Más que inéditos
Este trío de exposiciones corresponde al desarrollo efectivo de los proyectos seleccionados en la décima edición de Inéditos, certamen convocado por la Obra Social de Caja Madrid y concebido para impulsar el trabajo de jóvenes comisarios, de cuya década de trayectoria se hace asimismo balance, en términos documentales, en una cuarta muestra adicional. Una iniciativa como esta, cuyo objetivo es dar paso a profesionales de última hornada que incorporen una nueva mirada generacional sobre la práctica artística de nuestro tiempo, es sin duda deudora del protagonismo exacerbado que ha ido cobrando la figura del comisario, en las décadas correspondientes al horizonte del cambio de siglo, y a la correspondiente autonomía creciente de su discurso, en detrimento a menudo de la anterior primacía de lo dictado desde la propia obra. Y, en tal sentido, parece de entrada previsible que el resultado de esos "inéditos" -o, en rigor, no tan inéditos, por cuanto, aun estando los tres justo en el arranque de la treintena, tienen ya a sus espaldas un currículo estimable- se ajuste a la postre a las querencias recurrentes, y aun a los vicios, comunes a ese estado de cosas, más que incorporar en efecto, como resultaría deseable, perspectivas de aproximación, en verdad, enteramente nuevas sobre la esfera del arte.
Inéditos 2011
La Casa Encendida
Ronda de Valencia, 2. Madrid
Hasta el 11 de septiembre
Con todo he de decir que el tono general de las muestras planteadas y resueltas por los tres jóvenes es sólido y eficazmente ejecutado. La más previsible, en su retórica en torno al objeto, resulta Seres inanimados, comisariada por Bárbara Rodríguez Muñoz (Madrid, 1979). Es a la par, para mi gusto, la menos equilibrada en cuanto a la elección de los trabajos, no todos ellos de equivalente solvencia. Con todo, entre otras cosas, destaca en su recorrido un conjunto de gran talla, el que documenta el muy sugerente proyecto entretejido en torno a la importación de dátiles desde Irak por el artista neoyorquino Michael Rakowitz.
Por su parte, en Alrededor es imposible, Lorenzo Sandoval (Madrid, 1980) propone un acercamiento a los comportamientos que creadores actuales establecen a partir del uso de una nueva herramienta tecnológica, la de los sistemas cartográficos desarrollados por Google. De dispar interés en las propuestas concretas, el atractivo de lo articulado responde a la diversidad de opciones y estrategias, desde la performance al diseño de juegos urbanos, que abarca su balance de las opciones que se abren en esa apropiación instrumental. Aun así, lo mejor, sin duda, resulta ser el espacio concebido por la malagueña, residente en Berlín, Regina de Miguel, que es también, paradójicamente, la artista que más se aleja de la exhibición literal de las tipologías acuñadas por Google.
Pero la sorpresa mayor es, con mucho, la impecable Después del silencio de Pedro Portellano (Oviedo, 1979). En ella ha acertado a elegir un tema, el del silencio, en efecto esencial en el curso del último siglo dentro de ese campo de la creación sonora y sus múltiples interrelaciones disciplinares con otros campos, en el que acostumbra a asentar su trabajo este joven comisario asturiano. Como ha sabido articular también su propuesta a través de una ejemplar selección de obras, todas ellas bien pertinentes, que por sí mismas y en el diálogo que entre ellas se establece en la disposición escénica de la muestra, se bastan para alcanzar a hacer transparente, desde los antecedentes germinales (Allais, Cage...) a las sugerentes inflexiones que a partir de ellos deriva, toda la riqueza de claves contenida en el discurso concebido para el proyecto. Memorable, por ejemplo, es el triángulo de complicidades que se establece entre la 4'33" de Cage y las piezas audiovisuales de Paik y de Boer. En fin, todo un logro, propio de un comisario mucho más curtido, de largo, de lo que el eventual calificativo de inédito vendría a sugerir.
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