"Ser mujer en un país árabe puede ser de gran ayuda"
La madrileña Luz Gómez García cree que los españoles nos hemos olvidado de nuestras raíces. "Si un español se va a vivir a Argel, se sentirá más en casa que en Helsinki", asegura. La voz cálida de Souad Massi suena de fondo en la radio del restaurante, que ha elegido ella; uno argelino, muy hogareño, del barrio de Lavapiés, el más multicultural de la capital. Gómez, de 42 años, es profesora de Filología árabe en la Universidad Autónoma de Madrid. Siente que de tanto preocuparnos por Europa, le hemos dado la espalda a nuestros vecinos del sur. "Ver el Mediterráneo desde la perspectiva europea es un fracaso. El Mediterráneo tiene que crear su propia identidad. Puede ser europea, pero también africana o asiática".
La arabista se siente obligada a acabar con el prejuicio hacia los musulmanes
Se alegra cuando ve en la carta el merguez, un sustancioso plato de salchichas coloradas que podría solucionar la comida de toda una semana. La primera vez que Gómez sintió interés por lo árabe fue en el instituto. "Era el Fortuny, en el centro de Madrid, que se creó en la Transición y allí me inculcaron unas ideas muy abiertas". Estudió Filología Árabe y pensó que no podría aprender un idioma en la biblioteca. Así que con 19 años se echó la mochila a la espalda y se marchó sola a Marruecos. "Para aprender una lengua es esencial vivir el día a día, pelearte por alquilar un piso, que te retiren la basura, que te suban la bombona...". Gómez dice que nunca ha tenido problemas por ser mujer en un país árabe. "Todo lo contrario. Llegado el momento te puede servir de gran ayuda por verte desvalida", asegura. "Muchas situaciones desagradables se deben a los prejuicios y al desconocimiento de los códigos: la forma de dirigirte a la gente, los guiños".
De todos los países árabes, Egipto es su preferido. Y más en concreto, El Cairo. "Su humor se parece mucho al nuestro. Se ríen de sí mismos, de sus símbolos nacionales, lo critican todo. También tienen el gusto por vivir en la calle, son más abiertos a hablar con desconocidos".
Dice que si hubiera estudiado Arquitectura o Farmacia su forma de ayudar a la sociedad sería con edificios o medicamentos. Por eso cree que su obligación es acabar con los tópicos, los malentendidos y la ignorancia sobre los musulmanes. Con ese fin, Gómez ha publicado recientemente un Diccionario de Islam e islamismo (Espasa. 2009), con más de 500 entradas. "La idea me surgió hace diez años. Los periodistas empezaron a usar muchos términos de manera desacertada. Algo que se agravó después del 11-S".
Aparte de esta labor, Gómez dedica buena parte de su tiempo a traducir a Mahmud Darwix, el más ilustre de los poetas palestinos. "Su obra está muy apegada a Palestina, pero de ahí salta al problema del ser humano", dice Gómez, que fue amiga del poeta, fallecido el año pasado.
Mientras tomamos un té y unos pasteles cortesía de la casa, Gómez habla de su pasión política, la causa palestina. "Una vez, en Belén, durante una huelga general, hacía un calor terrible y una amiga y yo nos moríamos de sed. Nos acercamos al único tendero abierto y le reprochamos que no cerrara como el resto. Nos respondió que si había huelga, ¿por qué le comprábamos? Él había roto su código pero yo le había obligado a hacerlo. Su respuesta me hizo ver que nosotros también somos responsables por lo que les sucede".
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