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Columna
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El orgasmo

Manuel Rivas

Las declaraciones de Duran i Lleida sobre la natalidad son un insulto a la inteligencia. En primer lugar, a la inteligencia de Duran i Lleida, que no es poca. El político nacionalista, que profesa el humanismo cristiano, emitió días atrás el extraño lamento de que las "pocas criaturas" que nacen en Cataluña, en comarcas con crisis demográfica, son de madre inmigrante. Pues, ¡qué suerte! Una suerte que nazcan criaturas. Y otra suerte que sean de madres inmigrantes. El señor Durán y los que piensan como él deberían estar contentos como humanistas e incluso como nacionalistas. En ese proceso doloroso que suele ser la emigración, una deriva que lleva de la pérdida a la incertidumbre, el lugar donde la gente se posa y anida recibe un injerto afectivo, un bien incalculable. El de ser elegido como Tierra Prometida. Si nadie emigrase, si nadie naciese, estaríamos hablando de un locus horroris o, en el mar, de una Marca del Miedo, allí donde no van ni los tiburones. Conozco unos cuantos lugares horrorosos, bien bonitos por cierto. En uno de ellos, una aldea de Ancares, recuerdo la conversación con su único habitante, un anciano enfermo de tristeza, al que intenté animar con una verdad paisajista: "¡Esto es un paraíso!". Él me miró con una mueca de humor desolado: "Sí, ¡pero está desadornado de gente!". Ni siquiera se veía como un superviviente, sino como un muerto todavía vivo. Que en Cataluña, cuna del movimiento solidario, y en la España de hoy se hable de la inmigración como un problema principal es algo más que una injusticia con aquellos que cuidan a nuestros viejos, que limpian la mierda, que recogen los frutos, que aportan mucho más de lo que reciben. Es el signo de una corrosión moral, que ha tenido su expresión más vil en el programa virtual de los cachorros políticos de doña Alicia. Así las cosas, ¡bienvenidos los votos con orgasmo!

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