Treinta años de 'revival Mod'
Imanol, Víctor y Flores tienen alrededor de 20 años y son mods. Un movimiento basado en la moda y la música británicas de los primeros sesenta
"Durante la guerra de las Malvinas estábamos en Madrid de promo con mi banda, Brighton 64. Nos metimos en el ascensor con unos argentinos. Íbamos cargados de banderas inglesas y tuvimos una tangana de la hostia ahí dentro. ¿Cómo ibas a explicarle a aquellos tipos que todo eso era parte de algo llamado ser mod en un trayecto de tres pisos" Era más rápido pegarles un puñetazo". Albert Gil, uno de los modfathers (padres del movimiento) de España, ilustra de este modo lo complicado, y hasta inútil, que puede resultar explicar qué es un mod.
Todo había empezado tres años antes. En mayo de 1979. En el londinense Bridge House se celebra el mods Mayday, un concierto que agrupa algunas de las bandas inspiradas en parte por el punk, en parte por el Londres de los sesenta y en casi todo por The Jam. Es un éxito y pronto se convierte en un disco clave para entender un revival que, una semana más tarde, confirmaba su llegada con el estreno de Quadrophenia en el Festival de Cannes y el retorno de The Who a los escenarios. "Los mods son la exaltación del mito adolescente del individualismo. Vivir rápido, no llegar a adulto, no envejecer. Ser el mejor, ir siempre por delante; ser capaz de dar ese pasito que te aparte de la multitud, de ese colectivo que quiere anularte como individuo e integrarte paternalmente", remata Gil. La realidad es que aquella tribu urbana surgida en la alegre Gran Bretaña de mediados de los sesenta y que languideció con la llegada del hippismo vivía una segunda juventud en unas circunstancias completamente distintas.
Es gente antipática y nada gregaria. Nadie te convencerá de que seas mod (Paolo Hewitt)
Haz lo que quieras, no des explicaciones y, sobre todo, jamás mires atrás (Paul Weller)
Detrás de bandas como los Kinks o los Jam, de los trajes y de marcas como Fred Perry, Dr. Martens o Ben Sherman se esconden tipos que llevan 50 años tratando de evitar ser engullidos por el sistema. Una independencia sobre la que Quadrophenia "que cumplirá 30 años en un par de meses" ponía el acento. "El filme fue el detonante de la explosión mod fuera de Inglaterra", comenta Pablo Martínez Vaquero, periodista asturiano que acaba de editar el libro ¡Ahora! No mañana, un magnífico tratado sobre el movimiento en nuestro país. "Ahora capto en ella muchos mensajes subliminales que con 13 años no asimilé. A muchos cinéfilos les puede parecer intrascendente, pero conozco pocas películas que hayan marcado la vida de tanta gente en tantos rincones del mundo". De debajo de las piedras del punk salieron miles de jóvenes que recogían el legado de 1964, pero en vez de escuchar rhythm and blues o soul y lucir flequillos sesenteros, copiaban la versión del corte de pelo que llevaba Paul Weller, y, sobre todo, salían de la deprimida clase trabajadora de una Inglaterra que veía que el paro se disparaba y la profecía del no hay futuro parecía más cierta que nunca. La violencia tomó las calles y los campos de fútbol, y los mods no fueron ajenos a todo aquel desbarajuste juvenil, lleno de parkas, scooters (había más en el Reino Unido que en la propia Italia), anfetaminas y puñetazos.
Cuando en 1980 Margaret Thatcher se convierte en primera ministra del Reino Unido, todo atisbo de pacificación salta por la ventana. "Inglaterra era una mierda. El mundo era una mierda. Yo tenía 18 años. Lo de antes estuvo bien, pero luego llegaron los ochenta y jamás en mi vida me había sentido tan fuera de lugar. No querría volver atrás por nada en el mundo. Después de algo bueno, siempre pueden llegar los ochenta", sentencia Paul Weller, antes de su último concierto en Barcelona.
Él, líder de The Jam, es el mod por definición. Con 50 años no es ni nostálgico, ni revivalista. Porque ser mod no es para "guardas de museo", como les llama Albert Gil. "Ni para estúpidos colgados que piensan que les debes algo", recapacita Weller. "No sé si soy mod o no, pero sí soy consciente de que he molestado a mucha gente, y eso es muy mod". Una idea que comparte con Paolo Hewitt, escritor y periodista. "Éste es un movimiento de gente antipática y nada gregaria. Nadie te va a convencer jamás para que te hagas mod. Aún recuerdo la primera vez que me topé con Weller. Era 1974 y pensé: "Vaya pajillero". Joder, ese año todos queríamos ser Bowie, soulboys americanos, y ahí estaba él con su scooter, la parka y los calcetines blancos. Pensé: '¿Dónde ha estado este tipo los últimos veinte años?' Si eso no es ser mod... Hewitt es hoy biógrafo de Weller.
La carrera de casi todas las bandas líderes del revival mod fue fugaz. Su energía era tan de su tiempo que su perdurabilidad ha sido casi nula, a pesar de la magnífica música que casi todas dejaron. Purple Hearts, Chords o Secret Affair sentaron las bases de un nuevo ideario mod que inspiraría la vuelta del ska (con bandas como The Specials o Selecter) e inventaría el indie tal y como lo conocemos (con Television Personalities o The Times).
Claro que la apoteosis popular llegó en los noventa: el britpop de Blur y Oasis propició un accidental repunte de lo mod poblado por gente tremendamente despistada. "Este movimiento no es fácil. Debes tener educación, sensibilidad, inteligencia. Necesitas estilo, individualismo. Los mods, además, jamás han tenido voluntad de proselitismo. Casi cuantos menos haya, mejor. Siempre ha sido algo underground. Se usó de manera comercial en los sesenta, en el revival de 1979 y, sobre todo, en el britpop. Te cansaste de ver gente con dianas, con parkas...", recuerda Gil.
A España, el movimiento llegó con The Jam, Quadrophenia y el punk. Con bandas como Los Negativos, Los Elegantes o los propios Brighton 64. Con el gran modzine reacciones, la sala Zeleste de Barcelona y el Rock-Ola madrileño (la muerte de un rocker, eterna tribu rival, y el posterior cierre del local marcaron tal vez el final del movimiento como algo estructurado). En los noventa llegó otro repunte con Los Flechazos o Dr. Explosión, y desde entonces el movimiento sigue vivo en cada ciudad, de León a Barcelona, pasando por Gijón o Madrid. Eventos como el Purple Weekend o el Euroyeyé, y sellos como Bip Bip certifican que, aunque no haya anuncios de Pepsi con mods, hay relevo generacional. "Entre 1981 y 1982 la mayoría asimilamos ese movimiento (aún no se llamaba escena) como podíamos, pero no con poca ilusión", recuerda Vaquero. "Quadrophenia fue clave para muchos porque por entonces pasaba por ser la única vía de información, aunque fuese tópica y dañina" En mi caso, me consideré mod tras ver de rebote un concierto de Los Elegantes con 12 o 13 años. Me da igual que hoy en día a ese grupo se le considere filomod, antimod o lo que sea: escuchando en directo Me debo marchar mi vida cambió para siempre. Miré alrededor; aquellas parkas, aquella energía y emoción...". Albert Gil recuerda que ese movimiento en España no había llegado en los sesenta sino en su revival, con lo que eso conlleva: "Nuestra generación despreciaba el yeyé, nos llevaba al franquismo. Éramos punkis vestidos de mods. De los sesenta, más allá de los Salvajes, poco español nos interesaba".
Sin Internet "ni una tienda de discos decente en 500 kilómetros" los mods se conocían por casualidad, adquirían el material necesario a través de colegas que viajaban a Londres con mil encargos y que, en ocasiones, se gastaban el dinero y volvían sin ese disco, esa parka o ese espejo para la Lambretta que se les había pedido. "Y encima nos llamaban pijos porque íbamos arreglados" ¡Si las chaquetas de los rockers valían el triple!..., recuerda Gil.
Tal vez el mod sea, después de todo, un estado mental. Un culto grupal que, curiosamente, hace bandera del individualismo. Pandas en constante competición, altivos, y encantados de conocerse en sus gustos y filiaciones. Una seguridad cultural y estética que se echa de menos en la era del eclecticismo, el talante y el crossover mental. "Haz lo que quieras, no des explicaciones a nadie y, sobre todo, jamás mires atrás". Lo dice Paul Weller, un tipo que en 1974 llevaba calcetines blancos. Tómatelo en serio.
Víctor Cabo, 19 años, estudia Ciencias Políticas y trabaja en la tienda UK Look (Ample, 27. Barcelona), especializada en parafernalia mod, rudeboy, skin y demás filiaciones británicas y pop. Su disco preferido es el Rubber Soul de los Beatles. Albert Gil. Formó Brighton 64, grupo mítico de la primera hornada mod, junto a su hermano Ricard, y hoy es miembro de Chest y propietario de Bip Bip Records, sello que edita la serie de discos Somos los mods, un recorrido a través de la escena española más actual. Flores Fernández. Tiene 22 años y acaba de llegar a Barcelona desde Toledo para estudiar arquitectura. Solamente llevaba dos días en la ciudad cuando se topó con Víctor e Imanol, a quienes ya conocía del circuito de festivales mod. Se considera más cercana al revival mod del britpop de los noventa que al de 1979. Imanol Salvador. Tiene 19 años, estudia sonido y ha estado en un par de bandas de rhythm and blues; la última, los Slim Mojo. Junto a Víctor, es responsable de las noches Back to 60"s, un club itinerante bimensual que celebra los sonidos de la era dorada del pop.
Las reglas
Pocos movimientos respetan tan religiosamente sus símbolos. He aquí algunos mandamientos mod.
Usarás 'scooter'. La forma de transporte oficial de los mods eran estas motos pequeñas, urbanas y baratas. La idea era diferenciarse de las enormes Harley de los rockers. Enemigos mortales por antiguos y reaccionarios.
Oirás 'northern soul'. El único caso de un estilo que obtuvo su nombre no por donde se hizo, sino por donde se escuchaba. Garitos como el Wigan Casino, al norte de Inglaterra, fueron el refugio mod entre 1973 y 1981. Tiempos duros.
Llevarás la diana.Si los rockers eran estadounidenses, los mods, británicos. Para remarcarlo cogieron el emblema que aparecía en los aviones de la RAF, propiedad del Ministerio de Defensa. Por cierto, sus iniciales son MoD.
Visitarás Brighton. Ciudad de veraneo británico antes de los vuelos baratos a Salou. Durante los sesenta esta localidad costera fue el lugar donde mods y rockers se abrían la cabeza de viernes a domingo. Aún cada año peregrinan nostálgicos.
Amarás a The Jam. Si hay un culpable de esto es Paul Weller. Hijo talentoso de una familia paupérrima sudó tinta para convertir a su banda en la más grande del Reino Unido. ¿Y qué hizo entonces? La disolvió. Tenía 25 años.
Vestirás traje y parka. Como los rockers vestían cuero, los mods optaron por el dandismo: traje de tres botones y corbata. Para protegerlo de la lluvia usan la parka, un barato abrigo militar que cubre hasta las rodillas.
Verás 'Quadrophenia'. Phil Daniels encarnaba a Jimmy, un mod de los sesenta que pasaba de la euforia de pertenecer a un colectivo a la completa decepción. La paradoja es que siendo crítica hasta lo sangrante hizo que mucha gente quisiera ser mod.
Bailarás hasta el amanecer. La música era el fuel y, durante muchos años, las anfetaminas, el complemento. Como droga recreativa, estimulaba su sistema nervioso central, les quitaba el sueño y generaba paranoia y ansiedad. n I. L. P.
No serás racista. Por algún motivo corre la idea de que los mods son fachas. No es verdad: respetaban los sonidos y los artistas negros. De hecho, el sello 2 Tone, cabeza del revival ska, compartía la estética mod.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.