Una salida forzada por las desavenencias
Las diferencias cada vez mayores entre Solbes y Zapatero sobre la solución a la crisis hicieron inevitable el relevo
El desenlace fue inmortalizado por los cámaras y fotógrafos el pasado 8 de abril: el hasta entonces vicepresidente económico, Pedro Solbes, cedía el testigo a su sustituta, Elena Salgado. Pero en realidad el guión de esta historia lo habían rematado dos de sus protagonistas un mes antes. Fue entonces cuando el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y Solbes se dieron cuenta de que hasta ahí había llegado su colaboración. Los serios desacuerdos sobre el camino necesario para levantar el vuelo de un país hundido en la recesión les habían convencido de que lo mejor era encontrar un reemplazo. "Fue una decisión meditada y compartida", señalan fuentes de Economía.
No era una novedad que el presidente y su ministro tuvieran puntos de vista discordantes. Asuntos como la subida del salario mínimo interprofesional, la entrada del gigante alemán E.ON en la pugna por Endesa o el cheque-regalo de 400 euros para todos los trabajadores se habían puesto en marcha con la negativa de Solbes. Pero el agravamiento de la crisis espoleó las diferencias hasta mostrar a las claras que ya eran demasiadas. "Simplemente, Solbes pensaba que España no podía ir más allá en gasto público y el presidente era de otra opinión", aseguran fuentes cercanas al ex ministro, ex comisario europeo, ex vicepresidente y hoy simplemente diputado raso.
"Uno está en política para hacer cosas; y si no puede se va", le reprocha el PP
"Nunca llegó a tener clara su función en el Gobierno", dice un dirigente del PSOE
"Solbes nació para esto y queremos que siga", proclamó Zapatero en 2008
"Mi impresión es que nunca acabó de tener claro cuál era su función en el Gobierno de Zapatero. Con Felipe [González, del que fue ministro de Economía y Hacienda de 1993 a 1996] siempre tuvo todo el mando de la política económica. Y eso que entonces no era vicepresidente", cuenta un dirigente socialista que prefiere guardar el anonimato.
A pesar de las diferencias que surgieron durante la legislatura, Zapatero pidió a su ministro que continuara después de las elecciones de 2008. "Pedro Solbes nació para esto y todos queremos que siga", proclamó el líder socialista en un acto multitudinario en el polideportivo de Leganés el 25 de noviembre de 2006. Con este movimiento, Zapatero daba un mensaje de confianza al mundo empresarial -sabedor de que al frente de la caja fuerte seguiría una persona poco dada a las extravagancias- y se marcaba un punto electoral. Se venía abajo el mensaje lanzado por Solbes de que su compromiso gubernamental concluía en 2008.
Era la época en la que el tío Pedro, como se le llamó en alguna ocasión dentro del Gobierno, ejercía de padre que ponía orden entre los ministros más díscolos y derrochones. Los días en los que el Gobierno negaba la existencia de una burbuja inmobiliaria y cuando el presidente se ponía como el objetivo para esta legislatura el pleno empleo. "Se trataba de una extrapolación. Si en cuatro años habíamos logrado aumentar de forma sustancial el empleo, ¿por qué no ir más lejos? Siempre vi esa declaración más bien como una ambición que como un análisis técnico", se vio obligado a justificar Solbes en agosto del año pasado.
La situación económica -"que es la envidia de muchos países", dijo ese día el presidente- todavía era una de las principales bazas del Gobierno. En esos días daba vértigo la posibilidad de prescindir de tan valioso vicepresidente.
El ex ministro Juan Manuel Eguiagaray, que se reconoce como poco neutral por ser su amigo, va en la misma dirección: "Solbes constituyó un factor de anclaje en la credibilidad del Gobierno y un elemento significativo de generación de confianza antes de las últimas elecciones".
El debate electoral entre el fichaje estrella del PP, Manuel Pizarro, y un Solbes con un ojo medio cerrado por una infección mostró lo acertado de la decisión. El vicepresidente desarmó con tranquilidad, ironía distante y datos los argumentos que entonces parecían agoreros del ex presidente de Endesa. Lo paradójico es que hoy se han revelado incluso optimistas. Pero el debate lo ganó Solbes y la estrella de Pizarro comenzó a apagarse al mismo tiempo que los españoles apagaron su televisor esa noche de febrero del año pasado.
El presidente aseguró a Solbes que en esta legislatura tendría todos los botones de la nave, algo que evidentemente no ha ocurrido. ¿Se ha sentido engañado por las promesas de Zapatero? "No. Simplemente las circunstancias han cambiado de manera radical, como no se podía prever. Y todos los presidentes en Europa se han puesto a la cabeza de la manifestación contra la crisis", responden en su entorno.
Tras ganar las elecciones, llegó el aluvión de malas noticias -hundimiento definitivo del sector inmobiliario, quiebra de gigantes como Lehman Brothers, sequía financiera en los mercados internacionales, aumentos del desempleo extraordinarios- y la sensación de cierto agotamiento por parte de Solbes.
En su entorno, niegan la mayor. "Si hubiera estado cansado, se habría ido una semana de vacaciones y habría vuelto recargado", dice un antiguo colaborador. "No era cansancio, era que estaba convencido de que había que aprovechar la crisis para hacer reformas estructurales, que serían dolorosas e impopulares, pero necesarias a medio plazo. Él no está de acuerdo con la imagen que se dio de que lo mejor era sentarse a esperar a que pasara la crisis y no hacer nada. Simplemente, es que no estaba de acuerdo en las cosas que había que hacer", añade una persona de su equipo más cercano.
No lo ve de la misma manera el portavoz de Economía del PP, Cristóbal Montoro. "Su problema ha sido la falta de decisión a la hora de promover reformas necesarias, como la tributaria, o la relajación de la ley de estabilidad presupuestaria. No sé si es porque no le han dejado hacer otra cosa. Pero uno está en política para hacer cosas y si no le dejan se va. La dignidad está por encima de cualquier otra cosa", dispara el dirigente popular.
La idea del vicepresidente era meter mano en esta legislatura a, entre otros asuntos, la flexibilización del mercado laboral, la reducción de la tarifa eléctrica con la que carga el Estado y la mejora de la competencia.
"Trabajó en un clima de dificultades, sobre todo tras las últimas elecciones. Su discurso no casaba con una política económica que trataba de paliar los efectos más sensibles de la crisis a corto plazo. Y ya no es que estuviera en contra de medidas como la devolución de los 400 euros, el cheque bebé o las ayudas de 210 euros al alquiler para jóvenes, sino que estas políticas se adoptaban sin encaje presupuestario, como una suma de decisiones inconexas. Solbes ha sido obediente, pero siempre expresó sus dudas y desacuerdos. Ahora es el presidente el que ha asumido la tarea de dirigir la política económica. Creo que ha sentido un enorme alivio al salir del Gobierno", afirma un ex ministro socialista.
Es esto lo que el propio interesado dejaba entrever en comentarios sólo en parte humorísticos, como el que hizo tras el cese del ex ministro de Justicia Mariano Bermejo. ¿Le envidia en algo?, le preguntó un grupo de periodistas. "Sí, en que es ex ministro", respondió.
La carcajada en la sala fue general, pero a muchos miembros del Gobierno no les hizo tanta gracia el chiste. Días más tarde, el pasado 8 de marzo, se vio obligado a dejar claro en el Congreso que no quería perder su puesto de trabajo, y atribuyó el comentario a su "humor mediterráneo". Cuando esto ocurrió, su salida del Gobierno ya estaba decidida. El ex ministro Jordi Sevilla, muy cercano a Solbes, reconoce que pudo ser un error el empeño por transmitir distanciamiento o hastío de su labor.
Sevilla recuerda que cuando le llamó por teléfono el día siguiente a las elecciones de 2004, que devolvían a los socialistas al poder tras los ocho años de Aznar, Solbes ni siquiera intuía que iba a ser vicepresidente. Y que tampoco le apetecía, por lo que tuvo que intervenir Felipe González para convencerle.
"Ya en 1996, cuando perdimos las elecciones, él abogaba por dejar paso a las nuevas generaciones y renovarse. Y en 1991, antes de ser nombrado ministro de Agricultura, ya tenía pensado abandonar la Administración Pública para irse a trabajar al Consejo Superior de Cámaras de Comercio. Si ha seguido siempre es por sentido de la responsabilidad", afirma Sevilla, que dio sus primeros pasos en las altas instancias de la política como jefe de gabinete de Solbes en los Gobiernos de Felipe González.
La discusión en el Congreso de los Presupuestos, en septiembre de 2007, sirvió para que Solbes diera una muestra de su carácter. Durante el debate parlamentario le informaron de que su hermano pequeño había muerto. El vicepresidente siguió la discusión en el debate, aprovechó el receso del mediodía para ir al tanatorio y reunirse con su familia, y más tarde volvió al Parlamento para defender el proyecto de las cuentas públicas del Ejecutivo. Tras este golpe, el más reciente de la muerte de su madre y la salida del Gobierno por la puerta de atrás, es posible que el hombre que ha dirigido la economía en el último lustro se esté acordando de la frase de un amigo suyo que, con su particular "humor mediterráneo", le gustaba repetir: "Las cosas están tan mal que parece el año que viene".
González: "Un servidor público"
Cuando se le pide una anécdota que defina la personalidad de Pedro Solbes, Felipe González no tiene dudas. "Su antecesor en Agricultura, Carlos Romero, era el típico ministro que llevaba cuatro propuestas al Consejo sabiendo que ninguna de las tres se iba aprobar y que la cuarta, que era la que realmente le interesaba, la acabaríamos aceptando por puro aburrimiento, porque daba apuro decirle a todo que no. Solbes era todo lo contrario. Jamás proponía algo en lo que no creyera", cuenta el ex presidente del Gobierno, que lo recuerda siempre templado, como una roca. "Era rarísimo oírle dar un grito".
A González no se le acaban los elogios para hablar del hombre que eligió como sustituto de Carlos Solchaga para hacer frente a tiempos difíciles: "Es un caso excepcional de persona que se ha dedicado al servicio público 40 años con una entrega total. En todos los puestos ha mostrado un gran sentido de la responsabilidad. Los últimos años podría haberse jubilado o tener un trabajo donde habría ganado el triple". Solbes, dice el ex presidente, comprendió bien el tipo de crisis al que se enfrentaba en 1993, y por eso salió bien parado. Se trataba entonces de una recesión en forma de v, con una caída relativamente intensa y una recuperación rápida. "El resultado de los Presupuestos que elaboró Solbes para 1995 es que ese año ya estábamos creciendo. Y este Presupuesto era tan sólido que, cuando ganó el PP, Rodrigo Rato tuvo el buen criterio de prorrogarlo", añade González.
¿En esta ocasión le ha fallado el ojo?, ¿no se ha dado cuenta de la que se nos venía encima? "El problema no es que Solbes no se diera cuenta, sino que nadie ha hecho un diagnóstico preciso de la crisis, por eso me preocupa tanto lo que está pasando. EE UU está haciendo tres veces más esfuerzos que Europa, que no se está dando cuenta de que esto es una emergencia mundial. Hablo de toda Europa, no de un país u otro", responde González.
Y es en el ámbito europeo donde el ex presidente realza más la figura de Solbes. "Una de las dos o tres personas más respetadas en Bruselas", asegura. "Tengo la impresión de que le irritaba mucho que cada país europeo tomara primero una política y luego todos intentaran coordinarlas. Él veía todos los temas a la vez desde una perspectiva española y europea".
González repite a menudo una frase del ex primer ministro sueco Olof Palme, que recomendaba a los jefes de Gobierno que apoyaran siempre a los ministros de Economía, aunque se equivocaran ¿Cree que Zapatero no ha seguido esta máxima? "Palme ya matizaba que había que apoyarlo al 95%, y que el otro 5% debía quedárselo el presidente por si acaso", responde, con un toque de humor. -
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