El consumo ante el precipicio
Cuál es la constante de la enferma economía española a la que hay que prestar más atención en el corto plazo? En mi opinión, al consumo. Es clave para lograr la recuperación. Pero es la variable que peor comportamiento está mostrando. Y, como un cuerpo anémico, necesita algún tipo de transfusión para recuperar el pulso.
Sin embargo, hay algunos factores que harán que el consumo esté bajo mínimos en los próximos trimestres. El primero es el elevado desempleo y, especialmente, la expectativa de su aumento. El segundo el empobrecimiento de muchos hogares como consecuencia de la pérdida de riqueza por el desplome de los precios de la vivienda y otros activos, como los fondos de pensiones.
El tercer factor que deprime el consumo son los bajos salarios. De acuerdo con los datos de la Encuesta de Estructura Salarial que acaba de publicar el INE, durante el periodo entre 2004 y 2007 los salarios brutos de la mitad de los asalariados españoles está por debajo de los 1.141 euros brutos (dos veces el salario mínimo). Con la crisis, esta situación debe haber empeorado en 2008 y 2009. Es evidente, cuando uno mira los salarios, que no era oro todo lo que relucía en la década dorada de la expansión.
Pero como si esto no fuera de por sí un panorama anoréxico, el consumo está expuesto ahora a una nueva y peligrosa combinación de políticas. El presidente del Gobierno ha decidido que las clases medias y trabajadoras ya no necesitan ningún tipo de transfusión y pueden ser ya donantes de impuestos. Y, por su parte, el presidente de la patronal CEOE defiende una reducción de los salarios nominales como forma de salir de la crisis.
Es como si estuviésemos delante del precipicio del consumo, y Gobierno y patronal hubiesen decidido dar un paso al frente.
Menos renta disponible por la subida de impuestos, y menos ingresos por disminución de salarios acentuarán la debilidad del consumo. Y pueden poner en marcha una espiral malévola en la que el paro y la caída de ingresos provoca una caída del consumo, éste hace que se reduzcan las ventas y las inversiones empresariales, lo que se traduce a su vez en más desempleo ... y vuelta a comenzar la espiral.
Curiosamente, esta combinación de políticas depresivas sobre los ingresos y el consumo se formulan en un momento en que el FMI, la OCDE, el G-8, el G-20 y la propia Comisión Europea recuerdan a los Gobiernos nacionales la necesidad de mantener los estímulos fiscales y financieros a las familias y empresas para evitar una recaída y hasta que se consolide la recuperación.
¿Acaso la CEOE no percibe el riesgo del desplome del consumo? El problema a corto plazo para las empresas no son los salarios sino la caída de las ventas de sus productos. En este escenario, querer reducir los salarios nominales es como escupir al cielo.
¿Cómo se explica, por otro lado, que el Gobierno haya decidido ser el primero en practicar una política de subida de impuestos que pone en riesgo la recuperación y castiga a las clases medias y trabajadoras que constituyen sus principales bases electorales? Se me ocurren tres explicaciones: La primera es que Zapatero crea realmente, como dice, que la recesión se ha acabado. Fue el último en ver la llegada de la crisis, pero parece ser el primero en ver su final. Se equivocó antes, y posiblemente también ahora.
La segunda es que haya actuado pensando en su presidencia de la UE durante el primer semestre del próximo año, y quiera presentarse ante sus colegas europeos y del G-20 como el primero de la clase, como el único que ha comenzado a hacer los deberes. Si es así, estaría cayendo en esa funesta manía de "ir por delante", cosa que no nos corresponde por estatus ni circunstancias.
La tercera es que Zapatero no haya sabido mantener la calma ante la creciente crítica por el aumento del déficit y la deuda. Temía que la oposición encontrase ahí un hueco para cuestionar su gestión de la crisis, y ha preferido huir hacia delante, transformando el debate sobre el déficit en el debate sobre los impuestos.
El déficit público y la deuda están alcanzando niveles elevados. Pero, como señalaba recientemente Martín Wolf ("Why it is still too early to start withdrawing stimulus", Financial Times, 8 septiembre) hay que recordar que las excepcionales medidas monetarias y fiscales que los Gobiernos han tenido que adoptar no son la causa de los nuevos peligros que ahora nos acechan (déficit, deuda, subida tipos de interés, inflación). La causa es la debilidad de la economía privada. Las medidas de política son una consecuencia. Y no es momento aún de retirarlas. Pero hay que hacer frente a sus consecuencias de forma no precipitada.
Mantener la calma en situaciones difíciles es una buena virtud para los gobernantes. Angela Merkel parece ser un buen ejemplo. En ocasiones hay que hacer lo que se debe, aunque se deba lo que se hace. Los niveles actuales de la deuda pública son sostenibles en un horizonte de medio plazo con la economía recuperada. La clave es que los inversores de la deuda confíen en la credibilidad de las políticas y en el retorno del crecimiento.
Hay que tener presente además, y ésta no es una cuestión menor en la actual coyuntura laboral española, que elevar impuestos a los trabajadores y moderar salarios son dos objetivos que se dan de bruces en el marco del diálogo social. Un aumento de los impuestos hace que los asalariados sean menos proclives a aceptar moderación salarial. Una contribución a ese diálogo es moderar aquellos impuestos que reducen los ingresos y deprimen aún más el consumo.
Rodríguez Zapatero ha dicho recientemente que gobernar es también improvisar y retroceder. Ésta es buena ocasión para aplicar esa máxima.
Antón Costas es catedrático de Política Económica de la UB.
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