MÁS MALOS QUE LA TELE
SER malo en la tele ya no es lo que era. Antes del advenimiento de los reality shows, los concursos de talentos o incluso la prensa rosa, el campo de juegos para la maldad en la pequeña pantalla se circunscribía a la ficción, con pequeños cameos en los concursos y los programas infantiles. Hoy, cuando las series de televisión son el nuevo cine y los realities, el nuevo apocalipsis, el formato de malo se ha sofisticado. "El ejemplo de malo de ficción contemporáneo más notable es el de Tony Soprano", apunta Pepe Colubi, periodista experto en televisión y escritor. "Es ese malo que, en el fondo, admiras. Es un mezquino y un cabrón, pero no puedes evitar disfrutar con sus historias. Es un malo protagonista absoluto, ya no es el antagonista de un bueno, como sería, por ejemplo, Falconetti [villano de Hombre rico, hombre pobre, interpretado por William Smith], tal vez el gran malo de la historia de las series".
"Lo mío no es un personaje, sino un rol", explicaba Risto Mejide en una entrevista concedida a este medio con motivo de la presentación de su libro, Acierta mal y pensarás, que ya va por la sorprendente octava edición. "A la gente le gusta pensar que soy un buen tipo, pero eso a mí no me importa. Es un espectáculo y yo juego mi parte. No hay demasiada realidad en estos programas de telerrealidad". Risto encarna uno de los patrones más omnipresentes en la maldad televisiva contemporánea. Es el jurado cruel que dice lo que muchos piensan, pero que el miedo a perder el trabajo, la corrección política, o lo que sea, les impide verbalizar. Con su presencia, OT ha recuperado el tirón perdido tras su época de gloria, cuando hasta miembros del PP ejemplificaron en los concursantes del programa los valores que el partido defendía entre la juventud. "El papel de Risto es enganchar a los que miramos el programa, pero lo odiamos. Nos reafirma en todo lo chungo que vemos en OT, pero, a pesar de ello, somos incapaces de cambiar de canal", recuerda Colubi. Lo de Risto, como lo de Miqui Puig en Factor X, programa que arranca ahora su segunda temporada, es algo así como crítica televisiva dentro de la televisión. Simon Cowell, productor y manager musical, padre putativo de toda esta maldad, es un tipo capaz de recriminar a una aspirante que no le quitara la etiqueta del precio a la suela de sus zapatos, algo tremendamente relevante cuando estamos hablando de saber cantar o no."Es que pensaba devolverlos a la tienda después del casting", le respondió la cándida aspirante. No pasó ronda.
Finalmente, la telerrealidad más pura, dura y claustrofóbica, ha creado un engendro de malvado casi real. La sublimación del vecino que pone alta la música, riega las plantas cuando sales al balcón a leer la prensa, deja la basura maloliente en los descansillos y, aunque te vea correr hacia el ascensor, cierra la puerta y sube solo. El formato está agotadísimo, los guiones ya flojean y las carreras posteriores de villanos icónicos como Aída Nizar o Sonia Arenas ponen en cuarentena las capacidades de promoción de la nueva camada de conejillos de Indias. "Me da igual que seamos el único país que va a emitir la novena edición de Gran Hermano, o que la dirección del programa tenga preparadas 'grandes sorpresas', o que el casting sea 'fiel reflejo de los jóvenes españoles', algo que me niego a creer por mi propia felicidad", escribía el crítico televisivo Ferran Monegal al respecto de este programa, que no es que tenga malos entre sus concursantes o que haya redefinido la maldad cotidiana, es que representa en sí mismo la maldad posmoderna. "La existencia de un tipo como el militar ese de la pierna, Jorge [Berrocal], en Gran Hermano, un malo atontado, abrió la veda, y creo que por ahí se han colado muchos malvados de pacotilla. Los realities son como las series, necesitan también de su antagonista, un elemento que distorsione la realidad", apunta Colubi. Así pues, desde la complejidad emocional de Tony Soprano hasta la verdad disfrazada de juicio al talento ajeno de los hijos de Cowell, pasando por el vecino malo cuya velada aspiración es acabar compartiendo plató con Jaime Cantizano, la maldad domina la parrilla. A veces, incluso la podemos encontrar donde menos se espera: "El doctor Torreiglesias [Saber vivir, de TVE] es un tipo malvado, un personaje que va a crear una generación de ancianos fibrosos que dominarán el planeta. Es terrible, como Cocoon hecho realidad", recuerda Colubi, mientras en pantalla aparecen Los Lunnis y un sudor frío nos recorre la espalda.
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