Un nuevo libro de las maravillas
'1.000 sitios que ver antes de morir', una curiosa guía de viajes
El jet lag puede ser algo maravilloso. Si a las cinco de la mañana se encuentra con que no puede dormir y le apetece algo de movimiento antes de que amanezca, la enorme y tenebrosa lonja de pescado de Tsukiji es un hervidero de actividad, como cabría esperar del lugar que proporciona el 90% del pescado que se consume en Tokio. Una institución milenaria. Llévese chanclas". "Tome la atmósfera de un tradicional onsen japonés de aguas termales y sáquela al aire libre; añada el bello paisaje de las montañas Sangre de Cristo y el perfume de los pinos y los enebros; mézclelo con la emoción adolescente de desnudarse por completo en ese entorno excepcional y tendrá Ten Thousand Waves, un centro de salud y bienestar único en Santa Fe, Nuevo México". "Antes de que existiera South Beach ya estaba allí Joe. Joe's Stone Crab, una institución en South Beach, es el local que mejor cangrejo sirve en toda Miami Beach, y probablemente en toda la nación".
Píldoras como éstas son vertidas con profusión por la bostoniana afincada en Nueva York
Patricia Schultz en 1.000 sitios que ver antes de morir, una peculiar guía de viajes que ha figurado durante meses en la lista de libros más vendidos de The New York Times y que la editorial MR publica ahora en español. A lo largo de siete años, su autora reunió en un voluminoso libro su lista personal "de lugares de ensueño" con el criterio de que, al final, "la cantidad de kilómetros recorridos no guarda relación con el placer real que nos proporciona un viaje".
La selección es tan subjetiva como, a menudo, sorprendente. La Feria Estatal de Iowa, con sus concursos para elegir el calabacín más grande del año (el récord, en 1992, es de 190 kilos), o el granjero que mejor se comunica con sus cerdos, se codea con el Esala Perahera de Kandy, un festival budista que se celebra todos los años, durante la luna llena de agosto, en Sri Lanka: más de 200 elefantes asiáticos adornados con bombillas y sedas de colores desfilan al atardecer en un cortejo de antorchas, músicos, danzantes, acróbatas y monjes budistas. Los geniales edificios del arquitecto Frank Lloyd Wright en Oak Park, Chicago, merecen similar tratamiento que las salchichas de Superdawg, el diner de Milwaukee Avenue, donde, según Schultz, se preparan desde 1942 los mejores perritos calientes de la ciudad del lago Michigan. Y monumentos fabulosos como el templo de Borobudur, en Java, y las pagodas de Bagán, en Myanmar, se miden con la casa de huéspedes y el restaurante de la señora Wilkes, en Savannh, Georgia (Estados Unidos), un local familiar famoso por sus fuentes de quingonbó (un guiso picante de cangrejo al jerez), soufflé de batata y pan de maíz.
Ahí reside, precisamente, el encanto de la guía, y aun cuando en ocasiones la autora echa mano de algún lugar común, consigue dotar al texto de la suficiente complejidad como para que el destino resulte apetecible. Arcos de la Frontera, Córdoba, Sevilla, Granada, el Guggenheim de Bilbao, San Sebastián, Altamira y Santillana del Mar, Ávila, León, Salamanca, Segovia, Toledo, Barcelona, Cadaqués y Figueres, Madrid, Deià y el Camino de Santiago son los destinos españoles que aparecen. Algunas objeciones a la edición: una apresurada traducción, datos no actualizados, precios en dólares y una letra demasiado apretada.
1.000 sitios que ver antes de morir. Patricia Schultz. MR Prácticos, 2007. 959 páginas. 25 euros
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