Regeneración empresarial
En toda crisis se ponen de manifiesto alteraciones en la estructura de numerosos sectores empresariales. Surgen nuevas oportunidades y, en todo caso, los responsables de las empresas se replantean sus estrategias, incluyendo en ese cuestionamiento la dimensión óptima y, en definitiva, la propia supervivencia autónoma. Esta crisis no es una excepción. Antes incluso de que emerjan señales de recuperación en aquellos sectores más castigados por la crisis, o en los que esta ha revelado un exceso de capacidad, tienen lugar movimientos de reestructuración a través de operaciones de integración o de adquisición o absorción. Se aprecia desde hace meses en la industria de servicios financieros, pero también se insinúa en otros sectores. En el último trimestre ya se han producido operaciones significativas en el mercado más dinámico para este tipo de operaciones, el de EE UU. Se trata de movimientos observados en crisis anteriores: en los primeros compases de las fases de recuperación, las empresas más agresivas y las susceptibles de conseguir buena financiación tratan de posicionarse acelerando esa recomposición del censo de oferentes.
A medida que las condiciones de financiación mejoren se harán más explícitas y se extenderán a otros países. Constituirán una ilustración de esa dinámica de destrucción creativa a la que hacía referencia Joseph Schumpeter. Las empresas incapaces de soportar los rigores de la competencia intensa o las adversidades propias de una recesión dan paso a otras que emergen con más capacidad de innovación.
En España la regeneración competitiva es limitada. En primer lugar porque la natalidad empresarial es baja. Para que exista un mercado de control corporativo, a través de cualquier tipo de operaciones, es necesario que la financiación esté disponible, no necesariamente a través del sistema bancario. Fuera de las entidades de crédito, en el sistema financiero español es difícil encontrar vehículos equivalentes a los existentes en otras economías más avanzadas. Las entidades convencionales de crédito seguirán muchos meses más alejadas de la financiación de la economía. Los propios y muy complejos procesos de reestructuración de las cajas, más los que se abran entre los bancos medianos, no van a facilitar la financiación no solo de las operaciones singulares de reestructuración empresarial, sino la más perentoria normalización del crédito. La financiación a través de los fondos alternativos a los bancarios es muy limitada.
La otra condición que limita la vitalidad de la regeneración empresarial es el pobre ejemplo de los que se consideran como empresarios establecidos. Solo hace falta observar la representatividad y el espectáculo que ofrecen quienes están sentados en los órganos de gobierno de la principal organización empresarial, la CEOE. Muchos de los que reclaman liberalización de los mercados son incapaces de renunciar a los subsidios públicos o dar ejemplo de verdadera asunción de riesgos. Sería muy deseable que el mercado de fusiones y adquisiciones en España llegara a tener la vitalidad que en otras latitudes, como EE UU y Reino Unido, y contribuyera a regenerar el censo empresarial: es decir, a sustituir a aquellos que están más cercanos a los logreros de los que hablaba J. M. Keynes por verdaderos emprendedores.
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