El ladrón que seducía a las mujeres
El donjuán captaba a sus víctimas a través de un sitio de contactos por Internet. Durante varios años suplantó a un catedrático de Física. Así intimaba con sus víctimas y luego les robaba. Una valenciana aceptó servir de cebo para tenderle una celada... y la policía le cazó
Viudo, de 49 años, 1,70 de estatura, docente, licenciado superior". Era la presentación que hacía de sí mismo Nicolás Soler, un hombre que durante años ha suplantado a un catedrático y ha seducido a decenas de mujeres a través de una web de contactos. Era una estratagema para robarles las joyas, el coche o el dinero. Después, este donjuán cibernético desaparecía. Y eso que destacaba que su lema era el siguiente: "Solo sé que en el amor no manda uno, obedecen los dos". Ahora, gracias en parte a la detectivesca intervención de una de sus víctimas, el falso profesor ha dado con sus huesos en prisión.
Nicolás es alicantino. Tiene estudios elementales. Trabajó de camarero. Años atrás montó una empresa de hostelería que no le fue muy bien, a tenor de las reclamaciones por impago que le formuló la Seguridad Social. Su esposa inició en 2003 el proceso de divorcio, que finalmente le concedió un juzgado de Elche en mayo de 2007.
Nicolás consiguió que una de sus conquistas le prestara el piso. Se llevó allí a otra mujer e hizo la colada en la lavadora
"Que el peso de la ley recaiga sobre el delincuente, no sobre las víctimas", exige Ana, tras criticar a los jueces
La juez de instrucción número 1 de Elda rubricó en junio de 2006 la siguiente requisitoria: "Don Nicolás Soler Enciso, sin profesión ni oficio conocido, nacido el 27/03/1963, encausado como autor de un delito de hurto (...) comparecerá en el término de diez días ante el expresado juzgado para notificarle el auto de apertura del juicio oral". Como no sabía por dónde andaba, la juez concluía pidiendo a las fuerzas de seguridad que lo detuvieran "tan pronto tengan conocimiento de su paradero".
El rastro del fugitivo reapareció en noviembre de 2006, cuando se alojó durante una semana en el hotel Indálico de Almería. El cliente, que parecía tan educado y tan formal, se largó dejando a deber 437 euros de su hospedaje. Pero la condena por esta estafa -la justicia ya se sabe que es lenta- no le llegó hasta dos años y medio después: seis meses de prisión y el pago de la deuda.
Nicolás había ideado cómo vivir de las mujeres. Por la cara. A tal fin, se abonó a una página de contactos y empezó a usar sus dotes de persuasión para encandilar a viudas, solteras, divorciadas y, a veces, también casadas infieles, para desplumarlas. Primero se ganaba su confianza -o su cora-zón- y después las dejaba plantadas.
La policía de Astorga (León) le echó el guante en el verano de 2008. Entonces se le acusaba de haber camelado a una mujer de A Coruña, a la que le sustrajo dinero mediante una tarjeta de crédito birlada al descuido. Su arresto sirvió también para aclarar que había robado el coche a una dama de Granada y a otra de Cartagena; que había limpiado las joyas a otra de sus conquistas en San Javier (Murcia) y que había cometido otras estafas en Alicante.
Ya entonces Nicolás había descubierto las enormes posibilidades de las nuevas tecnologías. Había logrado hacerse con los datos de un catedrático de Física gallego y con ellos se había creado en Internet un perfil muy atractivo. Se abonó a una página de contactos y empezó a captar a sus víctimas.
La web se convirtió en su particular caladero. Así contactó con mujeres de entre 40 y 50 años. Muchas de ellas le dieron calabazas, pero otras muchas aceptaron acudir a una cita. Entre ellas hay desde una farmacéutica hasta una profesora de Universidad, pasando por una médica y una ejecutiva. "Es un seductor nato", afirma un policía. "Tiene mucha labia y preparaba muy bien el terreno. Si quedaba con una farmacéutica, antes se documentaba mucho para hablarle con su propia terminología", añade.
Mientras tanto, el profesor de física cuya identidad y personalidad había sido vampirizada por este donjuán de Internet se desesperaba. Una y otra vez era molestado por la policía y una y otra vez tenía que demostrar que él no era ese que iba por ahí seduciendo y desvalijando a mujeres. De nada servía que el catedrático interpusiera denuncias contra el impostor porque o bien este se hallaba en paradero desconocido o bien era puesto en libertad por los jueces.
La policía supo de las andanzas de este Casanova a través del reguero de perjudicadas que iba dejando por toda España (Murcia, Zaragoza, Valencia, Almería...). A principios de 2010, el Grupo VII de la Brigada Judicial almeriense intentó cazarle buceando por Internet. "Rastreábamos el IP de los ordenadores por los que se comunicaba con las féminas utilizando el nick de fisico456. Pero casi siempre lo hacía a través de cibercafés. Era imposible localizarle", recuerda con frustración un inspector.
Durante los últimos meses, el impostor engañó y robó una tras otra -o al mismo tiempo- a varias mujeres. "Quedaba con ellas en una cafetería. Si la víctima iba al baño, él aprovechaba para sustraerle del bolso el dinero y las tarjetas de crédito", explica un agente de Almería.
En citas sucesivas, Nicolás se ganaba la confianza y conseguía que le llevasen a su domicilio para mantener relaciones sexuales. Aprovechaba un descuido de las víctimas para apoderarse de joyas, la cartera y cualquier cosa de valor. Después, desaparecía. Sin dejar rastro. El galán resultaba ser un desalmado. En ese momento se rompía cualquier atisbo de romanticismo.
Los agentes citaron a las perjudicadas y les mostraron fotos. Todas reconocieron a Nicolás "sin ningún género de dudas". Sus tarjetas de crédito habían sido usadas en Madrid, Valencia y Alicante, lo que probaba que el escurridizo delincuente se había asentado en la Comunidad Valenciana.
Las comisarías de Valencia empezaron a acumular denuncias. "Venía una mujer y nos contaba su historia. Pero no hacía falta que prosiguiera. En cuanto nos decía que había conocido a un hombre a través de una red social de Internet, sabíamos de quién se trataba", relata un inspector.
Hasta que llegó Ana (nombre supuesto). Soltera, resuelta y decidida, estaba muy irritada. Había sido víctima del engaño de un tipo en el que ella había confiado tras conversar por teléfono y por el chat. Se habían visto cara a cara en tres ocasiones. Ella recuerda, furiosa, cómo se la pegó aquel individuo que parecía tan dulce y amigable: "Fue la primera vez que le invité a subir a mi casa. Ese día yo llevaba puesta una falda y fuimos a mi domicilio para ponerme un pantalón porque tenía frío. Mientras me cambiaba de ropa, me robó del tocador un collar de perlas, una sortija, una pulsera y tarjetas de crédito. Unos 6.000 euros".
Ana había colgado un anuncio en una página de contactos que se publicita prometiendo que a través de ella es posible encontrar a la persona soñada, en función de la edad, origen, lugar de residencia, gustos, carácter, aficiones, físico y profesión. El promotor de la web invita a la gente: "Únete a nosotros y contacta con cualquiera de los 51.802 perfiles de solteros conectados".
Ana habla de forma apresurada y vehemente: "Fue él quien enlazó conmigo. Me dijo que era profesor, que tenía dos hijas estudiando en Valencia y que se quedó viudo porque su esposa murió en accidente de tráfico. Me pareció un hombre culto y correctísimo. Yo le di un voto de confianza y él me pasó su correo electrónico". Era un correo electrónico muy similar al del verdadero profesor gallego cuya identidad venía vampirizando desde hace años.
En sucesivas citas vis a vis, Ana simpatizó con Nicolás y él se presentó una vez con un ramo de flores. Entre halago y halago, el donjuán comentaba con desparpajo desde la marcha de la Bolsa a cualquier asunto político o cultural. Todo iba miel sobre hojuelas. Hasta que pasó lo que pasó. Hasta que el seductor se quitó la careta.
Cuando Ana fue a la comisaría de Exposición, en Valencia, no podía creer lo que veían sus ojos. "¡Cómo iba a suponer yo que estaba fichado!", confiesa. Así supo que había sido detenido varias veces por el mismo motivo y que varias veces había sido liberado por los jueces, al considerar que no era un tipo que representase ningún peligro.
"¿Quieren apresarlo? Yo estoy dispuesta a lo que sea", retó Ana a los policías. Éstos aceptaron: "Vale. Póngase a trabajar. Nosotros le iremos indicando qué hacer".
La mujer compró un nuevo teléfono móvil y contactó con el conquistador. Resuelta a servir de cebo para ponerle fuera de la circulación, acordó con él una cita en una cafetería próxima al estadio de fútbol de Mestalla. Era una celada. Quienes acudieron al encuentro fueron varios agentes del Grupo Judicial de la comisaría de Exposición. Cautivo y derrotado, los policías aseguran que dijo: "Esto ya me lo esperaba". Y acabó admitiendo sus fechorías.
"Este caso demuestra una falta de profesionalidad de los jueces y unas leyes demasiado permisivas para que los delincuentes campen a sus anchas. Espero que las víctimas nos veamos reconfortadas para que el peso de la justicia recaiga sobre el delincuente, no sobre la víctima. Hay que hacer reflexionar a los jueces para que vean que su manera de proceder (incorrecta) puede llevar al delincuente a crear nuevas víctimas", se queja la combativa Ana, que se define como una mujer "de derechas".
Ella alaba a la policía, pero arremete contra el sistema judicial: "Los jueces sabían que había una bomba de relojería por la calle. ¿Quién dice que este hombre no se pudiera haber vuelto agresivo? Si hay que cambiar las leyes, que se cambien".
En esta ocasión, el juez de instrucción número 5 de Valencia ordenó el encarcelamiento de Nicolás Soler, que por el momento no podrá volver a seducir (ni a robar) a más mujeres. Este último arresto se une a los 24 anteriores que constan en su historial delictivo, según la policía.
Los investigadores del caso están intentando determinar a qué mujeres pertenecen las joyas encontradas en la habitación que Nicolás ocupaba en el barrio valenciano de Ruzafa, en un piso compartido.
Quienes le han seguido el rastro coinciden en que Nicolás es un tipo embaucador, hábil y descarado. Un policía de Almería pone un ejemplo para ilustrar de qué pasta está hecho este hombre: "En una ocasión, le contó un cuento a una de sus conquistas amorosas. Le dijo que su hija se había marchado de viaje y le había dejado sin llaves de su casa. La mujer, ante esa contrariedad, le ofreció su propio domicilio para que al menos durmiera aquella noche, advirtiéndole que iba a estar solo porque ella también se tenía que desplazar a otra ciudad para cuidar de un familiar enfermo".
El agente prosigue narrando el rocambolesco episodio: "Nicolás aprovechó la ocasión para llevarse a otra mujer al domicilio prestado. Dispuso del piso a su antojo y con total tranquilidad. Hasta el punto de que no dudó en poner la lavadora para lavar su propia ropa. Cuando la dueña del piso volvió a su hogar, descubrió que su amigo le había robado las joyas y el dinero".
Pero desvergonzados así ha habido recientemente otros. Por ejemplo, uno que se hacía llamar Manel Stromberg, quien unas veces decía ser ejecutivo, otras cirujano y otras más diseñador de automóviles Mercedes. Captaba a sus presas en webs de contactos y, después de seducirlas, les pedía dinero prestado y desaparecía. Fue capturado en San Sebastián en enero pasado.
Hace tres meses, otro libertino de 59 años, madrileño, quedó libre tras ser detenido en Almería por sustraer más de 200.000 euros a una mujer -y no fue la única- a la que embaucó haciéndose pasar por aristócrata y teniente coronel médico.
Otro caso similar es el de Moisés Elías Chocrón, que a través de Internet sedujo y prometió matrimonio hace cinco años a un puñado de mujeres. Este hombre, residente en Israel, al que ellas describían como "gentil", "caballero" y "cultísimo" resultó ser un estafador que sacó el dinero a 15 novias con la excusa de los preparativos de la boda.
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