Nuevos en la estantería
Son pocos los títulos que logran colarse en las mesas de novedades y muchos los que quieren estar. Los libreros se quejan de la saturación del mercado editorial -3.400 sellos publicaron
77.000 libros a lo largo de 2005- pero existen algunos osados que han encontrado un nicho de obras que los grandes nunca publicarían y se han lanzado a crear nuevos sellos. Una aventura que desde hace un lustro no está resultando tan descabellada como podría suponerse, aunque en 2005 novecientas editoriales no publicaron nada. Su selección de obras -entre 12 y 20 al año- seduce a una minoría -vender 2.000 ejemplares ya es todo un éxito- y su intensa labor -la mayoría trabajan solos con colaboración externa- ha sido recompensada por el resto del sector. Los libreros de Cataluña, por ejemplo, acaban de conceder el Premi Llibreter 2006 a El quinto en discordia, de Libros del Asteroide.
Los anticipos a los autores han bajado, pero es muy complicado que un escritor se fidelice con uno de los sellos pequeños
La tirada media de un libro en España es de 4.600 ejemplares. Las pequeñas rondan los 1.500
A unas 300 librerías les interesa apostar por ellos como elemento diferenciador de su negocio
Están obligados a editar de forma constante para fidelizar al lector, pero corren el riesgo de que el resultado no sea una obra cuidada
Javier Cambronero, de UDL, distribuidora de la mayoría de estos sellos independientes, habla de una "tendencia hacia la dualización del mercado, provocada por los que buscan fondos de edición de temática selecta". Una inclinación, según Cambronero, propulsada desde hace cinco años "por la bonanza económica, las inquietudes culturales de las nuevas generaciones y la viabilidad de la edición como alternativa profesional para personas formadas, por ejemplo, con máster de edición o en las escuelas de escritura".
"Es como quien escribe una carta a los Reyes Magos. Nos preguntamos: ¿qué nos gustaría leer que no esté en castellano? Esto. Compramos los derechos y lo traducimos", cuenta el proceso Jesús Llorente, uno de los cinco socios de Acuarela, "un hobby serio". Su método lo siguen casi todos los recientes editores. Tiran de sus escasos ahorros y créditos -hay quien llega a hipotecar su casa- para empezar, así que no pueden pujar en subastas -salvo si son de poesía y, en algún caso, ensayo- y optan por editar perlas de la literatura olvidadas o nunca editadas en España y, en menor medida, jóvenes promesas. Eso les convierte, según ellos mismos, en "francotiradores".
Los anticipos a los autores son menores que hace una década, pero aun así es muy complicado que un escritor se comprometa con uno de los pequeños. "Ellos apuestan por una editorial y esperan a ver si hay rendimiento con los derechos", dice Enrique Redel, de Funambulista. Pepo Paz, dueño de Bartleby, una editorial centrada en la poesía, se muestra comprensivo: "Yo entiendo que, después de sacar un libro conmigo, si le llama Anagrama se vaya corriendo. Y por eso incluyo una cláusula en el contrato por la que, al menos, me enseñen a mí el siguiente libro antes que a otras editoriales".
"Se ha pasado de la centrifugación a que exista un hueco para nuevos proyectos", sostiene Julián Rodríguez, de la extremeña Periférica. Y eso que, en su opinión, ha sido un mal año para la industria cultural: "Los distribuidores no viven de nuestros libros sino de los mediáticos y no han sido unos meses interesantes. Hay pequeños editores que piensan que somos una alternativa a los grandes grupos, pero muchos excelentes escritores están ya en ellos".
Sus tiradas son bajas -entre 1.500 y 3.000 ejemplares- y es que no pueden dar un paso en falso. "La idea no es hacerse con un éxito de ventas sino tener long-seller. Hacer un catálogo de libros perdurables, que dejen rastro", sostiene Valeria Bergalli, de Minúscula. La apoya Diana Zaforteza, de Alpha Decay, que tiene como socia capitalista a la reina de los agentes literarios, Carmen Barcells: "Que conste que no publicamos a ninguno de sus autores. Se ha involucrado porque le gusta nuestro espíritu contra cultural. Por ejemplo, que saquemos literatura africana".
¿Cuántos títulos sacan al año? Ésa es la duda. Diego Moreno, que creó el pasado marzo Nórdica Libros, aspira a editar entre 10 y 12 volúmenes anuales: "No queremos saturar al librero. Además, siendo dos no podríamos trabajar a gusto y cuidar de todos los detalles si fuesen más". Luis Miguel Solano, de Libros del Asteroide, apuesta también por la misma suma: "Un libro empieza a ser rentable a partir de los 1.300 ejemplares vendidos si se ha traducido. Hay que diversificar, porque una editorial es un proyecto cultural pero también una empresa. Si falla una de las dos partes, el negocio no funciona". También lo piensa Carola Moreno, de Barataria: "Con muchos libros se pierde el control del proceso y la relación con los autores, la imprenta y los distribuidores".
José Pons, de Melusina, en cambio, no se resigna a editar en Barcelona 12 obras y aspira a una veintena anual: "Hay que llevar ese ritmo para que los libreros sepan que estás, los clientes se familiaricen con la editorial... Además, en ensayo no hay la saturación de la narrativa, salvo el tema de la Guerra Civil o la Segunda Guerra Mundial".
De números sabe mucho el economista Javier Santillán, propietario desde 2004 de la madrileña Gadir, que aspira a alcanzar la velocidad de crucero con 22 títulos anuales. "Mucha gente no sabe dónde se mete cuando crea su propia editorial. Por más que te lo digan, no te haces a la idea. El mercado está saturado pero hay muchos lectores desorientados que leen lo que el marketing les guía y ése es nuestro hueco", opina Santillán, que ha convertido al escritor italiano Dino Buzzati en su buque insignia.
Para estos editores no existen los fines de semana ni las vacaciones. Muchos compatibilizan esta labor con otros trabajos que les dan de comer. Julián Viñuales es el hombre orquesta de un "proyecto guerrillero". Está al frente de la discográfica Global Rhythm, que se volcó en los libros al editar su hoy superventas, Crónicas, las memorias de Bob Dylan. Hoy compra derechos de libros que publicará en 2009, una estrategia que económicamente no pueden permitirse otros sellos, que ante su fragilidad se contentan con tener el catálogo en la cabeza.
Cambronero se plantea la apuesta en la distribución por los marginales "como un I+D" a largo plazo, y éstos dicen estar contentos con la labor de los distribuidores. No tan complaciente se muestra Paco Goyanes, que regenta desde hace 23 años la librería Cálamo, de Zaragoza: "La distribución es sin duda el eslabón más débil de la cadena. Yo tengo dadas de alta 1.400 distribuidoras y así no hay quien trabaje. Tenía que ser como en Alemania, donde se tienen dos o tres".
Conquistar las áreas comerciales se antoja para los editores inaccesible, pero no las librerías de siempre. Y no hay mejor arma para ganarse su confianza que conocerlas personalmente. Lo sabe bien Solano, de Asteroide, que peregrina por las tiendas de toda España. "No son tantas las librerías que nos interesan. Entre 300 y 500, y conocerlas facilita mucho las cosas". Por lo bajo calcula el distribuidor de UDL: "Hay unas doscientas tiendas que quieren un concepto diferenciado. Se concentran en Madrid y Barcelona y tienen que hacer un trabajo de fidelización de la clientela".
Goyanes, gracias al Premio Cálamo que desde hace seis años concede su librería, tiene trato con muchos editores y autores: "Durante unos años se perdió la costumbre de conocer a los editores. Se dejaba en manos de los distribuidores y ahora se han dado cuenta de lo fundamental que es que conozcamos sus inquietudes".
Sin las nuevas tecnologías no se concibe el trabajo de las pequeñas editoriales. El socio de Enrique Redel, de Funambulista, Max Lacruz, vive en Luxemburgo y ambos se coordinan desde hace dos años con el correo electrónico, las webcam y reuniones trimestrales en Barcelona. "Es un contacto intenso y fecundo", asegura Redel. Pepo Paz, de Bartleby, estableció una relación vía electrónica con la viuda de Raymond Carver, a quien propuso editar las poesías de éste, cuyos derechos, en manos de Mondadori, vencían en ese momento. Ella aceptó y Sin heroísmos, por favor, con 2.300 ejemplares vendidos, es hoy el best seller de Bartleby.
"Con la web te ahorras muchos pasos para llegar al autor. Antes tenías que ir de agencia en agencia", recuerda Viñuales, de Global Rthym Press. Pons, de Melusina, sostiene incluso que las ferias han dejado de tener sentido para conocer a los autores. José Ángel Zapatero, de la palentina Menoscuarto, no comparte esta idea: "Hay que asistir a las ferias: te sugieren autores, ves cómo se hacen otros libros fuera...".
Aliarse con otros sellos es una buena táctica y por eso Valeria Bergalli decidió que Minúscula a la Feria de Francfort acudiese asociada con las italianas Nottetempo y Voland y la franco-francesa Les Allusifs. "Hay que fomentar la relación entre editoriales de distintos países y las tres compartimos la misma política".
Vender sus libros por Internet no les convence. "Yo compro libros extranjeros de esta forma, pero me parece que el lugar de los libros son las librerías, con los libreros que entienden", argumenta Juan Ramón Ortega, de La poesía, señor Hidalgo, que tiene Lo más importante es saber atravesar el fuego, de Charles Bukowski, como su libro más vendido. Por el momento prefieren remitir desde sus páginas web, meramente corporativas, a librerías virtuales que venden sus obras. Además, los blogs han abierto unos excelentes canales de difusión para sus títulos y les sirven también para pulsar la reacción de los lectores en el extranjero de obras que les interesa publicar.
"Un día los grandes editores que están detrás de las grandes editoriales se retirarán y tendrá que haber un relevo. Es ley de vida y yo soy optimista. En estas editoriales personales veo futuro", asegura Cambronero. Por algo será que distribuye a la mayoría.
Otros sellos con marca
En la jungla editorial subsisten otras editoriales modestas en medios y resultados. Es el caso de La uña rota (www.larota.es), un sello segoviano que empezó hace diez años editando un libro de fotografía a un amigo y distribuyendo ellos mismos los ejemplares -entre 300 y 500- por su ciudad y alrededores, y que hoy cuenta con un radio de acción más amplio. "La única forma de mantenernos es sacar un libro -1.000 ejemplares de tirada- con el dinero del anterior", cuenta Carlos Rodríguez, uno de los cuatro socios, convencido de que para salir a flote no queda otra que crear una "marca de la casa".
La editorial navarra Laetoli (www.laetoli.net), fundada hace dos años, confía en su expansión. "Sacando 12 libros al año se consigue el punto de equilibrio", piensa su dueño, Serafín Senosiáin. "En divulgación científica, por ejemplo sobre el cambio climático, hay un hueco claro. Se edita menos ensayo que en otras épocas y muy poco si se compara con otros países de Europa. En cualquier tienda de un aeropuerto extranjero hay una pared entera de ensayo. Aquí esto es hoy impensable, pero puede cambiar", sostiene Senosiáin, que ha vendido 6.000 ejemplares de Historia de un átomo, de Lawrence Krauss.
En Madrid acaba de iniciar su andadura, con libros inéditos de autores españoles consagrados, Rey Lear (www. reylear.com). En esta ciudad también se mantiene Kailas (www.kailas.es), relacionada con el pensamiento alternativo, y donde publica desde 1990 Catarata (www.loslibrosdelacatarata.org), con afán divulgativo y partidaria de causas que no cuentan con muchos apoyos, además de Odisea (www.odiseaeditorial.com), de temática gay o Sexto Piso, que ha sacado en cómic Por el camino de Swann, de Marcel Proust. En Barcelona está la subversiva Virus (www.viruseditorial.net) y Poliedro, que toca temas diversos.
Muchos sellos se comprometen con los autores locales -en Córdoba Berenice (www.editorialberenice.com), en Gijón Libros del Pexe, en Tenerife Artemisa (www.artemisaediciones.com) o en Guipúzcoa Hiru (www.hiru-ed.com)- y otros, como el almeriense El Gaviero (www.elgaviero.com) cuidan sus ilustraciones.
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