Luis Suárez, redención y purgatorio
En su vuelta a la competición tras cuatro meses de sanción, el uruguayo comienza iluminado pero acaba fundido por la inactividad
Cumplida la penitencia, Luis Suárez viajó del cielo al purgatorio en el Bernabéu en 68 minutos de pasión que empezaron a lo grande para el Barça y para el uruguayo y acabaron en una contundente derrota que iguala el pulso entre los grandes y la clasificación de la Liga. Los azulgrana completaron su tridente de fantasistas, pero ni Suárez demostró el rodaje necesario para un partido de semejante enjundia ni su equipo argumentario suficiente para frenar a un Madrid que es una manada.
A las 16.41 de la tarde, en un autobús sin distintivos camuflado con un sobrio verde botella que entró marcha atrás y cuesta abajo por el acceso de calle Padre Damián, llegó el Barcelona al Santiago Bernabéu. A esa hora Luis Suárez ya conocía su titularidad en el clásico y su rictus reflejaba la redención y la responsabilidad. Simultáneamente, junto a la puerta del palco de honor, llegaba el microbús con los familiares y amigos de los jugadores azulgrana. Entre la turba de cámaras y periodistas y los gritos de la hinchada al fondo de la calle, una niña dormía ajena al bullicio que generaba el enésimo partido del siglo. Era, Delfina, la hija del uruguayo, que mientras su madre, Sofía, rescataba las entradas del bolso para entrar al estadio soñaba en brazos del hermano del delantero. Bendita inocencia. Despertó a tiempo para ver cómo su padre llegaba y besaba el santo.
Ya en el calentamiento, Messi, Neymar y el ariete ensayaban el cambio de posiciones
En su regreso al fútbol de competición tras los cuatro meses de sanción que le impuso la FIFA por su mordisco a Chiellini en el Mundial de Brasil, el punta retomó el oficio como si no lo hubiera interrumpido nunca. Apenas habían transcurrido tres minutos del choque cuando, desde el costado derecho del ataque del Barça, Suárez retrató la inconsistencia inicial del armazón madridista. Recibió un pase funcionarial de Xavi y lo convirtió en un cambio de juego de catálogo. Su envío sobrevoló la línea frontal del área grande de punta a punta y acabó en los pies de Neymar que cantó bingo tras sortear con suficiencia la marca de un mermado Pepe, que apuró hasta la víspera el tratamiento en su maltrecho gemelo de la pierna derecha. El brasileño lograba en la novena jornada su noveno gol en Liga, tantos como en toda la temporada pasada. Hasta el clásico ante el Madrid, Messi y Neymar habían participado en 24 de los 28 goles del Barça y llevaban cinco encuentros marcando de manera consecutiva, a ellos se sumó Suárez con efervescencia para completar la colección. Además del gol tempranero, el Barça encontró un filón.
Durante el calentamiento, como quien apura el repaso a los apuntes antes del examen, el tridente azulgrana ensayó la permuta de posiciones, las combinaciones en el área y los remates a puerta. Con Messi como eje del compás, Suárez y Neymar trazaban diagonales y probaban por ambos perfiles. Pero con el comienzo del partido, el uruguayo encontró acomodo a la espalda de Marcelo, volcado en labores ofensivas; atormentando a Sergio Ramos con episódica insistencia. Desde esa posición, el uruguayo dibujó otro pase de museo que a punto estuvo de condenar al Madrid a los 22 minutos. En su internada rumbo a la línea de fondo encontró a Messi libre de marca frente a Casillas. Pero el capitán madridista ganó el mano a mano con un despeje inverosímil. Ahí se reenganchó el Madrid al partido y a la Liga. A partir de ese instante el Barcelona retrocedió y a Luis Suárez se le comenzó a notar el periodo de inactividad competitiva: cuatro meses con apenas un par de amistosos de rodaje.
El debutante dio el pase de gol para el brasileño, que lleva nueve en el torneo
Los tres atacantes azulgrana se desengancharon de las labores defensivas y el Madrid comenzó a atacar en tropel y cuesta abajo. Mientras los blancos armaban la jugada, Suárez aprovechaba para recuperar el resuello y frenar el desgaste de su batería. Sólo con el marcador en contra, el uruguayo acumuló fuerzas para intentar retomar el guion del comienzo del partido a base de rebeldía. Un par de ataques de amor propio de Suárez fueron el único argumento de los de Luis Enrique en el segundo tiempo. Poco después del gol de Pepe, el charrúa intentó reivindicarse dentro del área pero se escurrió en el control dando margen a Ramos para solucionar la situación. La imagen se repitió en el siguiente ataque emparejando a los mismos protagonistas y resolviéndose de la misma manera. Reclamó penalti Suárez a la desesperada con una protesta que desmintió su pacífica tarde en Chamartín.
Fue el único momento en el que perdió la compostura y apenas tuvo tiempo para más. A los 23 minutos, Luis Enrique resolvió que el depósito había llegado a su fin y le sustituyó por Pedro para ganarse el abucheo de la grada blanca en su viaje a la caseta. Comenzó iluminado y acabó fundido. Con su apagón el Barça se adentró en las tinieblas y el partido se convirtió en un zarandeo a la contra del Madrid. Los azulgrana se podían escapar con siete puntos de ventaja, pero el duelo se queda en uno de distancia.
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