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La cuestión canaria / y 5

La gran incógnita que ha de afrontar Canarias es la de sus relaciones con Africa, de la que dista poco más de cien kilómetros, frente a los 2.000 de la Península Ibérica. Los nacionalistas independientes de Cubillo afirman que los guanches, que eran los pobladores del archipiélago cuando llegaron los conquistadores castellanos, eran de origen africano. Esta es una afirmación petulante, incierta científicamente y manipulada políticamente. A mí me daría lo mismo que fuera cierta, porque soy de los que creen que el hombre es historia y no mera naturaleza, y pienso que una interpretación racista, zoologista de la aventura humana es un error científico y moral. Pero es que, además, la tesis cubillista dista muchísirno de estar avalada por los científicos que se han ocupado del tema canario.Geológicamente Canarias nunca estuvo unida al continente africano. Puede parecer extraño, dada nuestra cercanía a Africa, pero es la estricta realidad científica. Desde el punto de vista étnico hay que puntualizar que los guanches eran de la estirpe Cro-Magnon, procedentes del sur de Francia, donde estaba establecida desde los primeros tiempos cuaternarios. Luego hubieron de emigrar, a causa de los cambios de clima, en diferentes direcciones. Una de estas vías emigratorias pasó por Italia y el norte de Africa, desde donde parece probable -según los datos científicos disponibles- que llegaran al archipiélago canario. El hecho científicamente cierto es que ningún pueblo racialinente africano ha habitado las Islas Canarias.

Igual que me parece frívolo hablar de la estirpe africana de los canarios, sí me parece importante plantear en sus justos términos la relación entre el actual hombre canario y los primitivos pobladores guanches de las islas. La posición del canario respecto a los guanches no ha estado hasta ahora presidida por la debida objetividad. Ha oscilado entre una infravaloración del pasado prehistórico-prehispánico de las islas y una hiperbólica idealización de las realidades guanches, que se inició con algunos historiadores canarios del siglo XVIII, con Viera y Clavijo al frente, imbuidos de las teorías «rousseaunianas» del «buen salvaje». Esta última tendencia se prolongó durante el romanticismo en la Escuela de La Laguna. Hoy ya parece perfilarse entre los historiadores canarios una actitud decidida en la búsqueda de un estudio científico y solvente del pasado guanche. ¡Qué duda cabe que el pasado guanche es una realidad con la que debemos contar los canarios! Lo que es un disparate científico y moral es que los canarios nos consideremos guanches oprimidos por el godo. El canario actual es el resultado histórico de una serie de pueblos que han pasado por las islas. No sólo los guanches del Cro-Magnon. También los castellanos de la conquista y los andaluces, lusitanos y extremeños que los acompañaron; y las otras etnias peninsulares que allí se establecieron; y también los europeos de diferentes orígenes que se han ido asentando en las islas atraídos por sus florecientes rutas comerciales. Todo canario responsable se niega a una arbitraria mutilación de su vasta herencia histórica. Esa herencia histórica es lo que se designa por canariedad, término que algunos; tergiversan arbitrariamente.

Proximidad africana

Las consideraciones que anteceden tratan de demostrar que la africanidad de Canarias dista de ser algo obvio, como pretenden los del MPAIAC. Pero subsiste el hecho de la proximidad geográfica de las islas al continente africano. No se puede ignorar en la hora presente la realidad geográfica, económica y geoestratégica que significan las islas frente a las costas de Africa.

Hasta ahora nuestros contactos con Africa han sido puramente defensivos, negativos. Esto no puede suceder de ahora en adelante. Pienso que Canarias tiene, en estos momentos, una clara función africana también. El archipiélago puede y debe constituirse en factor de estabilidad y prosperidad de la zona africana que le circunda. Pienso en este sentido que la colaboración afro-canaria podrá funcionar en la medida que nuestro archipiélago presente ante sus vecinos un modelo de desarrollo político, económico y social válido, que haga que Canarias sea respetada por sus realizaciones y no considerada como objeto de posible chantaje como, en alguna medida, está aconteciendo ahora.

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Desde esta perspectiva, Canarias ha de escapar a toda costa de que en su territorio se instalen bases extranjeras, que romperían de raíz cualquier tipo de relación equilibrada con sus vecinos africanos. Las islas se encuentran en una de las zonas calientes del tablero mundial, en que las dos superpotencias están ansiosas de meter baza a la menor oportunidad. Hay que ser ciego para no comprender los intereses de unos y otros -por razones, claro, antagónicas- en desestabilizar las Canarias. De todos es conocido el interés soviético por Africa, una parte del mundo de la que han estado ausentes hasta hace bien poco. Tampoco es un secreto para nadie la apetencia norteamericana de instalar bases aeronavales en el archipiélago. Si se quiere que Canarias sea un factor de estabilidad en la zona, las únicas tropas que deben permanecer sobre nuestro suelo son las propias.

Autonomía

Canarias se encuentra frente a un grave reto interno y externo. El panorama actual del archipiélago es bastante deprimente: atraso económico, injusticia social, dependencia estructural del exterior peninsular y extranjero, analfabetismo y una presión demográfica insoportable. Por otra parte, desde el exterior hay intentos ciertos de desestabilización de las islas. Para responder adecuadamente a este reto histórico es preciso un cambio innovador de las estructuras canarias. Y este cambio innovador ha de partir de los propios canarios, que han de responsabilizarse a fondo de su destino futuro.

En Canarias hay unanimidad en que el marco necesario para la recuperación de Canarias pasa por un Estatuto de Autonomía. En eso se está y, al parecer, el Gobierno ha comprendido por fin que la autonomía para Canarias es una exigencia vital. En su reciente visita al archipiélago el ministro de las Regiones prometió formalmente: «Informaré al Gobierno de los deseos preautonómicos de Canarias.» La gente en Canarias ha comprendido perfectamente que el paso hacia la autonomía conlleva necesariamente un escalón previo de preautonornía.

Hay un riesgo que se corre en las islas y sobre el que posiblemente los políticos canarios no hayan puesto suficientemente en guardia a la población insular. Y es la tendencia irresponsable de grandes sectores de la población a considerar la autonomía como una panacea que, sin más, va a resolver todos los problemas de las islas. Los canarios hemos de comprender que la autonomía no es más que el marco para un planteamiento correcto de esos problemas. Que sepamos que cuando tengamos la autonomía, ya no valdrá echarle la culpa a Madrid cuando las cosas no marchen bien. La autonomía significa que los canarios habrán de responsabilizarse de su autogobierno.

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