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Reportaje:FRAGA SE RETIRA

La agenda de don Manuel está cancelada

Fraga deja la política tras 60 años de trayectoria. Hacía meses que no acudía a su despacho en el Senado, donde desarrolló una actividad muy personal y autónoma en los últimos años

Luis Gómez

Manuel Fraga Iribarne ha sido siempre don Manuel. Lo es para algunos miembros de su familia, que de forma natural le adjudican ese trato de respeto e incluso para personas que no han comulgado con sus posiciones políticas, efecto quizá de una dedicación a la vida pública que se ha dilatado, sin desmayo, durante 60 años. El coche oficial y la escolta le han acompañado desde los 29. Un escueto comunicado divulgado el pasado 2 de septiembre informaba de su retirada de la vida política. No será candidato en las generales. A sus 89 años, la agenda política de Fraga ha cubierto su última página.

En realidad, la retirada se había producido meses antes. Desde antes del 7 de abril, cuando fue sometido a una operación de cadera en la clínica Moncloa de Madrid, Manuel Fraga dejó de aparecer por su despacho en el Senado. Una caída en su domicilio le había producido una fractura, pero tiempo atrás su actividad había menguado considerablemente. El último acto oficial del que se tiene noticia fue su presencia en los actos que recordaban el trigésimo aniversario del golpe del 23-F. De esa fecha data también su último artículo, publicado en el diario Abc y titulado 'Así fue mi 23-F'.

En una comida con motivo del 30 aniversario del 23-F apenas tomó parte en la conversación
Su última intervención en el Senado data del 27 de abril de 2010, para replicar al senador gallego Pérez Bouza
Su despacho en el Senado se convirtió en el centro de una actividad muy peculiar y muy autónoma
En sus últimos tiempos en activo mantuvo conversaciones con embajadores de países suramericanos y árabes

"Como mucha gente sabe", escribió, "me enfrenté al ex teniente coronel Tejero, al que recriminé su actitud. Se enfadó muchísimo conmigo. Fue un momento tenso. Me sacó a empujones del salón y me llevó al despacho del presidente del Congreso, donde comprobé que era imposible saltar a la calle porque había mucha altura. Pasé toda la noche en aquel despacho con unos guardias civiles muy amables custodiándome. Como anécdota: fui el único que salió de allí afeitado".

El pasado 23 de febrero asistió a una comida en el Congreso junto al Rey, donde compartó mesa con algo más de media docena de parlamentarios que vivieron en directo aquel episodio: Landelino Lavilla, Felipe González, Miquel Roca, Alejandro Rojas Marcos, Santiago Carrillo y José Bono, además de Fraga. "Fue una comida muy relajada y animada, donde todos hablamos mucho por espacio de casi tres horas", recuerda uno de los asistentes, "pero no se escuchó la palabra de Manuel Fraga. No intervino en la conversación".

Allí se dieron cuenta de que su salud ya estaba muy resquebrajada. Uno de los presentes recuerda haber escuchado solo una palabra de Fraga durante todo el almuerzo. Fue cuando el camarero le preguntó por el vino que quería tomar. Entonces, Fraga rompió su silencio para decir: "Albariño". Inseparable ya de su silla de ruedas, Fraga trató de hacer algún comentario durante un acto posterior en el Congreso de los Diputados, pero fue difícil entenderle. Nunca ha sido fácil entender a un personaje que se expresaba a la velocidad del rayo y cuyas ideas parecían circular a más velocidad que su verbo.

De su actividad parlamentaria el rastro se pierde hasta el 27 de abril de 2010, cuando pidió el uso de la palabra ante una intervención del senador José Manuel Pérez Bouza, del Bloque Nacionalista Gallego (BNG), durante una sesión dedicada al uso de las lenguas en la Cámara Alta. Pérez Bouza reprochaba a los 12 senadores gallegos del Partido Popular, y en particular a Fraga, en su calidad de expresidente de la Xunta, su voto contrario al uso de los idiomas cooficiales en el Senado. Fraga levantó la mano, se levantó de su escaño, esperó a que un compañero le colocara el micrófono y, apenas sin mover las manos, erguido, mostró toda la energía que su cuerpo podía mostrar en aquellos momentos. Tras hacer una referencia a sus 15 años como presidente de la Xunta, dijo con severidad: "Me siento profundamente gallego, que es mi forma de ser español. Y no le consiento a este señor que acaba de hablar que me dé lecciones de nada, y mucho menos de galleguismo". Ese fue el último exabrupto de Fraga en el Parlamento. Como senador se limitó a algunas preguntas sobre ejecuciones presupuestarias en Galicia.

Fuera del Parlamento, Fraga ha ido moderando sus intervenciones en las entrevistas, alejándose discretamente del fuego de la política. De mostrar sus inclinaciones por Alberto Ruiz Gallardón como futuro sucesor de Mariano Rajoy nunca se ha cuidado, aunque esa preferencia del fundador del partido ya estaba amortizada hace tiempo. Las hemerotecas solo conservan una polémica intervención suya durante una reunión de la junta directiva nacional del PP, uno de los habituales maitines de los lunes, en la que Fraga, según difundieron algunos confidenciales, reprochó a Rajoy estar por debajo de las encuestas respecto de Zapatero. Las referencias a dicha reunión, celebrada en noviembre de 2010, citan que, ante la sorpresa de los asistentes, Fraga demandó a Rajoy un discurso más incisivo en defensa de la unidad de España y la Constitución. Algunos políticos del PP se ampararon en el anonimato para manifestar que ya era hora de que Fraga se marchase a su casa.

Hombre de costumbres fijas, Fraga hizo de su despacho en el Senado el último reducto de su actividad pública. Allí acudía cada mañana con la puntualidad que le caracteriza, ya desayunado (tostadas con mermelada casera elaborada por una de sus hermanas y café cortado), y después de escuchar las noticias en Radio Nacional. Siempre, Radio Nacional. Su primera actividad en el despacho, ocupase el cargo que ocupara, ha sido leer la prensa. Había que tener cuidado de que no faltara ningún ejemplar de la colección, a riesgo de provocar el primer enfado de don Manuel. Nunca ha dejado de destrozar los periódicos recortando a mano aquellas páginas que le interesaban especialmente.

Su agenda ha sido el termómetro de su salud. Se ha ido descargando según su cuerpo se agotaba. La mañana estaba dedicada a recibir gente, todo tipo de gente, muchos gallegos que han seguido visitándole, periodistas también. Pero si algún colectivo se ha destacado en sus visitas ha sido el de los alumnos de doctorado. Españoles y extranjeros, preferentemente de países del Este, con proyectos relacionados con la Transición española. Según personas de su entorno, Fraga preparaba estas entrevistas con antelación, documentándose previamente y solicitando un cuestionario previo. Generalmente, almorzaba fuera del Senado: si podía elegir, se inclinaba por un restaurante gallego. Entre ellos nunca faltaba de vez en cuando su restaurante favorito, el José Luis.

Si el despacho estuvo monopolizado por una actividad privada, la agenda de la tarde la reservaba a su vida social: presentaciones y actos, además de sus compromisos como miembro de algunas academias, la de la Historia y la de Ciencias Políticas. Y cenaba en casa. Misa los domingos con la familia y partida de dominó los sábados con los amigos. Así ha sido la vida de Manuel Fraga en los últimos tiempos hasta que la silla de ruedas le ha ido quitando el puesto al bastón.

Y en verano, otro hábito: estancia en la localidad gallega de Perbes (A Coruña), donde desde los años sesenta era puntual con su cita en la Fiesta del Albariño. Allí se desplazó en sus primeras vacaciones una vez casado y no había faltado a esa costumbre. Pero este verano Fraga falló por vez primera y de ello se hizo eco la prensa gallega, atenta siempre a sus movimientos. Tanto es así que hace unos días a la edición digital de La Voz de Galicia se le escapó una "prueba de obituario" para el caso de fallecimiento de Fraga bajo el título 'Galicia de luto'. Su ausencia ha motivado todo tipo de especulaciones. Hace más de un año que Fraga no se ha movido de su casa de Madrid, en el barrio de Argüelles, al cuidado de su familia.

Atrás quedaban los años de ingente actividad, como cuando en 2004 el servicio de prensa de la Xunta divulgaba cómo don Manuel había acudido a 875 actos públicos en 300 días, había recorrido 48.000 kilómetros (sobre todo por tierras gallegas, especificaba la nota), había estado 33 fines de semana en activo y había concedido 420 audiencias públicas. En 2004, Fraga tenía ya 82 años, así que agenda tan prolífica contribuía a concluir que su salud era de hierro, que los dolores de una hernia discal y la cadera que no dejaba de molestarle no eran obstáculos en su camino. Sin embargo, ya por entonces su salud había dado algunos motivos de preocupación: sufrió un par de desmayos en actos públicos, uno durante una visita a la Feria del Turismo en Madrid y otro, retransmitido por las cámaras de televisión, en el Parlamento gallego.

Fraga ganó las elecciones gallegas de 2005, pero perdió la mayoría absoluta. Sus hijas le recomendaron entonces una retirada radical de la vida política, pero no tuvieron éxito. Fraga ha sido senador, por designación del Parlamento gallego, desde 2006. Atrás quedaba un historial voluminoso de cargos públicos desde que en 1951, con 29 años, fuera elegido secretario general del Instituto de Cultura Hispánica. Ha sido ministro de Información y Turismo con Franco a los 40 años (1962-1969) y de Gobernación con Arias Navarro en el primer Ejecutivo tras la muerte de Franco. Antes, embajador en Londres; después, fundador de Alianza Popular (más tarde Partido Popular), jefe de la oposición, europarlamentario y presidente de la Xunta de Galicia durante 15 años. Salvo unos meses como director gerente de cervezas El Águila, toda su carrera ha estado dedicada a la política y el servicio público.

Así que después de tan ingente trayectoria, su despacho en el Senado se convirtió a partir de 2006 en el centro de su universo privado, donde no tenía que dar cuentas a nadie de las visitas que recibía o los asuntos a los que prestaba especial interés. En ese microcosmos, Fraga desarrolló una actividad muy personal sobre asuntos que le interesaban especialmente. Allí fue donde dio conformidad al proyecto de una biografía autorizada (Manuel Fraga Iribarne y su tiempo) escrita por el historiador Manuel Penella Heller y editada por Planeta en 2009.

"Había participado en un proyecto ambicioso de Félix Pastor Ridruejo

[figura clave de la derecha moderada] sobre la Transición", recuerda Penella. "Había escrito un par de tomos sobre la historia del Partido Popular (Orígenes y evolución del Partido Popular, editado por Caja Duero). Se los mandé a Fraga y él se los leyó de pe a pa. Le gustó. Lo asombroso es que aceptara que escribiera su biografía alguien que no pertenece al PP. Me dijo: 'Mire, Penella, respetaré sus opiniones y solo corregiré sus errores objetivos referentes a datos y fechas'. Y debo decir que lo respetó plenamente. En ningún momento interfirió mi línea de exposición".

Penella resalta el compromiso de Fraga: "A pesar de que mis libros sobre el PP no fueron del agrado del sector neoliberal del partido". Recuerda que trató con un Fraga "por entonces muy activo". "Tenía una agenda muy apretada. Yo quedaba con él con dos o tres días de antelación. Era riguroso en el horario. Me sorprendió el respeto que tuvo hacia mis opiniones. No me lo imaginaba. Pensaba que se enfadaría según qué cosas decía. Tenía esa imagen de vehemencia. Nunca se violentó ni perdió la paciencia".

Félix Pastor advirtió a Penella de que no creyera algunas cosas que se decían sobre el carácter de Fraga. "Me dijo que era una buena persona y debo reconocer que, en las horas que pasé con él en su despacho, descubrí otro registro del personaje, por ejemplo, en el tono afectivo que usaba cuando le llamaban sus hijas. Comprendí que ese era un tono real".

En su agenda hubo espacio para encuentros con embajadores. Fue otro foco de interés que siguió cultivando: citas con representantes de países sudamericanos y de Oriente Próximo. Y, desde luego, Cuba, donde descansan algunos de sus orígenes.

Un día, Enrique Meneses, autor de varios libros sobre la revolución cubana y primer reportero que convivió con Fidel Castro y el Che Guevara en Sierra Maestra, recibió una llamada en su domicilio. Era la secretaria de Manuel Fraga: "Don Manuel desea verle en su despacho del Senado". Le pedía una cita para dentro de ocho días. Era el tiempo que necesitaba Fraga para leerse dos de sus libros. Quería conocer su opinión sobre la transición que necesitaba Cuba.

"Debo reconocer que a mí Fraga me causaba más bien antipatía por lo que representaba", concede Meneses. "Yo soy más bien un hombre de centro izquierda. Pero acepté la cita y traté de ser muy puntual".

Fraga y Meneses hablaron en varias ocasiones en aquel despacho. Meneses, que cumplirá 82 años el próximo mes de octubre, también es un hombre delicado de salud. En una de las ocasiones, Fraga le ofreció su coche, adaptado para silla de ruedas, para desplazarse al Senado. Hablaron de su infancia en Cuba, de sus achaques ("a partir de ciertas edades es frecuente hablar de la salud") y de la opinión de Meneses acerca de cómo debería llevarse a cabo una transición de Cuba a la democracia. Meneses se mostró partidario de que ese papel decisivo deberían desempeñarlo los cubanos que siguen viviendo en la isla. En la comparación con la Transición española, Meneses reflexionó junto a Fraga acerca del decisivo papel que tuvo en España la oposición interior frente al exilio exterior. "Es la gente del interior la que conoce el país al detalle. Por eso fueron claves en España hombres como el Rey, Suárez o Felipe González, en mayor medida que Santiago Carrillo".

Hablaron de más cosas sobre Cuba. Incluso de algunos detalles que Meneses se guarda quizás para un próximo libro y que, de momento, Fraga no le deja divulgar. Cuando se lo comentó por teléfono, saltó el Fraga vehemente:

-Le prohíbo a usted que publique esas cuestiones privadas.

-Pues yo las contaré cuando usted haya desaparecido.

Estas y otras reuniones comenzaron a espaciarse. Sin actividad durante meses, su definitiva ausencia del Senado quedó oficializada hace unos días por un escueto comunicado. La agenda de Fraga se ha cerrado.

Manuel Fraga y Santiago Carrillo, fotografiados en 1977, durante el período de transición a la democracia.
Manuel Fraga y Santiago Carrillo, fotografiados en 1977, durante el período de transición a la democracia.CÉSAR LUCAS
Manuel Fraga, durante una entrevista en las elecciones gallegas de 2009.
Manuel Fraga, durante una entrevista en las elecciones gallegas de 2009.MARILUZ MIRANDA

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