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La Liga aborrece al Barça

El Barcelona también pierde ante el Valencia y prosigue su viacrucis con su tercera derrota seguida

Neymar se lamenta de una ocasión perdida.Foto: atlas | Vídeo: Albert Gea (Reuters) / ATLAS
Ramon Besa

Al Barcelona ya solo le queda el goal average en la Liga. No parece ninguna ventaja después de dilapidar una docena de puntos desde que el Madrid pasó por el Camp Nou. El descuento ha sido tan vertiginoso y cruel como era el juego del equipo cuando el tridente estaba en plena forma y contó 39 partidos sin perder entre la Liga, la Copa y la Champions. No remite la sangría barcelonista mientras los árbitros se ponen chulos, los porteros contrarios se agrandan y los propios se encogen. Hay un rival apostado en cada esquina dispuesto a pasar cuentas con el llamado mejor equipo del mundo, también el Valencia.

Tenían muy presentes los valencianistas la goleada en la Copa y se vengaron en la Liga. No jugaron ni bien ni mal sino que se encomendaron a un guardameta prodigioso como Diego Alves y dejaron que se consumiera el Barcelona, bloqueado, incapaz de encontrar el punto de inflexión a su calvario, frustrado y depresivo, cuando faltan cinco jornadas para acabar la Liga. Los barcelonistas van de derrota en derrota, ahora mismo camino de la derrota final, porque pierden los partidos que antes ganaban con la gorra, como el del Valencia. No entra el balón ni siquiera en el Camp Nou.

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Nada cambia en el Barça, ni siquiera las alineaciones de Luis Enrique. No hubo más noticia que la suplencia de Alves. No es un buen momento para bromas sino que la hinchada prefiere el sentido dramático de Iniesta. El dolor por la eliminación de la Champions exigía medidas terapéuticas más que intervenciones tácticas porque el Barça tiene una alineación más que un equipo y una plantilla, encadenado al tridente Messi, Suárez y Neymar. Los suplentes son escasos y Luis Enrique no mira al Barça B. A los mismos que alcanzaron la gloria en Berlín les toca salir de un infierno que llega hasta el Camp Nou.

Nunca el Atlético y el Madrid habían estado tan unidos en una causa futbolística que exige descabalgar al Barça. El público azulgrana, sin embargo, actuó como si no pasara nada, a excepción de los seguidores del gol sud, que recibieron a los futbolistas con una larga pancarta: Tornarem a vèncer!”. Nadie hubiera dicho que el Barça andaba mal de juego, de puntos y de títulos, después del despliegue inicial: velocidad, profundidad e intensidad ante el calor del Camp Nou. Las ocasiones se sucedían, ensanchado el campo por Neymar y un buen Messi, replegado el Valencia alrededor del estupendo Diego Alves.

La recuperación de Messi es simultánea a la del Barça. Ambos mejoran en predisposición y penalizan todavía en contundencia

La recuperación de Messi es simultánea a la del Barça. Ambos mejoran en predisposición y penalizan todavía en contundencia, faltos de confianza, víctimas de una dinámica negativa, desacertados en situaciones francas que antes culminaban con los ojos cerrados, sobre todo el 10. Alves le sacó dos remates que cuando el argentino estaba en racha eran gol o gol: uno en ataque estático y el otro después de una transición armada por Bravo. Las cosas siempre van a peor cuando la racha es mala, y Bravo tomó un gol en propia puerta de Rakitic después de un centro de Siqueira.

El gol destempló al Barcelona y animó al Valencia, un equipo más serio, ordenado y racional, y también más liberado, desde que el entrenador es Ayestarán. Ansiosos, los azulgrana perdieron la calma, se precipitaron y propiciaron que el partido se abriera de mala manera, un escenario que evocó la visita del Madrid. Aunque Messi se recogió en un intento de resolver por su cuenta el grave aprieto en el que estaba su equipo y buscó el gol incluso con la cabeza ante el omnipresente Alves, Santi Mina no perdonó el 0-2 después de un excelente pase interior de Parejo. El Barça defendía mal después de haber atacado bien a Alves.

Nadie resumió mejor la confusión azulgrana que el atolondrado Neymar, merecedor seguramente de una ración de banquillo, aunque el técnico no hizo ningún cambio

El marcador exigía un acto de fe y carácter, mucha épica y coraje, un arrebato o un gesto irreductible más propio de un torneo como la Copa, virtudes que no se le suponen precisamente al Barça parido para disfrute del niño Messi. El argentino apareció para coronar un centro de Alba y contar por fin su gol 500 tras 515 minutos de fórceps: 1-2. La percusión del lateral, la anticipación de Piqué y Mascherano y los movimientos de Messi ayudaron a alcanzar el marco de Alves con frecuencia pese al juego taquicárdico y desacompasado del Barça.

La pelota no encontró más veces la red del excelente portero del Valencia. Nadie resumió mejor la confusión azulgrana que el atolondrado Neymar, merecedor seguramente de una ración de banquillo, aunque el técnico no hizo ningún cambio, seguramente por la sanción de Arda. Tampoco recuperó la luz Suárez y no bastó con el recuperado Messi. Nadie, ni siquiera Piqué y Alcácer, acertaron en la ruleta final en la que se convirtió el partido. A ningún hincha le quedaron fuerzas siquiera para decir que no mereció perder el Barça, ni bella ni bestia, atrapado por el Atlético y con un punto de ventaja sobre el Madrid. Abatido, al optimista Piqué le costó alcanzar el vestuario. Afortunado durante el año, el Barça se ha convertido en un mes en equipo desgraciado también en la Liga. Hoy penaliza en las áreas cuando antes era el escenario en el que ganaba los títulos.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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