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Reportaje:PRISIONERO DE RUSIA

El preso número uno de Putin

Pilar Bonet

Como muchos de los personajes rusos de su generación, Mijaíl Jodorkovski, que cumplirá 46 años en junio, no parece tener una única biografía, sino varias, como si en él se juntaran el dirigente de las juventudes comunistas de los años ochenta, el banquero de la primera década de los noventa y el artífice de Yukos, que fue el primer imperio petrolero privado de Rusia.

Jodorkovski se crió en una familia de ingenieros, Borís y Marina, que trabajaban en la misma fábrica. Se graduó como químico en 1986 y después como economista. No era un disidente y llegó a ingresar en el Partido Comunista, en cuya rama juvenil (el Komsomol) comenzó su carrera comercial, al amparo de uno de aquellos centros técnico-científicos que en época de la perestroika servían de refugio a los chicos listos que después se convertirían en los pilares del capitalismo ruso.

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Tras el hundimiento de la URSS, Jodorkovski procedió a realizar la necesaria acumulación de recursos apoyándose en las estructuras financieras de Menatep, por las que pasaron personajes como Vladislav Surkov (responsable de publicidad), hoy vicejefe de la administración del Kremlin y su principal ideólogo. En diciembre de 1995, Jodorkovski se adelantó a otros oligarcas en las subastas de privatización de empresas del Estado, en las que el Gobierno ruso obtuvo préstamos a cambio de entregar paquetes de acciones. Fue así como Jodorkovski y su equipo se colocaron en 1996 a la cabeza de Yukos y procedieron a construir una compañía petrolera integrada verticalmente, en la que hubo desde yacimientos hasta refinerías.

Fue uno de los siete banqueros que sostuvieron a Borís Yeltsin, cuando éste no se sostenía ya a sí mismo, para llevarlo de nuevo a la presidencia en 1996. El magnate llegó a ser miembro de la dirección del Ministerio de Energía de Rusia entre noviembre de 1998 y diciembre de 1999. En 1998 estuvo a punto de formar un tándem con Borís Abramóvich, otro oligarca que gozaba de la confianza de la familia Yeltsin, pero el proyecto para crear un holding conjunto entre Yukos y Sibneft no prosperó.

Los métodos de trabajo avasalladores y sin contemplaciones de Jodorkovski en los noventa no se diferenciaron gran cosa de los que emplearon Abramóvich o Mijaíl Friedman (de Alfabank) y otros empresarios que siguen teniendo hoy un papel prominente. A diferencia de la mayoría de sus colegas, Jodorkovski cometió errores que acabaron por llevarle a la cárcel cuando Vladímir Putin llegó a la presidencia de Rusia y decidió cambiar las reglas de juego de la época Yeltsin. Unos analistas creen que su paso fatal fue negarse a compartir su fortuna con el Kremlin y a apoyar los proyectos de sus nuevos líderes; otros creen que el magnate mostró sus ambiciones políticas demasiado pronto e inspiró inseguridad a Putin, mientras hay quienes sostienen que sobre todo despertó los apetitos materiales del entorno presidencial.

En cualquier caso, la animadversión de Putin por Jodorkovski es evidente, y su manifestación pública más notable ocurrió en febrero de 2003, cuando en una reunión entre el presidente y los dirigentes de la principal asociación de empresarios rusos, Jodorkovski opinó que había llegado el momento de acabar con la corrupción y manifestó que esta lacra consumía hasta el 12% del PIB de Rusia. Jodorkovski esperaba que Putin se aliara con él en la denuncia de una turbia compraventa de una petrolera en la que había participado el Estado, pero le salió el tiro por la culata cuando Putin cuestionó los orígenes y la honestidad de Yukos con el fisco. La campaña de acoso y derribo que siguió culminó con la detención de Jodorkovski en octubre de 2003. En 2005 fue condenado a nueve años (rebajados después a ocho) por estafa, blanqueo de dinero y fraude fiscal, y trasladado a un penal de Chitá, a más de 6.000 kilómetros de Moscú. Su imperio fue desmembrado y fagocitado parcialmente por el Estado. La empresa más rentable del grupo Yukos, Yuganskneftegaz, forma parte hoy de la petrolera estatal Rosneft, que está bajo la tutela de Ígor Sechin, el vicejefe del Gobierno responsable de la energía y hombre de confianza de Putin.

Desde la cárcel, Jodorkovski ha escrito sobre temas económicos, políticos y hasta razonamientos filosóficos con una vertiente moral. Anteriormente, Jodorkovski había comenzado un intento de cambiar su imagen, lo que a principios de esta década resultaba una necesidad tanto para él como para otros tiburones de los noventa que aspiraban a cotizar en las bolsas internacionales y a captar a los inversores extranjeros todavía traumatizados por el trato brutal sufrido por los pioneros extranjeros en el mundo empresarial postsoviético.

En el verano de 2003, en la Escuela de Estudios Políticos de Lena Nemiróvskaia, Jodorkovski disertaba sobre la responsabilidad del empresariado y las dificultades de construir una sociedad civil en su país y culpaba de ello a la psicología feudal que, según él, pervive todavía en la sociedad rusa por razones históricas, ya que la institución de los siervos sólo fue abolida en el siglo XIX. "Los ciudadanos están obligados a participar en los procesos políticos, porque si no lo hacen, esto supone que transfieren el derecho a decidir cómo quieren vivir a otras personas u organizaciones no siempre dignas". Él sostenía que sólo una pequeña capa de la sociedad tenía posibilidades de intervenir en ese proceso sin preocuparse por su puesto de trabajo o su posición.

Cuando fue detenido en el aeropuerto de Novosibirsk, en octubre de 2003, el empresario se encontraba de gira por los centros de estudios políticos que estaba fundando en provincias. El magnate tenía múltiples proyectos, ayudaba a la Universidad Humanitaria de Moscú y en el marco de su fundación Rusia Abierta organizaba actividades educativas y divulgativas en cooperación con las instituciones rusas. En Chitá ni siquiera le dejaron impartir clases a otros reclusos, por lo que se vio obligado a emplear su energía en trabajos manuales.

Es dificil saber qué hará Jodorkovski cuando salga de la cárcel. Pero la llave de su prisión no parecen tenerla ni los jueces, ni la fiscalía; ni siquiera el presidente Dmitri Medvédev, sino Vladímir Putin. Entre rejas, Jodorkovski ha dado muestras de gran entereza y no se ha dejado doblegar por un sistema que se empeña en humillarlo. Desde la jaula, mientras le procesan por segunda vez, Jodorkovski muestra a veces atisbos de arrogancia despreciativa hacia los que le juzgan. Por eso, muchos analistas concluyen que, mientras pueda, Putin hará todo lo posible para impedir que salga a la calle quien podría amargarle la vida con múltiples querellas y reclamaciones internacionales. -

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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