EL PEÑóN DONDE NACIÓ ARTURO
El rey Arturo, si existió, fue concebido aquí, en el castillo de Tintagel, por arte de magia. La leyenda artúrica nace en esta peña remota de la costa norte de Cornualles (Reino Unido), a la que sólo se puede acceder, previo pago de 4,9 libras (5,74 euros), por unas empinadas escaleras no aptas para quien sufra de vértigo. La peña oculta la cueva del mago Merlín, el alcahuete esotérico que transmutó a Uther Pendragón en el rey Gorlois, dueño de la fortaleza, para que mantuviese con este engaño un encuentro sexual con la bella Yngrain, de la que nació, si alguna vez existió, el caudillo celta Arturo.
Hay que ponerse en situación. A Tintagel pueblo sólo se llega por carretera. Es un destino turístico muy británico. Y el tiempo variable de Cornualles hace aconsejable no abandonar el chubasquero. Una vez llegado al pueblo, conviene cumplir la tradición. Lo primero es hacerse con un cornish pasties, una empanada rellena de carne (ternera o cordero, fundamentalmente) que es la delicia local. Luego hay que caminar hasta lo que queda del castillo.
La playa bajo las ruinas del castillo conduce hasta la cueva de Merlín
La fortaleza fue construida en el siglo XIII por Richard de Cornualles (y derruido cada dos por tres por su deficiente construcción al borde de los acantilados). A la vista de dónde se encuentra y lo difícil del acceso, uno se pregunta qué llevaría a celtas y romanos a instalarse aquí. O qué llevaría a situar en esta peña la leyenda de los amoríos de Tristán e Isolda, a despecho del rey Mark, el de orejas de asno. A la pareja, unida por el arte de un filtro de amor, se la supone enterrada en este paraje, con una de las zarzas que pueblan el paisaje uniendo las tumbas de ambos.
Lo de Richard Earl parece más claro: se instaló en este peñón en el siglo XIII buscando para su linaje cierta legitimidad, por vivir allí donde se sitúa el nacimiento de Arturo, el caudillo celta que se enfrentó a los invasores sajones. Ya en el siglo XII, el monje y escritor Geoffrey de Monmouth conectó a Arturo con Tintagel. Pero fue sir Thomas Malory quien lanzó al mundo la leyenda artúrica, con su Ginebra, los caballeros de la Mesa Redonda y hasta el Santo Grial, ese que muchos historiadores sitúan en Valencia.
Pero de Arturo apenas hay rastro. En 1998, durante una excavación dirigida por Chris Morris, de la Universidad de Glasgow, fue hallada (junto a restos de una vasija del siglo sexto que se supone procedente de Málaga) la tapa de pizarra de un desagüe, de unos 1.500 años de antigüedad, con la inscripción "Argotnov", la versión latina de "Arthnou", el nombre del moderno Arturo. Y aunque quien fue ese Argotnov es aún hoy objeto de especulación, los amantes de la leyenda artúrica no dudan de que es la prueba de que Arturo estuvo aquí.
Tintagel es considerado por los esotéricos "un lugar de poder". Y el paisaje es poderoso. No sólo por el fuerte batir del Atlántico. Basta para comprobarlo bajar a la pequeña playa donde está la entrada de la que se reputa como cueva de Merlín, donde el batir del viento y de las olas que penetran en ella con la marea alta la hace más misteriosa. Suaves cascadas de agua dulce cubiertas de musgo conducen hasta esta caverna, desde la que la escalera de ascensión al castillo da aún más vértigo, sobre todo cuando se ven sobre la arena restos de otras escaleras ya despeñadas.
Ya en esta esquina del mundo, la opción es dedicarse a recorrer los puertos imposibles de Cornualles (Boscastle está a tiro de piedra y Sant Ives no mucho más allá) o seguir por los páramos de Bodmin, donde el malvado Moldred mató en combate a su tío el rey Arturo y la Dama del Lago guarda, en la laguna de Dozmary, la espada Excalibur. Los británicos prefieren recorrer los parajes donde mora y cura Doc Martin, una especie de doctor House rural, y una serie de éxito en las islas, inspiradora del Doctor Mateo español. Pero Arturo es el reclamo universal. Tintagel está lleno de mercadotecnia artúrica.
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