"50 años son más que suficientes"
Juanita Castro, la hermana que se rebeló contra la Revolución de sus hermanos porque traicionaron sus principios, tiene la prestancia de una líder. A los 76 años une firmeza y dulzura, pero confiesa sentirse ya cansada. Ha llevado una vida muy ajetreada, alabada y repudiada, y así sigue aún. Acaba de publicar sus memorias, Fidel y Raúl. Mis hermanos. La historia secreta (Aguilar), en las que confiesa haber colaborado con la CIA. Fue la agente Donna para "la compañía". Actuó en Cuba desde 1961 a 1964, especialmente salvando represaliados, y después en el exilio, como propagandista, hasta que la Administración de Nixon cambió su política con Cuba. No esperaba tantas críticas, aunque ya está curada de espantos. Sólo pide una transición democrática para su país. "Yo creo que 50 años ya son más que suficientes".
La hermana del líder cubano celebrará la transición, pero no la muerte de Fidel
Ha llegado al restaurante en Coconut Grove, zona residencial de Miami, conduciendo su propio coche. Siempre ha sido independiente. "Nunca he tenido escolta, salvo la que me pusieron la primera vez en Miami porque temían que me pasara algo. Pero es que en aquella época, en octubre de 1964, hasta me recibieron con titulares como 'Bochorno de América: Juanita Castro en Miami".
Come poco y habla menos, sólo cuando se le pregunta. "A mí no me gusta la popularidad. Nada de esto que estoy haciendo me gusta. Soy una persona privada. Pero lo hago porque creo que es mi obligación por la libertad de Cuba". No toma vino porque no le sienta bien, así que apostamos por el agua, y prefiere el emperador a las albóndigas, aunque es de carne, como la mayoría de los cubanos. "Están buenas las croquetas".
Castro ha tenido que lidiar en el exilio con la carga de un apellido que desata aún odios irracionales. Mucha gente valora su coraje y otra mucha la critica. Ella lo asume con gratitud a un exilio que la compensó cuando vivió su más dolorosa experiencia en EE UU: regentaba una farmacia y un policía encubierto le tendió una trampa para que le vendiera un medicamento sin receta. El entonces todopoderoso Jorge Mas Canosa logró sacarla de la cárcel. La gente, en latas de galletas, centavo a centavo, pagó los 7.500 dólares de multa. Los titulares cambiaron a "Un millón de cubanos con Juanita". Por eso dice: "Estoy en deuda, aunque he tenido que sufrir mucha mala crianza".
Su último enfrentamiento fue en 2006, cuando la sangre fraterna la llevó a criticar a los que deseaban la muerte del enfermo Fidel. "Yo no festejo la muerte de nadie, y mucho menos la de un ser humano que ha sufrido una enfermedad". Pero lo que más le ha dolido han sido los ataques a sus padres y a sus abuelos, la razón más profunda para sacar el libro y lavar tanta afrenta.
Se le estropea el postre cuando se entera de una última acusación, que le duele especialmente: dicen que en 1969 sugirió a Estados Unidos que arrestara a luchadores anticastristas, y ella lo niega. Parece una contradicción porque ella misma patrocinó un intento de invasión, que acabó en fracaso y tragedia, según cuenta en su libro. Era otra época. Se la ve muy afectada: "Ahora resulta que soy una chivata".
Resignada, se marcha. Sola. Pero va a reunirse con su reducido entorno de fieles amistades, las que la ayudaron desde los tiempos más difíciles y peligrosos. "Nunca me han fallado. Gente desinteresada, no han buscado protagonismo de ninguna clase. Y se la jugaron. Es mi familia". Quizá por eso no se ha ido de Miami, aunque lo ha pensado.
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