El principio de todo
Madrid, amor mío, ¡cuánto has tardado en despertarte! Siempre con el agua al cuello, eso sí, cuando todos te abandonan, y los reyes escapan, y los Gobiernos huyen, y pareces dormida, casi muerta, y nadie da un céntimo por ti, entonces, solo entonces, te acuerdas de quién eres. No me refiero a los resultados de las elecciones de ayer, porque no me han sorprendido. Hablo de la Puerta del Sol, de la emoción de reconocerte, de reconocerme con treinta años menos en los gritos de mis hijos, en los gritos de los tuyos, esos chicos que rozan tu cielo con los dedos y me tienen con la boca abierta, el corazón en un puño mientras les escucho decir que no, mientras el mundo entero escucha que no están dispuestos a bajar los brazos. Hasta hace poco, le tenía mucho miedo a este lunes. Imaginaba la mañana más gris, un despertar plomizo en un mayo invernal, cuatro años de condena, mil cuatrocientos sesenta días para atravesar un desierto seco, polvoriento, de sol abrasador y noches congeladas. Pero hoy sé que ayer sólo fue un domingo, el final de nada, el principio de todo, y aunque parezca mentira, estoy contenta. No hay mantas en este mundo, no hay botellas de agua mineral, ni tiendas de campaña, ni pizzas recién hechas para pagar siquiera una mínima parte de lo que el 15-M ha hecho por nosotras. Porque, entre tú y yo, los resultados electorales, las cifras, los análisis, han caducado ya. Ayer es el pasado y el futuro empieza hoy mismo. El futuro puede ser el fruto de una plaza enorme que nunca se ha llenado de gente en vano, y hasta si no lo es, siempre podremos recordar la semana en la que esta formidable explosión de energía nos devolvió el orgullo de ser nosotras mismas.
Elijo la esperanza, porque la virtud del revolucionario es la paciencia. No lo olvides, Madrid, y no vuelvas a dormir, porque estás mucho más guapa despierta.
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