Sin palomas
Hay que estar más atento a las metáforas. El primer recorte presupuestario afectó, hace dos meses, a las palomas mensajeras. Previo informe del Estado Mayor Conjunto, el Gobierno aprobó en Consejo de Ministros el desmantelamiento del Servicio Colombófilo Militar, creado en 1879. Según el acuerdo, "la utilización de las palomas mensajeras como medio de transmisión ha dejado de tener interés para la defensa nacional". La medida afectó a 300 palomas y a cinco mandos militares. Los jefes humanos fueron recolocados, pero las maravillosas aves perdieron su condición de empleadas del sector público y tendrán que buscarse la vida en la competición deportiva, lo que no deja de ser, además de otra metáfora, el principio de un futuro incierto, a menos que tengan suerte de volar al mercado asiático, donde las apuestas por las carreras colombófilas mueven un pastón. Varias de estas palomas habían sido condecoradas y la última hazaña fue el vuelo protagonizado por una de ellas, en el 2006, de las Chafarinas a Madrid en solo 24 horas. Digan lo que digan, esa paloma, privatizada, no llegaría antes ni de coña. Ignoro la cuantía del ahorro que supone prescindir de estas volátiles tan cualificadas, pero es una pena que un Estado como el español tenga que renunciar a sus palomas mensajeras. Al contrario, las veo más necesarias que nunca. El principal problema de España sigue siendo el de la comunicación, que no aparece en las encuestas, pero está debidamente enunciado en el salmo bíblico 135: oculos habent et non videbunt; aures habent et non audient. Hay más herramientas que nunca para crear espacios de empatía allí donde hay enconamiento, pero de qué sirven los sofisticados cacharros cuando los ojos no quieren ver ni los oídos oír. Vivimos un periodo de cetrería política y hay que superar el pensamiento ingenuo de que los sacrificios sociales sacian a los neo-halcones. El país se ha quedado sin palomas y yo sin metáforas.
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