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expediente XX
Columna
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MADRE CORAJE

Están suspendiendo niños que no suspendían nunca. Porque que no aprueben los chicos conflictivos, sin medios, hijos de familias desestructuradas, es lo normal, lo de toda la vida de Dios. Pero que suspendan cinco asignaturas nuestros niños, que van a colegios de pago, que tienen su cuarto, su tele plana, su portátil, su Internet y sus profesores particulares, esto ya no es normal.

Y no es que defienda a mi hijo, ¿eh? Que se pone diez minutos con el libro y dice que se lo sabe todo. Que se distrae con una mosca. Que no puedo con él, no sé a quién habrá salido. O a lo mejor es que es hiperactivo y no puede concentrarse, el chiquillo. El psicólogo dice que no tiene nada, que es un caso clarísimo de intolerancia al esfuerzo, pero de septiembre no pasa que le llevo al psiquiatra.

Mira que si es verdad que está con depresión. Ayer se quedó todo el día tranquilito, con la PSP del sofá a la nevera y de la nevera al sofá, porque las clases de recuperación le estresan y por la noche estaba tan animado que salió hasta las tantas con los amigos. Y es que son muchas horas encerrado, con el calor que hace y el corpachón que tiene, que me gasta un 45 de pie con 17 añitos recién cumplidos. A este paso veo que no termina la ESO. Y alguna culpa tendrán los profesores, el colegio, la sociedad, vamos, digo yo. Cuando les ponen la etiqueta de vagos no se la quitan. Porque ya me dirás si ponerle un 4,3 en matemáticas después de un año de muy deficientes y suspenderlo no es de ser rencoroso. Si eso no es remontar que venga Dios y lo vea. Ya lo dice él, le tienen manía. Así estamos los dos, deshechos. Él, de estudiar. Y yo, de verle.

Pero en agosto nos vamos caiga quien caiga. Cómo le voy a quitar el training de fútbol en Surrey, con el dineral que ha costado y la ilusión que le hace. Y la quincena en La Provenza es sagrada. Ya llegará septiembre. Como no apruebe, me harto de llorar, no me pinto, no me peino, pido cita con la tutora y le digo que me acaban de diagnosticar un cáncer, a ver si me le aprueba por pena. Por un hijo, lo que sea.

Y pensar que vamos a estar así hasta la Universidad. Privada, claro. En la pública piden nota. Así está, masificada, llena de chicos pobres y listos. Es lo que yo digo. Mi Álvaro será vago, pero es guapo y simpático a rabiar. No se puede tener todo en la vida.

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