¿Para qué sirve una escalera?
El arte conceptual y la regeneración urbana se mezclan en la original propuesta del creador británico Martin Creed para el Festival de Edimburgo
"Nada tiene sentido sin la gente; son las personas las que activan las cosas". Si esas palabras de Martin Creed -dichas hace unos meses en Vigo- pueden valer para cualquier obra de arte, probablemente todavía más para las suyas. Es evidente que el espectador ha de poner algo de su parte al enfrentarse al trabajo minimalista de este artista inglés. La cuestión adquiere otros sentidos con la pieza que ha creado para el Festival de Arte de Edimburgo: unas escaleras sacadas de un contexto artístico para integrarse en el espacio urbano cotidiano de la entrada a la estación de tren de Waverley.
A lo mejor a Creed (Wakefield, Inglaterra, 1968) le hace gracia que cientos de transeúntes puedan pasar por allí cada día con prisas hacia alguna parte, sin reparar en absoluto en que cada uno de los 104 peldaños están ahora revestidos de un mármol de diferentes colores. Así lo cree Catriona Gallagher, estudiante de la Escuela de Arte de Edimburgo, mientras baja las escaleras junto a su madre, Sue, de visita desde Newcastle.
Al artista inglés le preocupaba mucho acometer una obra permanente
Pero lo cierto es que es difícil no reparar en las renacidas scotsman steps, o work No. 1059, no solo por lo evidentemente llamativo -"¿ha visto que con el agua cambian los colores del mármol? Y aquí llueve mucho...", apunta Sue Gallagher-, sino por contraste con lo que allí había antes. "Estaba sucio, había partes rotas y pintadas", cuenta Paul Macnamara, trabajador del hotel contiguo a las escaleras.
El mérito de la mejora urbana cuenta, por tanto, antes de empezar a discutir la calidad artística de la obra, o su mera existencia como tal, un debate que ha acompañado el trabajo de Creed, por ejemplo, cuando le dieron el prestigioso premio Turner en 2001 por una pieza consistente en una habitación vacía con luces que se encendían y apagaban. O en 2008, cuando puso a un atleta a correr por la Tate Modern de Londres.
La Fruitmarket Gallery -ubicada a la salida de las scotsman steps- encargó a Creed la obra para las escaleras hace más de dos años y se lo propuso al Ayuntamiento de Edimburgo como parte de las obras de renovación del pasadizo, construido en 1899. Debía ser parte de la exposición del artista inglés en esa galería para el festival del año pasado, pero no llegó a tiempo. Aquella muestra consistió en pilas y progresiones de distintos tamaños de plantas de cactus, sillas, mesas, piezas de lego, planchas y cajas; y la escalera central se convirtió en un sintetizador en el que cada pisada era una nota musical diferente (Creed también es músico).
Ahora, por fin ha llegado su trabajo para las scotsman steps, que tiene mucho que ver en algunos sentidos con aquella exposición, pero es muy distinto en otros. Para empezar, a Creed le preocupaba mucho acometer una obra que va a ser permanente y sabía desde el principio que, hiciera lo que hiciera, quería que el resultado fuera funcional. También ha explicado esta obra en términos musicales -"las escaleras siempre serán un tipo de escala"- y que un paseo por los escalones, hechos con 104 mármoles llegados desde 104 puntos distintos del planeta, es como un viaje por el mundo. A lo mejor solo buscaba la belleza: "Me hace muy feliz mirar el mármol. No sabía cuál elegir, así que decidí usarlos todos o, al menos, todas las variedades que pudiera encontrar".
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