El 'show' de Alaska y Mario
El miércoles 13 de abril, Mario Vaquerizo se despertó dando alaridos en mitad de la noche. No veía nada. Le habían quemado la córnea con un golpe de flash durante unas fotos promocionales del reality show que él y Alaska están grabando para MTV España (en colaboración con la productora El Terrat y que se estrena el 11 de mayo). Por eso a la mañana siguiente abre la puerta de su casa con las gafas de sol puestas. "Estoy ciega", se lamenta en esa acepción del castellano que elimina el género masculino de su gramática.
Alaska llega al rato. Y lo que se sucede a continuación es una secuencia metalingüística: el matrimonio posa para EP3 mientras la sesión de fotos es a su vez filmada por un equipo de cámaras. Este fragmento del "aquí y ahora", perteneciente a la cotidianidad de la pareja, pasará a formar parte del plano de existencia por el que se mueve el programa, el de la realidad guionizada. Alimentará la trama de Alaska y Mario, un docu-reality con ellos y su entorno como protagonistas. Un circo.
"Lo hemos hablado muchas veces: si yo tengo un hijo, Mario acaba la relación" (Alaska)
"Habrá quien diga: 'Qué gracioso', y otros a quienes les parezca una mamarracha" (Mario)
"Teníamos pensado haceros una foto no muy posada. Como el tema es sobre una incursión televisiva en vuestro día a día...", comenta la periodista. "¡Pero si nosotros solo sabemos posar!", exclama Alaska. Esta pareja es experta en normalizar lo artificial: la cirugía estética, el tinte de pelo, los morritos a cámara, las dietas... "Hombre, lo que se dice algo natural no va a salir", advierte el fotógrafo. "Porque ni ellos son caseros ni esto es una casa". Lo es en tanto en cuanto hay que descalzarse al entrar, y aunque no te lo digan, sabes que más te vale no rayarles las paredes. Su sentido del orden se hace patente cuando un cámara tira uno de los millones de objetos que la habitan (una especie de altarcillo japonés) y a ella casi le dan los siete males: "¡Ahhhhh, mi tesoro, noooo!". Su hogar es como "el de unos padres", la asistenta viene todos los días durante ocho horas.
Siguiente escena. Misma localización -la casa bautizada como "rosa" por el programa- y mismos protagonistas, a excepción de
Pablito, un niño de seis años al que conocieron junto a sus padres en el último concierto de Alice Cooper en Madrid. Al no tener viviendo bajo su techo a unos adolescentes desconfigurados mentalmente que participen del programa (como pasó con The Osbournes), los padres han permitido a Pablito que pase el día con ellos en régimen de hijo único su-perconsentido. Le han llevado de compras, a comer al Hard Rock Café, y ahora él ve Clan TV mientras Alaska duerme la siesta
en el sofá. Mario está al ordenador. Los cámaras descansan echados sobre la moqueta. Tras la sobremesa, llega la hora de abrir los regalos. Una espada láser, un muñeco de Alien vs. Predator, un cómic de la Marvel... "Me he arruinado con tanto juguete. Ahora voy a tener que trabajar mucho para pagarlos", le dice él a Pablito. El niño contesta: "Pero si tú no trabajas porque no aprendiste bien en el cole". Durante el proceso de desempaquetar, y entre múltiples "mira qué bonitos", a Mario casi se le escapan un "maric..." y un "coñ..." que Alaska para a tiempo con un gesto de reprimenda y la frase: "Mario, la boca...".
Acabada la orgía de prebendas, Vaquerizo dice que se baja al chino para comprarle leche a Pablito, "por si quiere beber un trago entre horas. Y de paso, me tomo una cervecita". Por consenso, en aras de la fotogenia, se acuerda que vaya al Vips. "Ah, ¿que también me vais a grabar?". Sí, cruzando la Gran Vía entre los coches a golpe de melena y móvil en mano. La gente murmura a su paso. A los tres minutos sale Mario del establecimiento con bolsas llenas de cartones de leche, tonterías y unas cervecitas.
Mario y Alaska funcionan. Lo hicieron en el gag que les dedicaron en Muchachada nui y lo hacen ahora. Este es su formato. Mejor que un blog o un disco.
Son lo más parecido que tenemos a Paris Hilton. Hablan un lenguaje mucho más exportable que el de, por ejemplo, Belén Esteban. Ellos forman una pareja que sabe perfectamente cómo gestionar su imagen. Y la fama. No tienen por qué interpretarse hasta llegar a torcerle el brazo a la realidad para devenir en ficción. No son un personaje del corazón. Su vida es un puro argumento. Solo tiene sentido despojarles de cualquier doble lectura. No sumarles interpretación amparada en eso llamado ironía posmoderna que nadie sabe muy bien qué significa. Hay que disfrutarlos.
Y al tercer día, Alaska y Mario reciben sin las cámaras. Son las 19.30. En la entrada de la casa rosa esperan unas cajas de El Corte Inglés con la compra a domicilio. Pero... ¿no se supone que no comen? La respuesta, más abajo, junto a la evidencia de que cada pareja tiene su secreto de funcionamiento. "Como decía Fanny McNamara, cada maricón es un mundo", cita Mario.
EP3. Entonces, ¿qué tal con el niño? Porque a ti, Alaska, te vi más ducha...
Mario Vaquerizo. ¿Qué quiere decir ducha?
Alaska. Manejando mejor la situación.
M. V. Hombre, porque lo estaba mimando todo el rato: "El niño, el niño...".
A. Eso lo hemos hablado muchas veces. Si yo tengo un hijo, Mario acaba con nuestra relación.
M. V. Ya. Y yo quiero que ella me haga caso a mí.
A. Mira Pamela [Anderson], que cuando tuvo al niño dejó de mirar a la cara a Tommy [Lee], y el otro se pillaba unos rebotes de inmaduro que hacían que ella lo mirara aún menos. Y si lo que tenemos nos importa tanto, no vamos a meter una nota discordante.
M. V. A lo mejor nos estamos perdiendo cosas maravillosas al no ser padres, pero me imagino con un niño y ¿qué hago? ¿Lo meto en la furgo de las Nancys Rubias? No, eso es un cuadro.
A. Tener hijos es una opción. Puedes contemplarla o no. Y nosotros hemos decidido no hacerlo. Además, como bien dijo Mario, con Pablito, más que a los padres, estábamos jugando a los abuelos. Que es muy satisfactorio.
EP3. ¿Cómo surgió este reality?
M. V. Fue idea de José Corbacho. Había visto el blog que escribimos en Libertad Digital, y cuando fui con Calamaro de promoción al programa de Buenafuente me dijo: "Oye, Mario, he pensado que a esas letras habría que ponerles imágenes. ¿Os gustaría hacer un reality?". Y yo, sin consultárselo a la Olvi ni nada, ya le dije: "¡Sí!". El Terrat lo movió y nos empezaron a llegar propuestas, pero todas provenían de canales generalistas, que nosotros somos muy fans, sí, como espectadores, pero no como protagonistas. Lo que no quería es que hubiera debates paralelos. Así que la cosa se quedó ahí, diluida. Pero yo, que soy muy fulana, en los premios MTV se lo solté a una chica. Olvido me regañó y me dijo: "Tú no tienes por qué decirle nada a nadie". A los dos meses me llamaron para presentar su programa de Navidad. Y ahora lo entiendo: estaban probándome, porque todo el mundo sabe que ella funciona perfectamente. Pero debieron decir: "A ver este qué tal lo hace". Les gustó y aquí estamos.
EP3. ¿Creéis que el programa os va a humanizar o todo lo contrario?
A. Depende de los ojos que nos miren. Lo que sí va a conseguir esto es situarnos en lo que somos. Nosotros estamos constantemente dando información sobre nuestra vida: lo que nos gusta, lo que no, lo que comemos, lo que hacemos... No somos asépticos. Luego la gente ya decidirá lo que hace con esa información, si odiarnos o amarnos.
M. V. Cuando eres un personaje, no te cuestionan ni las mayores barbaridades. Yo me pongo a decir: "No como, no como, no como", que luego es mentira, además; y habrá gente que diga: "Mira qué gracioso", y otra a la que le parezca una mamarracha. Es como lo que le dije una vez al Conde Lecquio: "Solo por ser una rockstar, a mí se me perdona... T-O-D-O. Hasta ir con una camiseta así [dice mientras se despechuga con el gesto]. Porque soy una rara.
EP3. ¿Y lo de que todo acabe en boda?
M. V. Lo de convalidar nuestro matrimonio es algo que ya veníamos planteando desde hace tiempo en el blog. Ellos [por El Terrat] lo leyeron, y como son especialistas en hacer un programa, saben que este tiene que tener un principio y un final. Así que decidieron usar la boda como hilo argumental.
A. Lo vimos como algo pragmático: las casas, las cosas... Había que poner...
M. V. ... Orden.
A. Estábamos en eso. Y al final, se ha convertido en algo que hace ilusión.
EP3. Es curioso que con lo altar doméstico que es esta casa no haya elementos autodevocionales.
A. Porque nosotros estamos referenciando elementos comunes, no a nosotros mismos. Nuestra mitología es más grande que nuestro mito.
M. V. De todas maneras, yo soy un poquito más egocéntrico.
A. Sí.
M. V. Yo estoy encantado, porque, por concepto, te lo tienes que tener muy creído para hacer un reality sobre tu vida. Porque crees que tu mundo es lo más. Y yo lo hago. Para que luego vengan cuatro foreras a decir que soy lo peor. Luego la Olvi se enfada conmigo cuando digo estas cosas.
A. Porque para dos líneas que tenemos, no se las vamos a dedicar a lo que no tiene ningún interés. Pero, bueno, como es lo que me lleva pasando 30 años con Nacho [Canut, la otra mitad de Fangoria], puedo vivirlo otros 30 contigo.
M. V. Es que tú llevas labrándote tu sentido de la indiferencia 10 años. Y yo aún me tengo que reafirmar en la soberbia cada día. Y todos esos que dicen: "Mira para lo que han quedado, para un reality"... ¡Pues me están pagando un dineral!
A. Ya, pero es que no estás contando nada nuevo.
M. V. Pues para mí sí es nuevo. Cariño, déjame hablar, que tú me sacas 11 años. No puedes juzgar todo según tu rasero. Yo digo: ante esas, la guerra. Sobre todo, porque no permito que digan de ti que eres una acabada, ni de Nacho que es un muñeco de cera... ¿Vale? De mí, en cambio, pueden decir lo que quieran.
A. Ya, Mario, pero si no quieres, no seas famoso. Y si aceptas, lo aceptas con todas las consecuencias.
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