Vuelve el (buen) cine de los 80
Con 'Súper 8', el gran estreno del verano, retorna el espíritu de filmes como 'E. T.' o 'Los Goonies' - Produce Spielberg y dirige J. J. Abrams, creador de 'Perdidos'
Presume J. J. Abrams (Nueva York, 1966) de conservar en algún rincón de su casa un regalo que le hicieron de crío y jamás abrió. Lo llama "la caja del misterio". En realidad no es más que una caja de una tienda de magia (adoraba hacer trucos) que contiene, presumiblemente, juegos de cartas y otras fruslerías para jóvenes prestidigitadores. Para él sintetiza el espíritu creativo. "Representa las posibilidades infinitas, la esperanza, el potencial", repite como un mantra cada vez que se le pregunta. La metáfora de ese objeto es el axioma de toda su carrera. Más que ningún otro autor audiovisual del siglo XXI, el artífice de Perdidos, que ahora estrena Súper 8, llamada a ser una de las películas del año, ha convertido lo desconocido, lo misterioso, en el principal pivote de cualquier historia. También, en su garantía de éxito.
Abrams: "Lo que antes era fuera de la norma ahora es de consumo masivo"
En la historia caben la defensa de los valores familiares y el romanticismo
"Con su optimismo, Spielberg ve la mejor versión de las cosas", dice el director
No todo es éxito en la carrera del cineasta: su serie 'Undercovers' ha sido cancelada
La marca Abrams arrastra legiones de fans. Aunque la mayoría de sus obras pueda entenderse como destinada a devotos del género (desde el espionaje fantástico de la serie Alias hasta el relanzamiento del universo Star Trek), su habilidad para conectar con el gran público forma parte de ese misterio encerrado en la caja. Desde su oficina en Santa Mónica, resta importancia al secreto. "Todos, nos sintamos héroes o víctimas, llevamos un freak dentro. Esa es la razón por la que la ciencia-ficción es tan popular, o por la que muchos de los taquillazos acuden a la ciencia-ficción. Porque a todos nos atrae ver cosas asombrosas, que nos produzcan extrañeza, que reten nuestro sentido de la realidad. Lo que antes se consideraba fuera de la norma ahora es producto de consumo masivo".
Con Súper 8, la primera película que escribe y dirige al mismo tiempo, la fórmula le vuelve a funcionar. Ha costado unos 90 millones de dólares (63 millones de euros) y ya ha recaudado más de 125. En España la veremos a partir de este viernes. En ella recupera la mística del buen cine de los ochenta, de aquellos filmes con la impronta de Steven Spielberg, productor además de este largometraje milimétricamente medido para contentar a todos los públicos.
No está basada en ningún juguete (como Transformers), ni en superhéroes de cómic (Green Lantern o Capitán América), ni en novelas gráficas de nuevo culto (como Cowboys & aliens). Frente a otros taquillazos de este verano, se presenta como un proyecto 100% original. Aunque la sombra de Spielberg se proyecta en cada fotograma. Tras la premisa -unos chavales que quieren rodar una película de zombis con una cámara super-8, en el Idaho de 1979, presencian el descarrilamiento de un tren nocturno del que escapa algo de otro mundo- se desata, en la estela de aquel cine de hace 30 años dirigido a adolescentes de todas las edades, un explosivo trabajo de monstruos donde caben el romanticismo adolescente, los ritos de paso a la madurez y la defensa de los valores familiares. "Hay gente que considera que el cine de Spielberg tiene un grado de sensiblería infantil, y lo encuentra enervante. Es curioso, porque yo no considero que trate de manera infantil el mundo adulto o el intelecto del espectador. Esa niñez a la que apela proviene de su optimismo innato: él es capaz de ver la mejor versión posible de las cosas. Incluso sus películas más oscuras, atemorizantes y reales, desde La lista de Schindler hasta Encuentros en la tercera fase, desde Parque Jurásico hasta Múnich, si las reducimos a lo esencial, están narradas desde ese optimismo".
Viniendo del productor que se cargó a todo Manhattan en Monstruoso cuesta creer que comulgue completamente con su bienintencionado maestro. "Bueno, es que optimismo no siempre es igual a final feliz", puntualiza.
Más que una alianza generacional estratégica, lo suyo con Spielberg parece predestinación. Ambos tuvieron su primera cámara super-8 a los 12 años. Abrams, hijo de productores de Hollywood, era un devoto absoluto de Spielberg y George Lucas, claro, y también de John Carpenter y La dimensión desconocida. Estaba suscrito a media docena de revistas que atendía a los aspectos más técnicos del cine. Llegó a cartearse con Dick Smith, responsable del maquillaje de El exorcista, que le envió la lengua pútrida que lució Linda Blair. "Otros chavales hacían deporte, yo musculaba mi capacidad para hacer cine", recuerda entre risas.
Junto a su primer colega de correrías fílmicas, Matt Reeves (con quien acabaría debutando con la serie Felicity), llamó la atención en un concurso para jóvenes cineastas en Los Ángeles. Spielberg leyó un artículo donde reseñaban su talento y decidió dejar en manos de estos dos novatos la restauración de sus películas de juventud... en super-8. Fue su primer sueldo: 150 dólares.
Su reencuentro no se produciría hasta la película Casper, en 1995, cuando le solicitaron alguna reescritura del guion y Spielberg, productor del filme, se quedó con su habilidad para pulir historias. Le llamó para revisar el guion de La guerra de los mundos, pero Abrams no pudo involucrarse de lleno: estaba demasiado ocupado entre el final de Alias y el alumbramiento de Perdidos. Tom Cruise, que se había tragado dos temporadas de Alias en apenas unos días, le ofreció Misión: Imposible III. Y Abrams pasó de no haber dirigido cine en su vida a estrenarse con una superproducción de 100 millones de euros.
Codearse con Spielberg solo era cuestión de tiempo. "Le llamé con una idea algo vaga. Quería hacer una historia no fantástica sobre cómo veían unos chavales el mundo a través de una cámara super-8, sobre el tránsito a la madurez. Tuvimos reuniones con algunos de los mejores guionistas de Los Ángeles, pero no cuajaba la cosa; resultó bastante frustrante". Al mismo tiempo, Paramount había comprado a Abrams la idea para una película de terror sobre los experimentos gubernamentales basados en la vida marciana a principios de los setenta en el área 51. "Al contrario que la otra, esta tenía un arranque bastante bueno: la extraña desaparición de uno de esos trenes nocturnos militares. Al medio año se me ocurrió juntarlas". Et voilà: Súper 8 estaba en marcha.
Se podría pensar que Abrams se ha allanado el camino hacia un éxito seguro. Sin embargo, su última teleserie, Undercovers, sobre matrimonios de espías, ha sido fulminantemente cancelada tras el fracaso de su primera temporada. "Estaba tan empecinado en hacer algo sexi, efervescente y divertido que descuidé el grado necesario de conflicto, no había ningún gran secreto detrás con que enganchar al público", admite. Sus próximos retos en televisión son Person of interest (que se estrena en septiembre en EE UU y alía a un millonario y a un antiguo agente de la CIA contra el crimen gracias a una máquina para predecir el futuro) y Alcatraz (donde embarca a Jorge García, el gordito de Perdidos, en la investigación de la extraña reaparición en el presente de 300 guardias y prisioneros de la renombrada prisión).
Entretanto, continúa con la serie Fringe, ejerce de productor de la cuarta parte de Misión: Imposible y ultima las negociaciones para dirigir Star Trek 2. "¿Tiempo libre? Lo empleo haciendo entrevistas", bromea.
Y se pone más serio para revelar su auténtica ambición para un futuro próximo. "Una de mis secuencias favoritas en Súper 8 es una en la que Elle Fanning le cuenta un secreto muy personal a Joel Courtney [los dos niños protagonistas]. Es un momento íntimo, centrado en dos personajes hablando frente a frente. Conseguir un efecto emotivo es algo aparentemente sencillo, pero muy difícil, a veces más complicado de abordar que una secuencia plagada de efectos especiales. Ese es mi objetivo a medio plazo: rodar algo que no involucre necesariamente nada venido de otro planeta". Después de todo, puede que J. J. Abrams haya descubierto que el enigma más indescifrable del universo son las emociones humanas.
Árbol cineológico
El aroma genuino de Súper 8 se desprende, en realidad, de la suma de algunos otros momentos esenciales del cine fantástico y juvenil. He aquí algunos ingredientes de la receta.
- Llegó del más allá,
de Jack Arnold (1953). Son muchas las películas de ciencia-ficción desarrolladas en la guerra fría que convierten el miedo a lo extraño o lo extranjero (ya sea de Marte o de la URSS) en su máximo activo. Súper 8 homenajea abiertamente las teorías de la conspiración y el fenómeno ovni de la serie B.
- E. T., de Steven Spielberg (1982). La más célebre alianza entre un extraterrestre huérfano y un chaval marcado por el abandono paterno de la historia del cine. Abrams recoge el testigo del hogar monoparental refundado gracias a la intervención marciana.
- Los Goonies, de Richard Donner (1985). Cuando Spielberg escribió su guion con Chris Columbus, lo planteó como la película de aventuras definitiva para cualquier chaval de 14 años. Es la única que han visto todos los chicos de Súper 8.
- Monstruoso, de Matt Reeves (2008). Abrams, aquí productor, hizo un tráiler tan intrigante como el de Súper 8.
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