Superchica también escribe
'Girls just wanna have fun rezaba la máxima ochentera encarnada en un esperpéntico videoclip de Cindy Lauper. En este y otros artefactos culturales del siglo pasado, como su idolatrado Kirk Cameron -el niño de Los problemas crecen, antes de conocer a Dios-, parece haber encontrado su cantera la fértil, la imaginativa, la guapa, la chica soñada de cualquier feligrés de tienda de cómics, Laura Fernández. ¿Qué es lo que hace especial a Laura? Antes que nada, si no han leído Wendolin Kramer (Seix Barral, 2011), háganlo. Si no han leído Bienvenidos a Welcome (su anterior novela), lo siento, pero no pueden hacerlo. El libro está agotadísimo y en franco camino de volverse objeto de culto. Lo que convierte a esta catalana nacida hace 30 años en un producto tan original es tan simple como esto: sentido del humor. ¿Una escritora española con sentido del humor, de esos de partirse? Vaya bicho raro. "Bueno, un poco sí", admite. "Tengo la sensación de que los escritores españoles no escriben para divertirse, sino para exprimirse las entrañas". Quizá por eso, sus referentes sean norteamericanos: gente como Vonnegut y Brautigan. Pero también como Robert Coover, Douglas Adams, Philip K. Dick y Robert Sheckley. ¿Y en España?, le insisto. "En el instituto leí Tres sombreros de copa, de Miguel Mihura, y descubrí que había otro tipo de literatura en este país, solo que estaba demasiado escondida".
"Los escritores españoles parecen escribir para expri-mirse las entrañas"
¿Qué hay en Wendolin Kramer? Pues es como una novela hard boiled -ese subgénero de la novela negra lleno de polis que lo resuelven todo a hostias escrita por una niña loca. Habla de asesinatos por encargo, de detectives que follan con muñecas hinchables, de perros que necesitan ir a terapia porque no ganaron un concurso de belleza, y de chicas que, como Wendolin, se creen Superchica y están dispuestas a salvar al mundo. Hay pulp, ciencia-ficción ("soy de irme a una tienda y comprar nueve novelas de tipos que ni conozco"), algo de Kick-Ass, un toque (subliminal) de Mujeres desesperadas y un sinfín de guiños a películas y teleseries de los ochenta. Conclusión: ha escrito una de las novelas españolas más imaginativas y delirantes de las últimas décadas.
Wendolin, dice Fernández, representa "a esos chicos ingenuos que nacieron y crecieron en los ochenta y que nunca se convirtieron en el chico mayor del patio del colegio". De esa época se declara fan de Superlópez y Rompetechos, y luego de todo lo indie, como el dibujante de cómics Peter Bagge, autor de Odio. "A los superhéroes llegué a través de Jordi, mi pareja. Nos pasamos noches enteras hablando de Henry Pym, el Hombre Hormiga, y su relación con la Mujer Avispa. Él se queda con las guerras, y yo, con las relaciones entre unos y otros. Mola". ¿Ya os dije, frikis, que era "la chica de ensueño"? Además, no trabaja: "En mi escritura no hay curro puro y duro. Escribo para divertirme, y sí, es muy de llamar la atención todo el rato, en plan: 'Mira esto y ahora lo vas a flipar". ¿Qué lleva a alguien a escribir de extraterrestres de tres cabezas? Laura cree que pasó demasiado tiempo sola cuando era niña. Cuando dejó de jugar con sus muñecas, empezó a escribir y siguió jugando. "Luego está que no salgo demasiado", reflexiona, "y que siempre estoy leyendo, mientras cocino o veo una película". Fernández es madre de familia. Y periodista. Y cuando tiene tiempo para ella, para nosotros, la chica, gracias a Dios, solo quiere divertirse. That's all she really wants.
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