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El frenazo del Athletic impulsa al Granada

Peñaranda equilibra el gol de Lekue, después de que Aduriz fallara un penalti

Los jugadores del Granada celebran el gol de Peñaranda.
Los jugadores del Granada celebran el gol de Peñaranda.Luis Tejido (EFE)

Tiene el Granada una joya, que se apellida Peñaranda, que no se sabe si bastará para salvarle del descenso, pero le asegura un tesoro. Cuando tienes un gran futbolista desconoces el presente, pero imaginas el futuro. El venezolano le dio un punto y le quitó dos a un Athletic que sin Laporte tuvo una defensa de servilleta de bar. Decir Athletic en San Mamés es decir peligro. Difícilmente se pueden ver en la Catedral partidos en los que no abunde el peligro, en una u otra portería. Los actores del peligro rojiblanco son conocidos, llevan muchas películas a sus espaldas no necesitan extras para rodar las escenas dificultosas. Son Aduriz y Raúl García. Eso lo sabe todo el mundo. El segundo suele poner la pistola y el segundo dispara. Pero el guionista es Beñat, el que da los giros para que la trama tenga sentido. Todo eso lo sabía el Granada. Antes de preocuparse por los actores protagonistas, convenía secar las ideas del autor de a trama. A eso se encomendó Doucoure, empeñado en quitarle el bolígrafo a Beñat o al menos alejárselo lo más posible del papel. No era cuestión de perseguirle, sino de acogotarle las ideas antes de que las pudiera esparcir por el folio verde de San Mamés (menos dañado de lo que se auguraba).

Al minuto y medio se lesionó Sabin Merino, un exterior que estaba en racha goleadora, sustituido por un exterior (curtido en el segundo equipo como lateral) cambiado de banda. Un misterio más a añadir a los que imperaban por el juego alborotado, aéreo, amontonado en el centro del campo, donde los futbolistas parecían integrantes de una manifestación recién disuelta por la fuerza. Volaba y volaba el balón, en cabezazos sucesivos que iban de las nubes al suelo sin aparente solución de continuidad. Aduriz, si, Aduriz, era el más empeñado en que la pelota entrara en contacto con el césped, acunándola con el estómago, con el pecho, llevándola de pie a pie, ahora al costado, ahora al centro, luego atrás.

El Granada tenía claras sus ideas: sujetar el centro del campo y buscar la movilidad de Peñaranda y El Arabi a la espalda de los laterales. Y bien que lo hicieron ambos, especialmente el venezolano que rompió varias y le enseñó los dientes a Iraizoz y obligó a Etxeita a un cruce providencial cuando y contaba los cuadrados de la red.

Pero hay guiones de trazo grueso. Cuando el hilo no entra en la aguja, la lana entra en el ganchillo. El pase largo no es un mal zurcido para el Athletic. Y uno de ellos lo cazó en el aire Aduriz, (se sabía desde que voló el balón por la intensidad de su salto), Lekue se interpuso entre dos centrales, lo controló con la izquierda, le hizo un sombrero a Babin y remató con la derecha. El balón botó y Andrés solo pudo acariciarlo antes de que se alojara en la red. Su primer gol con el Athletic.

Pero había más giros en el argumento del partido. Por ejemplo, que Aduriz disparase contra el pecho de Babin y que a renglón seguido llevase el balón al travesaño en un tiro curvado. Y quedaba más madera en esta guerra. Lombán hizo un penalti de libro al rey del gatillo, que lo buscó y lo encontró, y ¡zas!, a la madera blanca del poste. Sí, los protagonistas también yerran. Pero yerra también la defensa. Y la del Athletic cuelga de pinzas desgastadas. Maniobro el Granada con talento y movilidad, se apoderó del campo y en una contra muy mal defendida por todo el Athletic, Peñaranda llevó el balón a la esquina de la red. Un empate que frena al Athletic e impulsa la autoestima del Granada

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