"La jerarquía eclesiástica es de lo peor que existe"
El pequeño Joan Herrera tenía entonces unos diez años. Lluís, su primo, alrededor de ocho. Estaban jugando con una grabadora y de repente Joan le preguntó a su primo Lluís: "¿Y tú qué opinas del Pacto de Varsovia?". Lluís podría haberse quedado boquiabierto, pero contestó como si tal cosa. Joan formuló la pregunta con naturalidad pasmosa. Que dos chavales jugaran a las entrevistas políticas a esas edades da una idea del ambiente en el que creció Joan Herrera. La suya fue una infancia de carteles del Che colgados en las paredes de la habitación y de canciones de Víctor Jara sonando por los altavoces.
En esos lejanos días se encuentra el embrión del político rojiverde que Joan Herrera es hoy. El diputado de Iniciativa per Catalunya Verds (ICV), hombre perseverante y de verbo fácil, es una de las referencias más claras de la izquierda en España. "Es la voz ecologista y alternativa que hay en el Parlamento", dice su compañero de escaño Gaspar Llamazares, de Izquierda Unida.
"Zapatero es muy de izquierdas en lo discursivo, pero en lo concreto no te lo encuentras"
El día que Joan Herrera acudió por primera vez a la sede de Iniciativa en Sant Martí, barrio obrero de Barcelona, se encontró con que allí había gente de su edad que se sabía las canciones de Víctor Jara. Fue como una señal.
El diputado entra en una tienda de bicicletas de Madrid con la mochila cargada al hombro. Pregunta al encargado sobre los distintos modelos disponibles, se ve que controla el tema. Herrera, de 38 años, es un hombre tranquilo que habla con voz muy pausada. En Barcelona es un ferviente usuario de la bicicleta, pero en Madrid, le da más reparo. Una bici fue el regalo que le hizo su madre el día que se fue de casa.
Pudo ser nadador. Entre los 13 y los 17 años nadaba 14 kilómetros al día en el club Júpiter, en el barrio de la Verneda. "No era mal nadador, pero no era Michael Phelps", puntualiza. Quiso estudiar Económicas, pero un mal profesor de matemáticas en COU le llevó a decantarse por Derecho. Sus primeros pasos profesionales, de hecho, los dio en un despacho de asuntos urbanísticos. Pero antes de todo eso también hubo una etapa de chico de almacén, jornadas de cargar y descargar cajas de componentes eléctricos en camiones. Lo hizo dos veranos seguidos. "Mi ideario ya estaba formado por aquel entonces", cuenta sentado a la mesa de un restaurante japonés cercano al Congreso.
Su amigo Josep Maria González, arquitecto, asistió a su vertiginoso ascenso dentro de la organización. Cuando Joan le dijo que se iba a presentar en la candidatura al Congreso y que, si salía, con 32 años, tendría que irse para Madrid, quedó sorprendido. "Siempre ha sido el más echado pa alante de nuestro grupo de amigos. No es que fuera el líder, pero sí era el más cachondo", cuenta, "el que ponía la cara cómica para la foto".
Herrera aterrizó en el Congreso y tardó poco en convertirse en diputado revelación. Allí se reencontró con un viejo amigo, el parlamentario de CiU Carles Campuzano. Se conocen desde que ambos estaban en Barcelona al frente de las juventudes de sus respectivos partidos. "Es tierno, en el mejor sentido de la palabra", dice Campuzano. "En un ambiente en el que hay tanto cinismo, me reconforta. Tiene un montón de experiencia, pero no pierde de vista el sentido último por el que nos dedicamos a la política". Su relación personal en ocasiones facilita la alianza política. En la pasada legislatura, Campuzano y Herrera tenían muy claro cómo debía de ser la ley de la deuda exterior. Coincidían plenamente, pero para llegar al punto que querían alcanzar, había que repartirse los papeles en la negociación con el PSOE. Herrera hizo de poli malo. Campuzano, de poli bueno. Entre el uno y el otro, consiguieron que la ley acabara donde ambos querían.
"La agenda social progresista ha desaparecido en esta legislatura", dice Herrera. "Zapatero es muy de izquierdas en lo discursivo, pero en lo concreto no te lo encuentras". En su opinión, parece que la ley del aborto quedará como único exponente de una política progresista en este ejercicio. Y habrá obstáculos. "Los valores de la sociedad española tienen poco que ver con esta derecha dura e intransigente que es la jerarquía eclesiástica. Vivimos en un país con una Iglesia que hace más de partido que de Iglesia. Ya no tiene el papel que tuvo en la transición, de acercamiento a valores democráticos; hoy la jerarquía eclesiástica española es de lo peor que existe a nivel internacional".
Herrera está escandalizado con el plan de rescate a las entidades financieras que se ha realizado en España. "No puede ser que cuando hay beneficios se privaticen las ganancias y cuando hay pérdidas, las socialicemos". La crisis agudiza, en su opinión, la necesidad de alternativas. "Necesitamos un contrapeso de izquierdas como nunca. El pensamiento único en lo económico ha hecho aguas".
Herrera es consciente de que existe mucha gente a la izquierda del PSOE que no se siente representada. "Tiene que haber una reflexión sobre qué pasa con esa izquierda real, y en gran parte urbana, que hoy se siente un poco desamparada. Habrá que ver qué hacemos. Este país necesita un espacio a la izquierda del PSOE mucho más potente y más articulado. Lo necesitamos". En este sentido, reconoce que sería bueno que las distintas fuerzas de izquierdas encontraran espacios comunes. "Lo verde moviliza mucho. Sería bueno que hubiera un espacio claramente de izquierda y claramente ecologista. Debería haber un espacio rojiverde, de izquierda verde". Tan claro tiene esto como que no daría un paso al frente para encabezar ninguna plataforma de estas características. "No. Hoy por hoy, ni lo veo, ni me lo imagino". Se encuentra a gusto en ICV, la formación de la que es secretario general desde noviembre del año pasado.
Su compañero de escaño, Gaspar Llamazares, le augura un brillante futuro: "Tiene mucho potencial por delante. Lo veo como una referencia imprescindible del ecologismo a nivel estatal".
Su primo Lluís Vila cuenta que cuando Joan quiere algo, lo consigue. "Es un tipo que está muy convencido de lo que dice, por eso transmite esa seguridad", explica Vila. "Y es muy cabezón: cuando quiere algo, lo quiere de verdad y va a por ello". Josep Maria, el amigo arquitecto, dice que Herrera es el que más sufre de todo el grupo de amigos cuando se reúnen a ver un partido del Barça. Tampoco pasan inadvertidas sus dotes culinarias: es medio valenciano y eso se nota en el arroz al forn que prepara. Eso sí, su tiempo libre ahora se lo destina a Lluc, su hijo de seis meses y medio. Está que se le cae la baba. -
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