"Ni yo ni mis dibujos delataron al Che"
Sabe a remanso tibio el ambiente del restaurante Jensens Böfhus (La Casa del Bife de Jensen) al entrar y dejar atrás el viento y la llovizna del invierno nórdico, en la ciudad de Malmoe en el extremo sur de Suecia. "Si no hay vino de Mendoza, nos vamos", bromea Ciro Bustos mientras repasa la lista en la semipenumbra del local, a la luz titilante de una vela colocada sobre la mesa. De pronto exclama sonriente: "Hay vino y se llama Paula como una de mis hijas". Ahora falta el bife, de Jensen, para que la fiesta sea completa. "Igual que allá, en Mendoza", agrega complacido. Hay una larga y azarosa historia en este argentino que nació hace 75 años en la provincia de Mendoza, junto a la cordillera de los Andes.
El ex guerrillero exiliado en Suecia publica su versión de la revolución
Viajó a Cuba en 1961 y su encuentro con el Che cambió su destino. El dirigente cubano le invitó a formar parte del grupo que organizaba para instalar un foco insurgente en Argentina. Bustos recibió el encargo de crear una red de apoyo al Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP), que operó en la zona selvática de la provincia de Salta y fue derrotado. Consiguió huir y la guerrillera Tania le transmitió el mensaje: "El Che quiere verte", que daría título al libro que acaba de sacar Bustos para revisar su pasado y exponer su verdad sobre su encarcelamiento en Bolivia con Régis Debray mientras el Che era asesinado. Rebate con vehemencia la insinuación -atribuida a Debray- de que unos dibujos suyos facilitaron la captura y la muerte del líder guerrillero por miembros del Ejército boliviano. "Ni yo ni mis dibujos le delataron", remacha.
La movilización internacional en favor de Debray -ambos fueron condenados a 30 años de prisión- consiguió que los dos salieran finalmente en libertad. Bustos se exilió en Malmoe. "Para salvar mi vida y la de mi familia, amenazada por la Triple A, que prologó con su terror selectivo, el gran terror que vino con el golpe militar de 1976", rememora. Tras más de 30 años de silencio, ha publicado en Buenos Aires El Che quiere verte, un libro denso, minucioso y polémico.
¿Qué lo impulsó a escribirlo? "Llegando a cierta edad, es ineludible un repaso de la propia vida y corregir deformaciones y atropellos a la dignidad personal. El libro es una reformulación de los hechos con el objetivo de restablecer la verdad", explica. "Las historias siempre resultan reescritas por los escribas que vienen detrás, condicionados por intereses ajenos a ella, ya sean estos comerciales, personales o ideológicos".
La comida invita a recordar el pasado: "Infancia bucólica, provinciana, entre nísperos y cerezos. El futuro estaba recostado a la cordillera de los Andes. Suecia no existía, más que como una curiosidad en los textos de la escuela". Otros sueños cambiaron el derrotero. "El impacto de la revolución cubana, en un continente marcado por abismales diferencias sociales, no dejó a nadie indiferente. Y la figura del Che, su integridad moral sin fisuras, fueron determinantes", agrega, como explicando por qué está aquí, tan lejos del paisaje que acunó sus primeros sueños. Una última reflexión del veterano luchador al concluir la comida: "El mundo está peor que nunca porque la miseria universal no sólo es humana sino que afecta también al planeta, pero sigo creyendo en los ideales por los que luché".
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