Heino
Dos caras para un solo cantante
Fue el querubín de las amas de casa alemanas en los años sesenta. Todas querían tener un hijo como él. Limpio, apañado y con una voz de ruiseñor. Cuando los Beatles querían poner patas arriba el panorama musical, Heino vendía millones de discos cantando a la armonía de los prados y montes de la eterna Alemania, a los valles y a las vacas. Pero los nuevos tiempos trajeron gustos nuevos y de pronto ha surgido en los escenarios un sorprendente Heino en versión punk. Ésta sería simplemente una historia transformista, de un cantante en busca de nuevos mercados, si no fuera porque hay de hecho dos personas que dicen ser el verdadero Heino y que disputan su identidad ante los tribunales.
Heino fue el cantante de la mayoría silenciosa, por más que muchos de sus adversarios hubieran agradecido que se integrara en ella y callara por siempre. No fue así y las suaves melodías de este ya no tan joven líder del country alemán llevan 20 años lubricando fiestas populares en la República Federal de Alemania.Pero los tiempos pasan, los valores eternos ensalzados por Heino están en mal momento y la competencia es implacable. El bardo albino, que en sus días gloriosos vendió más de 20 millones de ejemplares de sus 43 discos sencillos y 31 elepés, no ha encontrado el año pasado más que 80.000 nostálgicos comprador s de su nuevo disco. Su casa discográfica, EMI, lo ha calificado como "el fracaso del año".
Pero las desgracias no vienen nunca solas. Ahora no sólo no le compran sus "nuevas canciones de amor", sino que además se pone en duda su existencia. Hay quien afirma que Heino no es Heino. O mejor, que Heino es otro Heino. Si bien no está nada claro si se trata de la provocación de un vil impostor o de un caso de desdoblamiento de personalidad. La inverosímil historia del doctor Jekyll y míster Heino.
Las viejecitas no podían creerlo. Con juvenil entusiasmo acudían este año a conciertos de Heino y comprobaban con estupor que se lo habían cambiado. Heino aparecía con su melena albina, sus gafas negras y su inefable jersei de cuello de cisne, pero cantaba con un grupo punk que se llama Tote Hosen (literalmente Pantalones Muertos , pero que significa en la jerga juvenil una pesadez) y se dirigía al público con una serie de barbaridades.
El Heino punk insiste en que es el verdadero y defiende su identidad contra toda sospecha. Vive en Berlín, en el barrio de Kreuzberg, una de las zonas de mayor ambiente nocturno y contracultural de la RFA. Su doble vive en un chalecito con parcela en Bad Muenstereifel y ha denunciado al berlinés. Le exige que suspenda inmediatamente sus apariciones en público como Heino.
Pero Heino, el punkie, no se deja intimidar, mantiene contra viento y marea que él es el único Heino verdadero y que el otro es un farsante. En sus actuaciones, después de cantar, no sin cierta maldad, algún antiguo éxito del Heino de los años sesenta como Caramba caracho, se dirige a su auditorio juvenil y le explica que "hay un impostor por ahí, un tiparraco que me ha demandado". En la entrada a sus conciertos cuelga siempre una copia de la demanda judicial en la que aparece la dirección del demandante, el otro Heino. Alguna vez ya ha sugerido que el que se anime vaya a hacerle "al tipo ese" una visita y le dé cuatro guantazos. El público responde entusiasmado ante la sugerencia. De momento, y a la espera del juicio definitivo que sentencie quién es quién entre los Heinos, la casa discográfica del trovador de público menguante ha logrado que se prohíba actuar al otro, al del público revoltoso.
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