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Tribuna:La firma invitada | Laboratorio de ideas
Tribuna
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El comercio como salida a la crisis

El comercio global se contrajo en 2009 a niveles nunca vistos desde la Gran Depresión, y los que pagan el precio más alto son aquellos que menos tienen. Así pues, cuando los ministros de comercio de los 153 miembros de la Organización Mundial del Comercio se reúnan en Ginebra a finales de este mes la cuestión de cómo la OMC y el sistema multilateral de comercio podrían ayudar a los países más pobres será prioritaria en la agenda.

Debido en gran parte a una caída abrupta de los niveles de la demanda interna y la producción, pero también a una escasez de financiamiento asequible, el volumen del comercio disminuirá este año más del 10%. Está por ver si el próximo año se recuperará. A pesar de que hay pruebas de que el volumen del comercio creció durante el verano, la recuperación ha sido poco uniforme, y tan frágil que una caída súbita de los mercados de valores o de divisas podría socavar una vez más la confianza de los consumidores y las empresas, que conduciría a un mayor deterioro del comercio.

Desde el inicio de la crisis, el ingreso por exportación de los países más pobres ha disminuido un 44%
La Conferencia Ministerial de la OMC debería impulsar el crecimiento y aliviar la pobreza

Los países más pobres del mundo se enfrentan a los peores apuros cuando el comercio pierde dinamismo. No pueden darse el lujo de improvisar paquetes de estímulo fiscal o rescates de industrias debilitadas para amortiguar el desplome provocado por la crisis económica. Para ellos, el comercio representa una enorme parte de la actividad económica global y es sin duda la mejor vía para salir de una crisis que los ha golpeado fuertemente.

La ironía es que el comercio se ha desplomado justo cuando estos países comenzaban a estar cada vez más activos en los mercados globales, con exportaciones que aumentaron más del 20% durante esta década. Para las naciones que dependen del comercio, la brusca caída de las exportaciones este año fue algo agobiante. Desde que comenzó la crisis, los ingresos por exportaciones de los países más pobres del mundo han disminuido 26.800 millones de dólares o un 44%.

La Conferencia Ministerial de la OMC que se llevará a cabo a finales de mes ofrecerá una oportunidad para analizar la mejor forma de generar crecimiento y aliviar la pobreza en estos países. Una de ellas es la conclusión de la Ronda de Doha de negociaciones comerciales para finales de 2010 -de acuerdo con las intenciones expresadas por los líderes mundiales-. Lograr el acuerdo de Doha representa una de las herramientas más valiosas a nuestro alcance para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas.

Francamente, todos nosotros ya sabemos lo que se necesita. Con todo, la Ronda de Doha ha salido perjudicada por malentendidos fundamentales -primero, por las razones de los países para comerciar y, segundo, por cómo comercian-.

Los países comercian, primero y principalmente, porque está en su interés hacerlo. También es del interés de un país reducir las barreras a la importación a fin de tener un acceso más barato a los bienes y servicios que no puede producir de manera competitiva. El comercio incrementa la competencia y mantiene la inflación bajo control. De esta forma, el comercio puede elevar los niveles de vida. Además, los países que reducen las barreras a la importación también terminan aumentando sus exportaciones.

La renuencia de los negociadores comerciales a emprender lo que claramente está en su propio interés refleja otro malentendido, más grave, sobre la forma de comerciar de los países. Consideremos el comercio de iPod entre Estados Unidos y China. Cada iPod que Estados Unidos decide no importar se traduce en una "disminución" de 150 dólares en las exportaciones registradas de China, aunque solamente 4 dólares de ese valor se agregan realmente en China. Japón, que contribuye con alrededor de 100 dólares del valor, sufre mucho más la supuesta disminución de las exportaciones de China. Claramente, la leyenda "made in" significa algo muy diferente de lo que significaba hace veinte años. Nuestros procesos de producción están tan globalizados que los aranceles a la importación de un país bien podrían sancionar las importaciones de una de sus propias empresas globales.

Para muchos países, particularmente en el mundo en desarrollo, reducir los obstáculos al comercio es insuficiente para participar plenamente en la economía global porque también necesitan crear su propia capacidad de comercio.

Ése es el objetivo central de la iniciativa de Ayuda para el Comercio. A pesar de la crisis económica, las contribuciones de los donantes de la Ayuda para el Comercio a fin de ayudar a los menos afortunados han aumentado el 10% por año desde 2005, y los principales donantes están en vías de cumplir o superar sus compromisos de futuros fondos. Varios de los principales países han aceptado incrementar sus contribuciones este año para la creación de infraestructura, capacidad productiva y conocimientos técnicos en el mundo en desarrollo.

Sin embargo, la Ayuda para el Comercio no sustituye las oportunidades de apertura de mercados y mejores normas que ofrece la Ronda de Doha. Los miembros de la OMC ya han acordado que los países ricos -y aquellos en desarrollo que estén en condiciones de hacerlo- abrirían sus mercados completamente al 97% de las exportaciones de los países más pobres del mundo, y reducirían enormemente los derechos de los productos para los que aún hay barreras.

Como resultado, los subsidios al algodón, que reducen los precios y desplazan las exportaciones africanas, disminuirían drásticamente, y las exportaciones de algodón de los países pobres recibirían un tratamiento libre de derechos y de cuotas en los mercados de los países ricos. Todos los subsidios a la agricultura que distorsionan el comercio se reducirían radicalmente en un 70%-80% en los principales países que los otorgan. Con nuevas normas que agilicen los procedimientos aduaneros se acortarían significativamente los tiempos de tránsito. Debemos avanzar en este asunto.

Lo frustrante es que estamos muy cerca de llegar a un acuerdo que, según el Peterson Institute for International Economics, con sede en Washington, traería beneficios económicos globales de 300.000 a 700.000 millones de dólares anuales. Pero, para obtener esos beneficios, debemos concluir el acuerdo. La próxima Conferencia Ministerial debería enviar la señal de que estamos dispuestos a hacerlo.

Pascal Lamy es director general de la Organización Mundial del Comercio. Copyright: Project Syndicate, 2009. www.project-syndicate.org Traducción de Kena Nequiz

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