Terror inquietante
En 1998, una modesta pero abrumadoramente efectiva peripecia de terror japonés, The Ring, colocó en el panorama internacional el nombre de Hideo Nakata, su director, precipitó una catarata de continuaciones y remakes americanos (ya vamos por la cuarta entrega de aquella propuesta) y puso de moda el filón de las historias de fantasmas vengativos, de larga y muy respetable tradición tanto en la literatura como en el cine nipón.
El nombre de Nakata aparece unido ahora, en uno de esos matrimonios a los que la globalización cada vez nos tiene más acostumbrados, al del brasileño Walter Salles, cuyo éxito internacional con Diarios de motocicleta ha propiciado su debú en el cine estadounidense. Y lo hace con la versión yanqui de otra peripecia de Nakata, Dark water, como The Ring, "una de fantasmas", y como ella, de probada efectividad.
LA HUELLA / DARK WATER
Director: Walter Salles. Intérpretes: Jennifer Connelly, John C. Reilly, Tim Roth, Ariel Gade, Dougray Scott, Pete Postlethwaite. Género: terror, EE UU 2005. Duración: 105 minutos.
Sirve de base, junto al guión de la versión japonesa escrito por Nakata, una novela, original de Kôji Suzuki, convenientemente modificada su trama para hacerla comprensiva al público occidental. Dicho más directamente, que lo que en la primitiva versión japonesa se explicaba poco (por qué una mujer vivía sola con su hija, por qué habitaba aquella casa un fantasma tan empecinado) se hace aquí más explícito, sin perder por ello el resto su efectividad.
Pero en lo sustancial, es decir, en la soledad de la mujer (Jennifer Connelly: a ella hay que adjudicarle buena parte del gancho de esta versión), en la angustia que creaba el edificio (aquí aún mayor) y en el perseverante fantasma, ambas versiones concuerdan. Si acaso, se crea alrededor de la heroína un halo de desconfianza, una falla que, como la gran mayoría de los dudosos héroes del cine comercial contemporáneo, la corroe por dentro. Y se aliña el asunto con un problema de orden judicial que no figuraba en el original, la custodia de la infaltable niña, elemento humano crucial para el buen desarrollo de los sustos anexos a la propuesta.
El resultado es un remake ágil e interesante, bien rodado por un Walter Salles que demuestra su solvencia alejado del cine con ribetes sociales a que nos tenía acostumbrados. La creación de una atmósfera sofocante y angustiosa, el manejo de los ingredientes más habituales del género para presentarlos como algo propio y la opresión general que crea en el ánimo del espectador lo que se le está contando hay que apuntarlas en el haber del director de Estación Central, al tiempo que todo eso aleja la propuesta de la rutina y la convierte en una estimulante historia con sólidas bases. Qué más se puede pedir.
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