Retrato de perfil, mirada de frente
El fotógrafo Raúl Cancio resume su carrera en 'Simplemente... periodismo'
Entre la primera portada que firmó en un diario y la última median decenas de miles de disparos, más de 45 años y algunas lecciones. La primera: retratos frontales siempre. Cuando Raúl Cancio (Madrid, 1943) entró en el diario Pueblo tenía 20 años y osadía. Le encargaron un retrato en el café Gijón. Lo hizo de perfil. "Se publicó pero mis jefes me regañaron mucho porque un retrato tiene que ser de frente". ¿Y ahora, retirado del día a día, qué piensa? "Salvo excepciones, estoy de acuerdo".
En Simplemente... periodismo, editado por la Asociación de la Prensa de Madrid, le da la razón a aquellos jefes. No hay más que ver el de la escritora Doris Lessing, limpio, sencillo. "La retrató con un clic, como yo no supe hacerlo usando no sé cuántas palabras", escribe Maruja Torres, compañera en aquella entrevista. Algo similar dirá Juan Cruz a propósito del retrato, elegante y melancólico, de la filósofa María Zambrano, boquilla en mano, a su regreso del exilio: "Vale más que las 1.510 palabras de que constó mi entrevista".
Raúl Cancio recibió a Salvador Dalí en cuclillas en el hotel Palace de Madrid para enmarcar los rasgos que hicieron Dalí a Dalí: bigote y mirada. Los retratos, de frente. Y de cuando en cuando alegorías como las piernas neoclásicas de Perico Delgado, en perfecto equilibrio sobre los pedales, a punto de despedirse del ciclismo. O el portero Iribar saltando sin balón y con el rostro desenfocado sobre un fondo de 3.500 aficionados con gesto de asombro nítidamente enfocado. Cancio ve donde otros miran (y en deportes, más). "Todo el mundo sabe mirar fotografías, pero solo unos pocos ven fotografías", sostiene.
Durante cuatro décadas, Raúl Cancio sobrellevó el estrés de decidir la foto de las primeras páginas de EL PAÍS y, antes, de Pueblo. 64 de las firmadas por él figuran en este libro. "Es difícil hacer una buena foto de prensa, disparas y sabes que nunca volverá a pasar ese momento por el objetivo de la cámara, que es irrepetible".
Irrepetible fue el desplome de Marion Jones en la calle tres en el Mundial de Atletismo de 1999: el mito tocaba tierra y, en breve, tocaría fondo. Irrepetible fue el viaje de Cancio a las celdas de Carabanchel cuando los motines y asesinatos eran moneda corriente. Y también irrepetible resultó la expulsión de Nigeria en pleno conflicto en 1969. "Si volviera a nacer", avisa, "llamaría a la misma puerta".
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