"Ellos se orientan mejor; para decidir rápido, nosotras"
Carmen López Montero elige mesa junto al ventanal para vigilar los aviones en la zona de la T-2 del aeropuerto de Barajas. Es pura deformación profesional. La controladora aérea hoy no trabaja, así que puede romper el voto de sobriedad. Pide una copa de vino tinto y comenta, después de pasarlo en grande posando para el fotógrafo, que es "un día complicado" para el tráfico aéreo porque hace mucho viento. "La voz de los pilotos suena distinta cuando tienen que aterrizar con el avión temblando". El director del aeropuerto está en la mesa de al lado. También controlando las pistas.
Ha aceptado el encuentro porque los controladores han decidido salir del fanal para intentar cambiar la imagen ante la sociedad de los 2.400 profesionales (un 30%, mujeres) que trabajan en la gestión del tráfico aéreo en AENA.
La controladora aérea da la cara para intentar cambiar la imagen del colectivo
Antes de elegir los primeros del bufé aeroportuario (ensalada de pulpo y cogollos con salmón) relata cómo llegó a ser controladora. Empezó a trabajar a los 19 años "por necesidad", ya que pertenece a una familia numerosa, estudió Turismo en busca de una salida profesional rápida, pero se enganchó al control aéreo tras trabajar como auxiliar en la torre de Barcelona. Aprobó los exámenes para acceder al curso de controlador al segundo intento, en 1999. "Salí muy contenta de la entrevista con el psicólogo, la última prueba, y me fui a bailar como una loca a la verbena de San Antonio de la Florida", recuerda.
López relata que el perfil que se busca para ser controlador favorece en parte a los hombres, porque suelen ser mejores en orientación espacial, pero las mujeres son "más hábiles tomando decisiones rápidas". "No hay discriminación. El control ha estado abierto a cualquier clase social, a hombres y mujeres por igual", sostiene.
Hay una buena cola para encargar los segundos en el grill, así que convence a un camarero para que nos proporcione discretamente una brocheta de pollo y una merluza a la plancha, ante la que se queja de la "campaña" del Gobierno contra los controladores, que culminó con el cambio (primero por decreto, luego con una ley) de sus condiciones de trabajo y la rebaja de sus sueldos, que la Audiencia Nacional ha avalado en una sentencia. "Hay gente que está pasando apuros", dice. "Cada uno tiene sus necesidades", añade rápida ante la perplejidad de la periodista.
López explica que un controlador gana entre 70.000 y 150.000 euros brutos al año. El resto son horas extra. "Ojalá fueran 350.000 como dice el ministro". Nada de lo que lleva puesto hace pensar que gane un sueldazo. "El objetivo es que todos ganemos 1.000 euros. ¿No habría que mejorar los sueldos de los que están mal en vez de atacar a los que ganan bien?".
Pero lo que más le irrita es el cambio de organización del trabajo y que le nieguen la reducción de jornada que ha pedido para atender a sus hijos, un niño de cuatro y una chica de 14 años, de la que relata emocionada que el mismísimo Bruce Springsteen le regaló una púa en un concierto.
A los postres pasa muy bajo un avión de Lan Chile que acaba de frustrar el aterrizaje. "Qué pena, nos lo hemos perdido". Y absorta en la conversación -a ratos política, a ratos aeronáutica- pierde también la noción del tiempo. Dan las cinco y media. Hora de recoger a las criaturas. ¡A 50 kilómetros! Que no cunda el pánico. Su marido llegará a tiempo.
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