político de la era franquista. Dije «fenomenología» en el título y va en el más estricto sentido husserliano: el Spórting como «método» y como «modo de ver». Quienes rugimos en El Molinón cuando Ferrero inicia su fatal correría por la izquierda ante la desesperación de todos los carretes de la Península, sin quitarle la vista a Quini y pensando en la alternativa de Morán, que escapa por el otro extremo, no es producto o azar de individualidades: es método futbolero que únicamente existía en nuestra nostalgia. Miera, como Husserl, ha depurado el psicologismo del estadio y nos muestra cada domingo el muy organizado discurso del método esférico. Y en eso consiste el espectáculo, precisamente, en un nuevo «modo de ver» la hasta ahora tediosa empiria de la Liga. El Spórting es el correlato perfecto de la conciencia intencional: pura fenomenología que se muestra por si misma, negadora de ese mundo que por razones de estadística y de dictadura habíamos dado en considerar natural y que se llama Real Madrid. El Spórting es la semanal puesta entre paréntesis de las proposiciones futbolísticas admitidas apresuradamente como inmutables: epojé fenomenal de un reflejo centralista de cartón piedra, del tigre de papel verdoso del Banco de España: ocho jornadas de suspensión de juicio y empleo de la agobiante imperialidad merengue. Una gaviota rojiblanca despegando con elegancia antigua de la tabla clasificatoria, rompiendo la monotonía de los modos de producción de goles.

Un entrevistador de Prado del Rey le preguntó ayer a Cundi en el programa de sobremesa por el culpable de la buena fortuna, sportinguista. El tipo expresó modelicamente el estado de ánimo centralista: al margen de las dos grandes capitales, cualquier éxito periférico es interpretado como suerte y lo que es más llamativo, como infracción, delito, incurrimiento.

Es insoportable imaginar que en las provincias (etimblógicamente: lugar de vencidos) pueda haber salvación y por ese fanatismo lo atribuyen todo a la excepcionalidad: ese culpable azaroso llamado Spórting.

Lo decía García Candau en este mismo periódico: en Asturias sólo creerán en la democracia cuando el Gijón se proclame líder. Estoy de acuerdo en lo fundamental, pero prefiero organizar la frase de otra manera: si el Spórting vence al Real Madrid al final de la Liga, existen fundados motivos para pensar que se ha iniciado ya la deseada descentralización.

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