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Columna
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La literatura

¿Cómo es la boca de la literatura? La boca es el lugar donde enjambran las palabras, como ocurre en la colmena, cuando se dispone a abandonarla la nueva reina. Pero la boca también se traga las palabras, las despeña hacia dentro, convertida en un abismo para quien calla. Hubo épocas oscurantistas en que se propagó la moda de buscar las bocas del infierno. Cuando el infierno vomita, esa boca volcánica es también la de la literatura, como ocurre en Ezra Pound o en Céline, capaces de transgredirse por elevación.

Muy lejos, por lo bajo, queda el también fascista Eugenio d'Ors, que, en Fastos y nefastos (1938), instaba al poeta a medir las sílabas y los versos "como un dictador ordena un sindicato". La boca de la literatura sólo puede enmudecer ante semejante régimen lírico.

Primo Levi nos habla del joven guardia de un campo de exterminio que patea a un anciano en el suelo y que a la objeción que el escritor se atreve a balbucear, "¿Por qué?", él responde: "Aquí no existen los porqués". La boca final.

Pensemos ahora en una boca que se abre, se cierra, y vuelve a abrirse. La boca del gran pez que se tragó a Jonás por un castigo divino. Podríamos interpretar que el propio Jonás es el cetáceo, que él mismo viaja hacia el abismo, a la sima de la depresión ("las aguas me estrecharon hasta el alma") y, después de tres días y tres noches, sale de ese cuerpo-sepulcro, sólo cuando vuelve a respirar por la boca de la literatura y enjambra un poema.

¿Se incrementa la necesidad de la literatura en tiempo de crisis? Pasar algo pasa. A mí me ha llegado por tres rutas, como providencial contrabando, el relato Mendel el de los libros, de Stefan Zweig. Quien no lo haya leído, que busque en Semana Santa ese Vía Crucis.

Ya verá lo que es la boca de la literatura.

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