Mikel Landa: “No volveré a ir de segundo en ningún equipo”
Discreto, como en todo, Haimar Zubeldia anuncia su retirada a los 40 años: la generación Landa asume el poder en el ciclismo español
Haimar Zubeldia tiene 40 años y es el ciclista más viejo del Tour, tan viejo que es mayor que Emmanuel Macron, al que saca ocho meses, y cuando visite la carrera el presidente francés piensa acercarle y darle algunos consejos de hermano mayor, ven que te cuento cómo es la vida. Con ese título de decano, conseguido en su 16ª participación en la grande boucle, está tan satisfecho Zubeldia que no le costó nada el día de descanso convocar a la prensa y anunciar que él, “un hombre de pocas palabras y muchos sentimientos”, dejaba el ciclismo, que colgará la bicicleta el 29 de julio, sábado, en la Clásica de San Sebastián, junto a su casa.
Zubeldia se hizo profesional en 1998 con la generación de Freire, Lastras, Mancebo, Sevilla, Aitor González… Ha quedado cinco veces entre los 10 primeros del Tour. Ha trabajado para sí mismo y con Iban Mayo como líder del Euskaltel y para Lance Armstrong en el Astana y en el RadioShack. Su último trabajo en el ciclismo ha sido arropar a Alberto Contador (34 años), quien, como Alejandro Valverde (37), el otro gran peso pesado del momento en el ciclismo español, está ya en la cuenta atrás de su carrera. Los jóvenes ya llegan pidiendo paso. Les encabeza Mikel Landa, de diciembre del 89 (tenía ocho años cuando Zubeldia empezó a correr con los grandes), que en el Tour se ha convertido en figura popular. Es quizás el más fuerte de todos los que están delante en la general, y la gente lo reconoce y le pide que ataque porque puede dejar a todos clavados en el Galibier y en el Izoard, dos gigantes de los Alpes que nunca ha subido, tan joven es en el Tour, y también el único de entre todos que sabe que este Tour no lo ganará: antes que sus deseos están su responsabilidad como équipier de Froome. Tiene que luchar para que gane otro, frenar su ímpetu atacante, mirar dónde está su compañero y no abandonarlo. Es una curiosa forma de llegar al alma de la afición: todos los grandes anteriores han sido lideres reconocidos en sus equipos.
“¿Qué si cuesta reprimirse?”, dice en su hotel del Puy en Velay en la conferencia de prensa del último día de descanso. “Un poco, sí, claro, pero sé a lo que vine al Tour. Me toca parar por Froome y lo asumo”.
Desde que dejó el Euskaltel, y fue uno de los últimos que abandonó el barco ya hundido, Landa ha estado buscando un espacio vital que no ha encontrado. Tanto en el Astana, donde estuvo dos años, como en sus dos temporadas en el Sky, dos equipos extranjeros, en los que los ídolos locales, italianos o ingleses, tienen prioridad, su hueco de libertad ha sido menor que su capacidad para expresarse. “Tengo claro que esto no me puede volver a pasar”, dice el ciclista de Murgia (Álava), que seguramente no renovará por el Sky y negocia con varios equipos. “No volveré a ir de segundo y si voy de segundo será porque yo lo quiera”.
“Me encantaría acabar en el podio de París [marcha sexto, a 59s del segundo, Fabio Aru] porque me veo con capacidad para lograrlo”, dice Landa. “Pero solo si no le perjudico a Chris. Nunca daré un paso que le pueda dañar. Y sé que si lo doy me frenarán”.
El Tour, dice Landa, no lo ganará este año no solo porque debe respetar a su líder sino porque aunque quisiera no podría contra él. “Aunque fuéramos rivales, cara a cara, él me ganaría porque es muy superior en la contrarreloj”, dice. “Pero no somos rivales, somos compañeros”. Del Tour se dice que elige a los ciclistas que le merecen, pero Landa, que triunfa, no lo ve aún así. “Aún no he disfrutado del Tour como he disfrutado del Giro. Los rivales son otra cosa”, dice. “Y decir que tengo un Tour en las piernas es mucho decir. No es lo mismo venir a ayudar, sin responsabilidad, que venir a ganarlo desde el principio. Lo vives desde el primer día con otra tensión, otro desgaste”.
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