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Columna
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Doctor 'Lo'

Desde aquello que dijo Dios de "Hágase la luz", no se había atribuido tanta concentración de poder a un verbo transitivo. En la semántica mariana y sus asorayados productos subprime, hemos pasado del "Haremos lo que tengamos que hacer" al "Estamos haciendo lo que tenemos que hacer" y el "Hemos hecho lo que había que hacer, aunque no nos guste tener que hacerlo". No me cabe duda de que tarde o temprano llegaremos al "Lo que tenía que hacerse está hecho. ¿Queda alguien vivo por ahí abajo?".

Entretanto, cabe preguntarse qué hemos hecho los, por así llamarnos, deshechos en el hecho. Es decir, los perpetrados, los emprendidos, los consumados, los acometidos. Ni siquiera los votantes del PP hicieron otra cosa que despojarse de la posibilidad de hacer, creyendo que lo que hacían era arrebatársela al contrario. Los otros tampoco hemos hecho nada. No hacer nada es el rasgo más distintivo de la sociedad que hoy componemos. El aprendizaje de la pasividad ha sido largo, pero no difícil. Hemos abierto la boca y tragado las palabras que sustituyen a las verdades, y los eslóganes que violan y descuartizan las ideas. Nos hemos dejado hacer, salvo arranques de indignación tardía -por otra parte, perfectamente asumidos por el sistema y la fuerza pública, como se ha visto-, despatarrados y, en ocasiones, hasta gozosos. Hay un cierto deseo en nosotros, de vernos tomados de los pelos y arrastrados por el fango, pues algo habremos dejado de hacer para merecer esto. Ah, si tan solo nos acordáramos de qué era...

Así, hipnotizados por el transitivo verbo que anunciaba una milagrosa acción, los unos entusiásticos y los otros asqueados, hemos pasado por alto la importancia de la partícula lo. De ese artículo neutro, humilde, aparentemente aséptico que, en realidad, contenía toda la perversidad del programa.

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