NOSOTRAS RECITAMOS
CONCEPTOS como spoken word o polipoesía se han convertido en parte del vocabulario habitual de las agendas culturales más arriesgadas. Entre los festivales que atienden esta corriente literaria cada vez más desligada del papel destaca Yuxtaposiciones, que la semana que viene celebra su séptima edición. Su directora, la micropoetisa Ajo, dice que arranca con la intención de "arrojar un poco de luz" sobre eso que alegremente se llama "poesía experimental" y que "la moda y el pintamonismo están devaluando". Las protagonistas esta vez serán un grupo selecto de mujeres, habitualmente en clara minoría frente a sus colegas masculinos. "Cuando organizamos el festival solemos tener un abanico de posibilidades de 150 tíos y sólo una mujer, por eso tomé la decisión de que este año sólo estuvieran ellas", explica Ajo. Su intención, revelar hacia dónde nos lleva el género. Para los que andan pez en el asunto, Laura Borràs, profesora de la Universidad de Barcelona y conductora de uno de los talleres de Yuxtaposiciones, cuenta que la poesía experimental es hoy la suma de varios elementos: "La poesía sonora, la performativa y la visual". Todas ellas, apoyadas en la última de las corrientes, que se apunta al soporte actual por antonomasia: la denominada poesía digital. Éstas estarán presentes en el cuerpo, voz y esperemos que alma de la mítica poeta beat Anne Walkman, la no menos insigne Joan La Barbara y las cinco poetisas que aquí os presentamos.
Yuxtaposiciones se celebra en La Casa Encendida de Madrid los días 28 y 29 de mayo.
EXPERIMENTOS QUE RIMAN
Estas cinco poetisas de la era digital plantan cara a la hegemonía masculina y alzan su talento en Yuxtaposiciones.
Heike Fiedler (Opladen, 1963). Esta alemana afincada en Ginebra cree que "para una mujer es más difícil entrar en la 'esfera de creación", aunque admite que "la situación ha mejorado con los años". A ella, por lo menos, mal no le ha ido. Sus proyectos se enmarcan en la poesía sonora, con un diálogo constante entre la voz y la electrónica, y explica que cuando se pone manos a la obra no hay nada que le encienda la bombilla especialmente, sino más bien "la acumulación de experiencias". Dice estar encantada con la creciente popularidad del género gracias a la Red, y en especial, a MySpace o YouTube. Le gustan John Cage, Lars von Trier y Doris Dörrie, además de una lista larguísima de escritores de la posguerra alemana.
Miriam Reyes (Orense, 1974). Le da a todo: "Utilizo el vídeo, la película flash, la fotografía y el dildoscreen, un programa de ordenador creado por mi amigo Óscar Royo, pensado como una herramienta para VJ en la que no utilizas vídeo, sino elementos gráficos que animas en directo por medio de esta aplicación y que reaccionan con las frecuencias sonoras". Y a pesar de esta cantidad de soportes, la gallega también ha publicado libros de los de toda la vida, de los que, como ella dice, "pueden tocarse, olerse…". No es de extrañar entonces que afirme que "no hay disciplina con la que la poesía no pueda dialogar. Cada nuevo soporte es un es- tímulo para la creación".
Nathalie Quintane (París, 1964). Ácida y divertida, esta francesa tiene muy claro quién es su musa cuando compone: "No tiene nada que ver con elementos artísticos. Es únicamente la mierda de Gobierno que tenemos ahora en Francia. Me inspira mucho". Se declara fan de The Shaggs, Luc Moullet y Agnès Varda, y cree que este tipo de eventos dedicados a la mujer serán necesarios "hasta que un festival tenga que promocionar exclusivamente a hombres". Sus armas encima de la tarima son esencialmente los gestos y la palabra, que traduce libremente del francés al inglés de una manera muy particular: la suya propia. A los entendidos del tema quizá les suene su nombre; en 2003 se pasó por el Proposta de Barcelona, con éxito de crítica y público.
Sandra Santana (Madrid, 1978). Le fascina el soporte de siempre: "A mí el libro me sigue interesando mucho. Lo uso consciente de que es sólo un formato más, no el único, pero me proporciona demasiadas alegrías como para abandonarlo". Aunque a la hora de enfrentarse al público reconoce que el recital clásico se ha convertido en algo "absurdo" y que por eso comenzó "a trabajar con vídeo, audio y la puesta en escena teatral". Sus gustos e influencias son muchas y cambiantes, pero se declara seguidora del cine de Brian de Palma y Antonioni, y la música de Messien y Stockhausen. "Supongo que incluso las canciones de Burning o Rosendo escuchadas en casete estarán ejerciendo ese poder sobre mí", confiesa.
Pamela Z (Búfalo, 1956). "Para mí la poesía es un tipo de música". ¡Y tanto! La estadounidense Pamela Z es, efectivamente, el más claro ejemplo de poesía sonora sobre el escenario, a la par que una genial artista visual. Sus herramientas: "Samplers, grabadoras, editores y softwares procesadores, incluyendo Max MSP, Pro Tools y varios plugins para componer, crear y ejecutar mis trabajos sonoros". Pero avisa de que lo más importante no son las tecnologías y que, una vez se hayan establecido, los creadores "se centrarán en la esencia de su obra". Las influencias de otras disciplinas son infinitas, aunque ella destaca "las vanguardias americana y europea, la ópera italiana, el punk, el rock, la new wave, el minimalismo, el dadaísmo y el surrealismo".
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