"Europa se desliza hacia el miedo"
Gorra calada, chaqueta oscura, andar pausado y una sonrisa franca y amable. Es él. Daniel Viglietti (Montevideo, 1939), el hombre "desalambrado" que diría Mario Benedetti. El cantautor que con su guitarra virtuosa pero humilde como él y sus letras directas y poéticas ha puesto la banda sonora a las aspiraciones de justicia y libertad de muchos pueblos de allá y de acá. Viene de ensayar el espectáculo que presenta esta noche en L'Hospitalet de Llobregat en el marco del homenaje que rinde este año el festival Barnasants al gran poeta uruguayo. El suyo lleva por titulo Daniel Viglietti recuerda a Mario Benedetti y lo estrenó hace dos años en México combinando sus canciones con un montaje audiovisual a cargo del cineasta Jorge Denti.
El cantante uruguayo presenta su homenaje a Mario Benedetti
Ha escogido el restaurante que está pegado al hotel por comodidad y porque es uno de los más tradicionales de la ciudad. Le conocen los camareros y se desviven por explicarle las bondades de la carta. Bromea con ellos y le sale una de estas ironías del mundo al revés que van salpicando la conversación. "Es un mecanismo que me encanta, lo aprendí de Violeta Parra y es muy habitual en el coplerío popular", explica antes de entonar el inicio de El diablo en el paraíso: "El hombre se come el pasto / el burro los caramelos / la nieta manda al abuelo y la sota al rey de bastos...'. Ves, el inicio es gastronómico", señala sonriente. "El pensamiento planteado al revés, una pequeña lección desde el humor que me encanta. El humor es muy importante y Mario lo tenía. No por causalidad escribió el poema En defensa de la alegría, que es una especie de arte poética".
Cuando llegan los entrantes compartidos de habas, espárragos y calçots, la conversación ya ha ido y venido varias veces de Benedetti -quien en sus últimos años le dedicó el imprescindible libro Daniel Viglietti, desalambrando (Alfaguara, 2010)- al repaso de la situación en varios países. Del suyo, Uruguay, que le hizo sufrir persecución y exilio pero que ahora está en manos de un antiguo tupamaro, viene con buenas nuevas. "Hace ya varios años que el timón político se maneja con la mano izquierda y creo que nadie quiere volver a lo anterior, pero es una navegación compleja y hay que estar atentos. Y sobre todo superar ciertos temas, como el pendiente de los derechos humanos". Ahora ha vuelto a implicarse, explica, en la lucha para conseguir cambiar la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado ("qué nombre, ¿no?") para que no queden impunes los crímenes de la dictadura. Y, dice, asegurar el futuro. "Para tomar impulso hacia adelante hay que dar un paso atrás. Es como tensar el arco antes de disparar".
El arroz parellada, del que se come dos platos, interrumpe un momento la charla, pero ya hemos pasado por una Europa a la que ve "deslizándose hacia el miedo", con el peligro de que acabe en manos del "fascismo populista", por una Latinoamérica en la que "aún hay esperanza y pensamientos de cambio" y también por la actual situación de Egipto, "un ejemplo de la capacidad de revolucionarse que tiene el pueblo". Viglietti, que este año espera publicar su nuevo disco Canciones humanas, es optimista con la capacidad de la gente para asumir riesgos y forjar el cambio social. Pero aunque es un mito de la canción protesta, no solo eso han sido sus cantos, llenos de amor, paisajes y esperanza. "No se trata de hacer panfletos, aunque los hay necesarios, sino de intentar unir en el canto verdad y belleza, la ética cabe en la estética".
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