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Columna
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APOCALIPSIS

La revista Slate (www.slate.com) publicó hace unos días su listado anual ¿Cómo va a morir América?, donde los lectores escogen su opción favorita entre diversos escenarios para el Apocalipsis. Ya saben, el juicio final, en el que nos fundimos a negro. Al cierre de esta edición casi 60.000 internautas han participado en la encuesta y los resultados otorgan al holocausto nuclear una gran ventaja sobre el agotamiento del petróleo, segunda opción más votada. El tercero en liza es una pandemia para la que no hay medicamento que valga; la cuarta, que China compre todo el oro de Estados Unidos (no es broma, aunque un apocalipsis así habría que verlo), y la quinta, una guerra árabe-israelí. En la misma línea, uno de los corresponsales del rotativo británico The Guardian (www.guardian.co.uk) explicaba recientemente en las páginas del periódico la renacida obsesión de Hollywood con el juicio final, poniendo como ejemplo películas como La carretera (www.theroad-movie.com), The book of Eli (ww.theroad-movie.com) o 2012 (www.sonypictures.com/movies/2012). Esta última parece tener todos los números para llevarse el gato al agua: pongan "2012", que parece ser la fecha en la que los mayas dejaron de escribir su calendario (no se sabe si por vagancia o por cualquier otro motivo mucho más profundo, elaborado y -obviamente- negativo) en cualquier buscador y encontrarán 176 millones de resultados, en todos los idiomas.

¿Y por qué tanto interés?, se preguntarán los que no hayan dejado de leer para empezar a hacerse el búnker en el trastero. Pues porque en estos tiempos en que la mayor parte de la población -para qué engañarnos- las está pasando canutas, qué mayor consuelo que pensar que en tres añitos todo va a volver a su sitio: por fin dejaremos de pagar hipotecas, recibos, préstamos o cualquier otra cosa que nos moleste, y -si hemos sobrevivido- podremos volver a ir en pelotas por donde nos apetezca, incluidas las playas de Cádiz. Sólo tendremos que preocuparnos en conseguir un palo bien gordo y unas cuantas piedras, ya que es bastante probable que se hayan perdido los buenos modales. No habrá más políticos, ni programas del corazón, ni entidades bancarias, ni -por supuesto- tertulianos; nadie le deberá nada a nadie y los hospitales no estarán colapsados. Los demás problemas ya los iremos solventando. Bien mirado, lo de 2012 no parece tan malo, y si lo es, pues ya nos adaptaremos. Como siempre.

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