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Tentaciones
Reportaje:EN PORTADA

VAMPIROS CON IPOD

ÉSTA es la historia de una obsesión, la de los fanáticos de Crepúsculo, la saga concebida por la escritora estadounidense Stephenie Meyer; también conocidos como twilighters ("crepusculares") o twihards (término que mezcla su título original, Twilight, con die hard, "entregado"). Éstos (o sería más exacto decir éstas) llevan camisetas que claman "me van los macizos con superpoderes y colmillos" o "amo a los vampiros vegetarianos", tatuajes que rezan "el león se enamoró del cordero" y peregrinan a Forks, el pueblo donde más llueve de EE UU —el único baremo por el que Meyer se animó a situar sus novelas allí—, una localidad de 3.100 habitantes cuyos restaurantes despachan platos como Bella burger o Edward Bite en homenaje a sus dos protagonistas, la chica nueva del instituto y el chupasangres reinsertado.

Sólo los amantes de Harry Potter han pasado páginas con la misma fascinación. Aunque los cuatro volúmenes de Crepúsculo han vendido sólo un total de 17 millones de copias en 37 países frente a los 400 millones de la saga de J. K. Rowling. Es igual, el estado febril es el mismo. En Sitges esperaban a 300 seguidores y un millar llenó la presentación de la adaptación cinematográfica. En Roma fueron 3.000 los que crearon el caos en 20 minutos y en la pasada Comic-Con de San Diego (EE UU) 6.500 fans, en su mayoría chicas adolescentes y sus madres, cambiaron la faz de un foro tradicionalmente reservado para varones que no ligan. "Eso es cierto. El fervor es el mismo", concede Catherine Hardwicke, la directora de la película.

La obsesión del nuevo milenio (contra todo pronóstico) es una historia romántica digna de Corín Tellado, concebida por una ama de casa con tres hijos y fuertes raíces mormonas, donde el príncipe azul "de belleza inhumana" es un príncipe de las tinieblas. La historia que ha levantado tantos gritos como High School Musical 3 contiene el mismo número de besos en pantalla que este musical y transmite el mismo mensaje de castidad dentro de un género hasta ahora asociado con grandes dosis de sangre y sexo. Hardwicke se ríe: "No todos hemos visto tantas películas porno como los españoles. A mí me gusta la idea de mantener la tensión sexual". Melissa Rosenberg, guionista de Crepúsculo y conocedora de la cara oculta de la humanidad gracias a su trabajo en la serie Dexter, es más clara: "Stephenie es mormona y el libro es casto. Pero es deliciosamente sensual".

Crepúsculo es, ante todo, una historia de amor. Una nueva versión de Romeo y Julieta, de una pasión prohibida compartida por la tímida y desplazada Bella Swan (Kristen Stewart) y el más guapo, misterioso e inalcanzable de sus compañeros de clase, Edward Cullen (Robert Pattinson). El pequeño detalle de que Edward es un vampiro no echa atrás a Bella, aunque éste tiene que aprender a controlar el impulso de lanzarse a la yugular de su chica. Todo transcurre en los misteriosos bosques del noroeste de EE UU, los mismos paisajes que se tragaron a Laura Palmer en Twin Peaks. "Cuando leí la sinopsis me echó para atrás", confiesa Stewart. "Estaba en la pila de elecciones inteligentes en mi carrera y eso me puso más en contra", añade la actriz de 18 años que hizo de hippie enamoradiza en Hacia rutas salvajes. "Pero el rechazo desapareció en cuanto leí el guión y el libro. Es la antítesis de lo que parece. No va de vampiros o del hombre ideal, sino sobre la mortalidad, la identidad y cómo nos puede torturar lo que más queremos", se explaya mientras se muerde las uñas. Y le asalta una última idea: "Bella es la que lleva los pantalones".

En eso tiene toda la razón. La fascinación ancestral por estos predadores capaces de perecer a la luz del sol por perderse tras el cuello de una mujer cambió con Entrevista con el vampiro, de Anne Rice, donde escuchamos sus pensamientos torturados. En los noventa la serie Buffy, la cazavampiros hizo de ellos el centro de la lucha por la liberación de la mujer en la pequeña pantalla. Crepúsculo da otro salto cualitativo en el género, quizá no del gusto de todos, pero que hace escuela. Su estreno coincide con la serie True blood (que se emite los jueves en Canal+), basada en las novelas de Charlaine Harris, donde los vampiros también han salido del armario sólo que la cosa adquiere un tinte más oscuro, redneck ("paleto") y, por qué no decirlo, adulto. Otras series que veremos pronto son Dark path, de los creadores de MTV Unplugged, o la trilogía de novelas The strain de Guillermo del Toro. Suecia también ha puesto su granito de arena con el adorable filme Let the right one in. "Te diría que la fascinación actual por los vampiros es una coincidencia", afirma Alan Ball, artífice de A dos metros bajo tierra y de True blood. "Pero Freud me llevaría la contraria. Lo cierto es que el mundo vive en un momento de miedo y la cultura es una catálisis para vivir este miedo de una manera más segura", explica.

En este baño de sangre es difícil mantener clara la mitología sobre los vampiros. ¿Se queman con la luz del sol? Es lo normal, menos en Crepúsculo, donde se tornan dorados y brillantes. "Yo me pongo totalmente rojo y me parecería lo normal en el caso de un vampiro", apostilla Pattinson, el Edward de la peli, hasta ahora conocido por un pequeño rol en Harry Potter y el cáliz de fuego. Beben sangre, sí, aunque la familia vampírica de Crepúsculo se confiesa vegetariana (sólo se alimenta de sangre animal) y en True blood beben una variante sintética embotellada. Un tema que propicia las incógnitas más insospechadas en los foros de Internet, desde donde acribillan a Meyer con preguntas del tipo: "¿Cómo es capaz Edward de contener su sed cuando Bella tiene la regla?".

En cualquier caso, las cifras cantan. Existen 350 foros dedicados al fenómeno (incluido TwilightMoms.com, dedicado a las madres de las Bellas sueltas por el mundo) y la web oficial lleva más de ocho millones de visitas. Como recuerda la escritora, "Bella somos todas. Hay en ella algo de mí y de cada una de las personas que lee el libro. De ahí el éxito de esta historia". Y en este instante Meyer clama venganza. Aunque suene mezquino, desea el éxito de la película "para acallar a todos los que llevan diciendo todo el tiempo que esto es un bluff". "Pero tendrá que ser un éxito con mayúsculas si aspiramos a rodar la segunda parte", añade Hardwicke.

Puede respirar tranquila. Si la productora reclamaba un mínimo de 150 millones de dólares para llevar a cabo el segundo eposodio, Nueva luna, sólo el primer fin de semana de exhibición en EE UU superó todas sus expectativas, recaudando 70 millones y convirtiéndose en la mejor apertura de la historia llevada a cabo por una directora. Según datos extraoficiales, sólo en promoción se han gastado 40 millones, tres más de los que costó la cinta. Hardwicke defiende que está destinada a ambos sexos. "Los vampiros no son más que una metáfora, una forma de expresar ese momento que todos hemos vivido de descubrimiento de una nueva energía: cuando te explotan las hormonas y descubres lo que es fumar, beber y besar".

Crepúsculo se estrena hoy en toda España.

FABRICE DALL'ANESE

BELLA Y SU BESTIA

El cuello de Bella

Son muchas las que querrían estar en los zapatos de Kristen Stewart. Zapatillas para ser exactos, de tela de cuadros, donde la actriz de 18 años enfrasca su mirada mientras habla. Cada respuesta tiene algo de enfado, como si las palabras no alcanzaran a expresar todo lo que quiere decir. De ahí que se muerda el labio o unas uñas negras que resaltan todavía más la palidez de su piel. Lo de Catherine Hardwicke y Stephenie Meyer con ella fue amor a primera vista cuando la vieron: de inmediato supieron que no podría haber otra Bella, esa que tantos lectores admiran o quieren emular. Actriz desde niña, la conocimos como hija de Jodie Foster en La habitación del pánico y musa de Sean Penn en Hacia rutas salvajes. Parece sincera cuando dice que no cree en la fama: su próximo rol será de stripper en una película indie. ¿Se la imaginan subida a una barra americana?

EP3. ¿Algún parecido con Bella?

Kristen Stewart. Sé lo que son los amores obsesivos desde que tenía cinco años.

EP3. ¿Le van los vampiros?

K. S. No sé si existen, aunque hay bastante gente que te chupa la sangre. Lo que definitivamente me atrae es el lado oscuro de las cosas.

EP3. ¿Eso es lo que le atrajo de Rob?

K. S. Desde la primera prueba que hicimos noté su dolor. Su miedo. Se me hace duro hablar de ello. Fue muy orgánico. Me hubiera ido del proyecto si no le hubieran escogido.

EP3. La directora estaba preocupada con la idea de haber roto su noviazgo con Mike Arangano.

K. S. No he dejado a mi novio por Rob, pero el rodaje fue intenso. Es raro tener relaciones que son reales pero que no ocurren en la realidad.

EP3. Crepúsculo marcó su mayoría de edad.

K. S. Menos mal. Hubo escenas en las que me sustituyeron por una marca en el suelo porque la ley no me dejaba trabajar más horas. Sé que esas leyes están para proteger a los menores pero a mí me privaron de compartir esos momentos de película.

EP3. ¿Es duro convivir con los fans?

K. S. Hay de todo. Rabia, desdeño, entusiasmo. Son como una gran familia y hablan de lo que cenan, de sus novios y de cómo no son tan guapos como Edward. Pero pronto pasará todo esto y volveré a lo mío, las películas raras y pequeñitas.

Los dientes de la bestia

Robert Pattinson ha regresado de su muerte en Harry Potter y el cáliz de fuego al mundo de los no vivos de Crepúsculo. Y casi no llega, porque había decidido dejarlo. Los motivos de este británico de 22 años para actuar nunca fueron muy profundos: lo hizo básicamente por ligar. Pero hoy, sumido en un rodaje en España, haciendo de Dalí en Little Ashes y sin hablar palabra de castellano, ha encontrado su motivación. O a lo mejor la encontró en casa de Catherine Hardwicke, donde venció a cuatro contendientes ensayando la escena más carnal de Crepúsculo junto a Stewart sobre una cama. Ahí obtuvo el papel de Edward Cullen. Y al parecer perdió su corazón.

EP3. Dicen que en el rodaje le pidió a Kristen su mano en matrimonio.

Robert Pattinson. No sé quién dijo eso. Nunca le pedí casarnos aunque ella es la verdadera razón por la que quise hacer esta película. Es una actriz sólida, fiera y que no se echa atrás. Era mi garantía de que haríamos la película que queríamos hacer.

EP3. ¿Y cuál era esa película?

R. P. La historia de una obsesión. Tan pronto como empecé abandoné todos los elementos fantásticos. No quería hacer una peli estereotipada de vampiros. Más bien vivir el vampirismo como una enfermedad que te da la vida eterna y otros superpoderes pero también te fuerza a lidiar con tu conciencia, con la falta de alma.

EP3. ¿Sabe mucho de obsesiones?

R. P. Estuve obsesionado durante diez años con la misma chica, pero nunca hablé con ella.

EP3. ¿Y la música, que és: obsesión o hobby?

R. P. Durante años tuve un grupo, pero suena muy hortera eso de ser actor y tocar en un grupo. Aunque es frente a un micrófono donde me siento más libre. No tengo muchas aficiones. Cuando estoy en Los Ángeles espero delante del teléfono.

EP3. ¿Espera la llamada de sus fans? Siempre hay alguno en su puerta.

R. P. Es terrorífico. Y en ocasiones ridículo. ¡Si todavía no han visto la película! Todo ha sido un golpe de suerte y pasará. Aunque también me dará nuevas oportunidades.

EP3. Primero tendrá que hacer otras tres películas, ¿no?

R. P. Ya veremos, porque Edward siempre tendrá 17 años. Y yo no. Pero me gustaría tener mi propio estuche con las cuatro películas. R. A.

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