"Te podría decir que te extraño"
Documentos inéditos facilitados por su viuda, Aleida March, revelan aspectos íntimos del mítico guerrillero convertido en icono global
Ernesto Guevara (1928-1967) no es sólo el guerrillero convertido en icono global. Hay otro Che. El que leía a Marx y Lenin, pero también a Goytisolo, Baroja y Papini. El que escribía a su mujer, Aleida: "Te podría decir que te extraño hasta el punto de perder el sueño". Cuarenta años después de su muerte, la viuda ha facilitado a EL PAÍS materiales inéditos que muestran al Che más íntimo y desconocido.
"Voy a ser catedrático del Capital a fuerza de releerlo (cada vez con más ganas, como el Quijote)"
A León Felipe: "En Cuba, dormir, dejar un tiempo sin llenar con algo, es pecado de lesa dirigencia"
Alfredo Guevara: "El Che no era espejo [de Fidel]. Era un igual, quizá el único de nosotros"
En su diario de lecturas había obras de Lenin y Engels; también de Onetti, Goytisolo y Baroja
Mi única: aprovecho el viaje de un amigo para mandarte estas letras; claro que podrían ir por correo, pero a uno le parece más íntimo el camino paraoficial. Te podría decir que te extraño hasta el punto de perder el sueño, pero sé que...". Escrita el 2 diciembre de 1966 en el campamento guerrillero de Ñancahuasú, en Bolivia, esta carta fue la última que recibió Aleida March de su esposo, Ernesto Guevara de la Serna, más conocido como el Che. Cuatro meses después comenzaron los combates con el ejército boliviano y, el 8 de octubre de 1967, convertido ya en un mito revolucionario, Guevara fue capturado en la Quebrada del Yuro. Al día siguiente, el Che cayó bajo las balas de la ametralladora del soldado Mario Terán en la escuela pública del poblado de La Higuera.
Terán cumplía órdenes del Gobierno de Bolivia y éste a su vez de la Agencia Central de Inteligencia norteamericana (CIA). La única consigna precisa que recibió de sus superiores para el asesinato fue no disparar al guerrillero en la cara.
La orden tenía sentido. La participación del Che junto a Fidel Castro en la lucha insurgente de Sierra Maestra y el papel que jugó después como comandante y ministro de la revolución cubana, así como su vocación por liberar a las bravas al Tercer Mundo, habían cincelado una biografía impecable de héroe rebelde.
En 1965, cuando renunció a todos sus cargos para marchar a combatir en el Congo, y después a Bolivia, Guevara escaló a la categoría de ejemplo peligroso. Por eso, aquel mediodía en La Higuera, la CIA lo quería muerto y bien muerto, pero con el rostro reconocible, para exhibir el trofeo y acabar con la leyenda.
La estrategia no tuvo éxito. En pleno siglo XXI, el Che sigue siendo un icono revolucionario muy poderoso. Millones de personas han pasado por su mausoleo en la ciudad cubana de Santa Clara, y la famosa foto que le tomó Alberto Korda en 1960, con boina y la mirada extraviada, aparece tanto en barricadas de izquierda como en camisetas y productos de marca.
Para sus enemigos, lo más relevante de su vida son sus fracasos. Aun así, 40 años después de su muerte, en el despacho oficial del actual presidente de Bolivia, Evo Morales, hay una foto de Guevara.
En la misma casa de La Habana que fue su hogar durante años -hoy, parte de las instalaciones del Centro de Estudios Che Guevara-, Aleida March guarda numerosos documentos, cartas y textos inéditos que ofrecen una visión íntima del hombre tras el mito de piedra.
Está, por ejemplo, la carta que le escribió el 14 de agosto de 1965 desde la selva del Congo, y que hoy se publica por primera vez. El Che le cuenta, con sentido del humor y medio en clave, que, a falta de combates, pasa gran parte del tiempo escribiendo y dedicado al estudio. "Estoy manejando aceptablemente bien el idioma, mis matemáticas van bien y voy a ser catedrático del Capital a fuerza de releerlo (cada vez con más ganas, como el Quijote)".
Junto al fusil y las balas, Guevara llevaba un índice de lecturas en una vieja agenda de teléfonos. Durante aquella frustrada experiencia guerrillera del Congo, entre abril y noviembre de 1965, anotó a Carlos Marx, Lenin y Mao Tse Tung, pero también a José Martí; Pío Baroja; La Ilíada y La Odisea, de Homero; México insurgente, de John Reed, y la polémica obra de teatro La noche de los asesinos, del dramaturgo cubano José Triana, que acababa de publicarse meses antes y que después sería convertida en una obra maldita en la época más gris de la cultura cubana. En 1966, mientras preparaba el que sería su último combate, además de los clásicos marxistas, en el plan de lecturas del Che estaban Shakespeare, Papini, Lezama Lima y Goytisolo.
"Leía todo el tiempo y de todo, le apasionaba la literatura", recuerda Aleida, su compañera de luchas guerrilleras en Villa Clara y madre de cuatro de sus cinco hijos: Aleida, Celia, Camilo y Ernesto.
Muchas de las cartas que le escribió desde el Congo, y después desde Tanzania, Praga y Bolivia, no se han publicado nunca. Otros textos y apuntes sobre economía y filosofía que elaboró en ese mismo periodo han empezado a conocerse recientemente. Coincidiendo con el cuadragésimo aniversario de su muerte, Aleida March ha puesto a disposición de EL PAÍS algunos materiales inéditos y otros escasamente divulgados en Europa que descubren a un Ernesto Guevara poco conocido.
En estas páginas aparece el Che que supo anticipar el fracaso del socialismo soviético 25 años antes de la desaparición de la Unión Soviética; el Che que se carteaba con poetas como León Felipe y que escribía poesía el mismo; el hombre de acción que a la vez era un teórico que trabajó en dos textos, uno sobre economía política y otro sobre filosofía, muy críticos con los manuales que convirtieron el marxismo-leninismo en "una Biblia".
Temprano, siendo ministro de Industria, el Che fue capaz de señalar lo malo de la revolución con palabras como éstas: "Lo que menos me agrada es nuestra falta de valentía en ocasiones para afrontar ciertas realidades, a veces económicas y a veces políticas (...)". A veces -admitió durante un encuentro con estudiantes norteamericanos- "hemos tenido compañeros que siguen la política del avestruz, de esconder la cabeza. En los problemas económicos le hemos echado la culpa a la sequía, al imperialismo".
"¿Y el ejército, qué?"
Materiales como el anterior, incluido en el libro Che desde la Memoria y otros recogidos en el polémico Apuntes críticos de la Economía Política, han sido publicados recientemente por el Centro de Estudios Che Guevara sin omitir los juicios más ácidos del guerrillero cubano-argentino sobre el socialismo supuestamente real.
Para los más ortodoxos, este Che punzante e iconoclasta aún no es fácil de digerir.
"Por desgracia, tras su muerte, muchos convirtieron al Che en un ídolo acartonado y vacío de matices críticos y de la complejidad de su pensamiento", asegura un ex dirigente cubano que colaboró con él al triunfo de la revolución.
La mayoría de los apuntes económicos -y los filosóficos que todavía no se han editado- los redactó o sistematizó el Che entre 1965 y 1966, durante los meses que pasó en Tanzania y Praga después de salir del Congo. Son comentarios y señalamientos al entonces vigente Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias de la URSS, en su edición al español de 1963. Guevara somete a revisión todo el texto, escrito en época de Stalin, y hace observaciones como estas: "Hay muchas afirmaciones en este libro que se parecen a la fórmula de la Santísima Trinidad; no se entienden pero la fe lo resuelve".
En algunos casos llega a la irreverencia, como cuando comenta el capítulo sobre la "construcción de la economía socialista en los países europeos de democracia popular". "La puntilla", dice. "Esto parece escrito para niños o para estúpidos. Y el ejército soviético ¿qué? ¿Se rascó los huevos?".
En uno de los textos que será incluido en los Apuntes filosóficos se muestra a un Che en guerra contra los esquemas y dogmas al comentar un pasaje de Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, de Federico Engels.
"Los científicos", afirma Guevara, "han hecho aportaciones valiosas al campo de la filosofía y de la economía, pero la base idealista los lleva por caminos extraviados. Hay que liquidar el dogmatismo y abordar los nuevos problemas que se plantean con el espíritu abierto a cierto agnosticismo científico".
Estos textos del Che, desde luego, no son los de un revisionista. Todo lo contrario. Guevara no reniega de su visión del hombre nuevo, ni de sus posiciones radicales contra todo lo que sean "concesiones" al capitalismo o a la economía de mercado. El Che era un marxista convencido y su lucha por despojar el marxismo-leninismo de ataduras doctrinarias, y de enfrentar lo que Néstor Kohan llama las "tendencias burocráticas que pretendían congelar la revolución, reducirla a un solo país y aprisionarla en los pasillos ministeriales", era para asegurar el éxito del socialismo, no para cuestionar su validez.
"Al dogmatismo intransigente de la época de Stalin ha sucedido un pragmatismo inconsistente. Y, lo que es trágico, esto no se refiere sólo a un campo determinado de la ciencia; sucede en todos los aspectos de la vida de los pueblos socialistas, creando perturbaciones ya enormemente dañinas, pero cuyos resultados finales son incalculables", escribió Guevara al justificar la necesidad de sus apuntes.
Según señala Aleida March a EL PAÍS, "la relevancia de estos documentos, inéditos o no, reside en que a través de ellos se pueden comprender mejor sus sueños y aspiraciones, su vasta cultura y sobre todo su obra creadora en la construcción de la nueva Cuba. Su lucha teórica no es sólo contra la interpretación estalinista de la historia, es sobre todo una lucha contra los dogmas que encerraron al marxismo y pretendieron eliminar partes muy sustanciosas, como es el humanismo marxista".
Cartas a León Felipe
El 21 de agosto de 1964, meses antes de partir hacia la guerrilla del Congo, Guevara escribía al poeta español León Felipe: "Maestro: hace ya varios años, al tomar el poder la revolución, recibí su último libro dedicado por Ud. Nunca se lo agradecí, pero siempre lo tuve muy presente. Tal vez le interese saber que uno de los dos o tres libros que tengo en mi mesa de cabecera es El Ciervo ; pocas veces puedo leerlo porque todavía en Cuba dormir, dejar el tiempo sin llenar con algo o descansar, simplemente es un pecado de lesa dirigencia...".
El 27 de marzo de 1965, días antes de que el Che entrara clandestinamente al Congo, el poeta, ya a punto de cumplir 81 años, le escribía desde México: "Mi querido amigo Che Guevara. Le escribo a Ud. ya muy viejo y muy torpón, pero le debo a Ud. un abrazo que no quiero irme sin dárselo. (...) Le envío como recuerdo el autógrafo del último poema que escribí hace unos días. Salud y alegría".
León Felipe murió en 1968, un año después del asesinato del Che.
Junto a la correspondencia privada y de Estado, Aleida conserva numerosas cartas y notas breves que Guevara le escribió a ella y a sus hijos, como una postal enviada a Camilo (hoy abogado) desde Dar-es-Salaam, capital de Tanzania: "Camilito: hoy hablé con mi amigo Pepe el Caimán y le conté que a ti no te gusta mucho la escuela y que estás un poquitín malcriado. Lo fotografiamos en el momento en que me estaba diciendo que podías venir a su escuela, que él te enseñaría muchas cosas buenas.
[En el reverso, un cocodrilo amenazador tiene la boca abierta]".
Durante 40 años, Aleida guardó celosamente estos recuerdos, hasta que escribió Evocación, un libro de memorias íntimas que revela el lado más desconocido del mito revolucionario. Evocación será publicado el próximo año en España, e incluye cartas, reflexiones, postales, poemas y otros textos inéditos de Guevara, junto al testimonio de la mujer que estuvo a su lado ocho años y que quizá mejor conoce la psicología de un hombre que antepuso sus ideales revolucionarios a su propia vida.
En uno de los capítulos, Aleida cuenta cómo "bajo la influencia directa del Che", que "de forma permanente ejercitaba su capacidad de persuasión", poco a poco ella se fue "enrojeciendo". "Trataba de enseñarme y convencerme, paso a paso, sobre mi equivocación del comunismo, sin que yo sintiera ninguna imposición".
Tras el triunfo de la revolución y debido a los severos ataques de asma que sufría el Che, la pareja se instaló temporalmente en una casa en Tarará, a las afueras de La Habana. Pronto esa casa se convirtió en un centro de conspiración revolucionaria, cuando todavía el Gobierno cubano incluía partidarios de tendencias moderadas. "Fidel nos encargó preparar en secreto un grupo de leyes revolucionarias; la principal, la ley de reforma agraria", recuerda Alfredo Guevara, hombre muy cercano a Fidel Castro desde los tiempos de la universidad y desde entonces vinculado al partido comunista.
El equipo estaba integrado por varias personas, además del mismo Alfredo: el Che; Raúl Castro y su esposa, Vilma Espín; el geólogo Antonio Núñez Jiménez; por supuesto, Fidel, y algunos invitados ocasionales. "A veces venían sólo algunos, a veces todos, y a veces estaban solos el Che y Fidel", recuerda Aleida de aquellas sesiones de trabajo que duraban hasta la madrugada.
Según Alfredo, todos estaban aprendiendo sobre la marcha, pero el que más preparación y conocimientos teóricos de marxismo tenía era el Che. "Y era el que iba más lejos en sus planteamientos". La primera ley de reforma agraria se promulgó el 17 de mayo de 1959 y supuso la confirmación del carácter radical que tomaría la revolución, marcando el comienzo del enfrentamiento directo con Estados Unidos.
Una de las grandes preguntas de la revolución es qué papel jugo en verdad el Che en su rumbo, qué peso tuvieron sus posiciones radicales en aquellos primeros momentos que definirían el futuro; en definitiva, cuánto influyó el Che en Fidel Castro.
Según Alfredo Guevara, el Che estuvo en todas las decisiones importantes. "Fidel encontró en su vida demasiados espejos; el Che no era espejo, tenía cultura y criterio propio. El Che le hablaba de igual a igual, era un igual, quizá el único de nosotros", afirma. "El Che sabía que Fidel era el jefe, y Fidel escuchaba y respetaba al Che; era una complicidad perfecta".
"Un día llegó Fidel y dijo que a partir de ese momento nos reuniríamos una vez a la semana en el Banco Nacional, que no se podía dirigir un país sin saber cómo funcionaba el banco", recuerda Alfredo Guevara. El 26 de noviembre de 1959, el Che fue designado presidente del Banco Nacional de Cuba. Antes había sido jefe militar en la fortaleza de la Cabaña y jefe del Departamento de Industrialización del Instituto Nacional de la Reforma Agraria; después, a partir de 1961 y hasta su salida de Cuba, ministro de Industria.
ia."Yo lo respetaba como militar; después, no. Como dirigente fue un desastre". El ex comandante de la revolución Eloy Gutiérrez Menoyo, que pasó 22 años en una cárcel por alzarse en armas contra Fidel Castro, resume los argumentos de los detractores del Che: su papel en los fusilamientos de los primeros meses de la revolución; "su extremismo, que le hizo ser un fiero defensor del centralismo y la estatización absoluta, lo que desarboló la economía y Cuba todavía lo está pagando ahora"; su teoría del hombre nuevo y contra los estímulos materiales -"fíjese lo que la gente está pidiendo hoy"; y, por supuesto, "su aventurerismo".
¿Héroe o villano? Después de 40 años, todavía continúa la discusión. Según Alfredo Guevara, el Che se mostró consecuente con sus ideas y "estuvo siempre dispuesto a convertir lo que pensaba en acción, pero acción inteligente. El hombre más allá del icono era un intelectual riguroso y antidogmático, y eso se conoce poco o no se quiere conocer".
El 14 de agosto de 1965, el Che escribe a Aleida desde el Congo: "Hay momentos en que casi veo crecer a los muchachos y leyendo a Hugo (leo a destajo por aquí) me enternezco. Son los días míos, pero no del estudio [la actividad militar], no rindo lo que debiera. Además, la vuelta se hace más lenta así". En Tanzania, meses después, mientras esperaba la preparación de una nueva operación guerrillera -todavía no tenía definida cuál-, el Che siguió trabajando en sus apuntes filosóficos. El 4 de diciembre le escribe una carta al dirigente cubano Armando Hart: "En este largo periodo de vacaciones le metí la nariz a la filosofía, cosa que hace tiempo pensaba hacer. Me encontré con la primera dificultad: en Cuba no hay nada publicado, si excluimos los ladrillos soviéticos que tienen el inconveniente de no dejarte pensar; ya el partido lo hizo por ti y tú debes digerir".
El Che le comenta que elaboró un plan de estudios para él y que podría ser mejorado y servir de base para el estudio de la filosofía en Cuba. Bromea sobre la revolución: "Ya hemos hecho mucho, pero algún día tendremos también que pensar". Dos años más tarde, una ráfaga de ametralladora acabó con su vida en la pequeña escuelita de La Higuera. Es la historia conocida. Después comenzó el mito.
Cuando el Che recitaba los versos de Machado a Líster
"...DE MONTE A MAR esta palabra mía: / si mi pluma valiera tu pistola / de capitán contento moriría". En septiembre de 1956, poco después de salir de la cárcel en México y dos meses antes de partir hacia Cuba en el yate Granma, el Che, en la clandestinidad, visita a su primera esposa, la economista peruana Hilda Gadea, y a su hija Hildita en la casa en que vivían en el Distrito Federal.Ambas fallecieron ya, pero antes de morir, Gadea contó que ese día el Che les recitó los versos que Antonio Machado dedicó al general Líster.El Che siempre tuvo gran cercanía al exilio republicano español. Tras el triunfo de la revolución mantuvo buenas relaciones con el militar Alberto Bayo, que había entrenado al grupo de Castro en México y con quien jugaba al ajedrez, así como con intelectuales españoles que residían en la isla, como el jurista José Luis Galbe y el científico Julio López Rendueles. Veinte años antes, en 1937, en el pueblo argentino de Altagracia, Guevara tuvo su primera noción de la guerra civil española al llegar a vivir a su casa los hijos de un médico republicano. Tenía nueve años. Con sus amigos seguía los partes de guerra y llegó a aprenderse los nombres de todos los generales republicanos. Luego estudió medicina, pero abandonó la profesión para recorrer América y dedicar su vida a la revolución.Los manuales soviéticos que el Che tanto criticó siguieron estudiándose en Cuba hasta finales de la década de los ochenta, cuando el campo socialista se derrumbó. Mario Terán, el sargento que terminó con la vida de Ernesto Guevara, recuperó el año pasado la visión gracias a un programa de salud cubano que ofrece tratamientos gratuitos de la vista en toda América Latina.La noticia trascendió hace una semana por casualidad, cuando el hijo de Terán escribió una carta a un periódico boliviano en agradecimiento a los médicos cubanos.
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