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Tentaciones
Reportaje:EN PORTADA

El chico de la sonrisa partida

A Quim Gutiérrez le aconsejaron que eliminara el hueco entre sus dientes...

NO le den más vueltas. Bajo la peluca de la foto de la siguiente página, emulando a una estrella del glam-rock, Quim Gutiérrez exuda testosterona. Por más que él se resista, su físico ha condicionado buena parte de su carácter como actor. O de los papeles que le ofrecen. El más reciente, el de Sangre de mayo, el drama histórico de Garci donde encarna a un noble buscavidas enamorado de Paula Echevarría. "Sé que tengo un físico más bien tosco y bruto, que responde a un patrón cercano al denostado machito ibérico justifica después. Pero me gusta pensar que doy para otras cosas con las que realmente me siento más cómodo, que es explorando la psicología de un personaje y buscando matices más sensibles".

A pesar de todo, se ha tomado super en serio lo de "parecer un chico de 1800" para la peli y hasta ha cambiado de entrenador personal "para perder volumen y ganar en músculo útil". Según él, pertenece a "la primera generación de actores en la que tenemos que tener todos unos abdominales de la hostia y cuanto menos pelo en el cuerpo, mejor". Considera que la exigencia de unos atributos estéticos, tan marcada para las chicas, sobrevuela ahora los vestuarios masculinos. "No es que lo hablemos claramente entre unos actores y otros, pero está en el aire. Estás ahí, cambiándote, y dices: 'Hostia, tío, estás más fuerte. Qué bien, te veo más definido'. Y si nos fijamos y estamos ahí machacándonos en el gimnasio es que importa. Nada es casual".

A sus 28 años se muestra libre de complejos, pero para su primer protagonista en cine, en Azuloscurocasinegro, Quim se depiló el pecho. "Me costó reconciliarme con mi pelo". Para buena parte de España, Quim Gutiérrez es el actor revelación del debut de Daniel Sánchez Arévalo (que les valió un Goya a ambos). Pero en Cataluña es una megaestrella desde los doce años, desde que interpretara al hijo de la Rosa en Poble Nou, el primer culebrón costumbrista en catalán. Un éxito precoz y masivo que casi acaba con su voluntad de ser actor. "Recuerdo la sensación de cambiarme de mi cole de toda la vida a un instituto y el primer día de clase sentirme un apestado; con el patio lleno y un metro de diámetro de vacío a mi alrededor. Era como... 'soy el de la tele'. Ahí es donde dije: 'Se acabó, voy a intentar hacer una vida normal y olvidarme de todo esto". Pero no, cuatro años después tropezó con la misma piedra, El cor de la ciutat, y su renovada idea naïf de dedicarse exclusivamente al teatro también se desvaneció. Seguía siendo el chico de la tele, pero esta vez lo contempló como una oportunidad de algo más.

Tras ganar un par de premios en teatro y dejar a medias la carrera de Humanidades, se plantó en Madrid para hacer una prueba de cámara en casa de Daniel Sánchez Arévalo. Aún se recuerda "con mi mapita, sentado una hora antes en un quiosco que hay justo al lado. Es un quiosco del que ahora los dos somos vecinos y que para mí conserva un halo especial, es como la prueba de que, por mucho que cambien las cosas, todo sigue en el mismo sitio". En la capital recuperó algo que casi había olvidado, el anonimato. "Sonará a gilipollez, pero de repente me di cuenta de que podía ligar sin necesidad de ser conocido. Me había convertido en una figura pública desde la edad en la que empiezas a ligar y eso siempre había influido, para bien o para mal. Porque parecía que siempre estuvieras un punto por encima del resto de los chicos pero, al mismo tiempo, cuando le entrabas a la que te gustaba pensaba que la estabas vacilando. Yo en Madrid viví una parte perdida de mi adolescencia. Y aquí voy a ser honesto: de pronto añoraba ese barullito que se forma cuando entras a un sitio. Es algo que automáticamente odias pero que, cuando vives sin ello, echas en falta, porque en realidad a todos nos gusta que nos reconozcan".

Pronto recuperó eso, pero quizá de la manera que menos hubiera deseado. Mientras rodaba con Verónica Sánchez la teleserie Génesis: en la mente del asesino, les sacaron juntos en una portada del corazón bajo el titular "Verónica Sánchez sale con otro". Ese otro era Quim, y aquél fue tan sólo el punto de partida de una relación complicada debido al acoso de determinados medios. "De repente pasé de lo mejor, que no me reconociera nadie, a lo peor: que te reconozcan por cosas que no tienen nada que ver con tu trabajo. Se convirtió en una persecución muy tocha, en algo muy violento. Hasta extremos impensables, como cuando uno de los dos se marchó de viaje para currar un mes y medio fuera y, al ver que nos seguían, tuvimos que despedirnos dentro del taxi por privarles de los llantos en el aeropuerto. Ahora mismo no me hacen ni caso, y la verdad es que lo agradezco". Lo cierto es que no tiene reparos en coger un Cuore, como el ejemplar que hay sobre la mesa del salón donde hacemos la entrevista, "pero no me lo leo ni miro los 'aaaargh', lo suelo ojear para ver si sale algún compañero. O, por ejemplo, sí que comparo si tengo más abdominales que Figo", se ríe, señalando al futbolista pillado in fraganti en bañador. "Te lo juro, miro el Cuore para eso, no me da ningún corte decirlo".

De igual manera, ojea el Vogue Hommes. Es uno de los pocos jóvenes actores a los que es más fácil encontrar en un sarao de moda que en una fiesta de cine, dándolo todo en la pista de algún club indie que embutido en la sala VIP de una discoteca pija. Él atribuye su interés por la moda a una inquietud más amplia "por lo estético". "Los actores tenemos un curro muy de mirarnos el ombligo a lo bestia, permanentemente; por eso está muy bien buscar información en cosas de fuera, cosas que necesariamente no tengan un trasfondo, frivolidades. No sé si es un error, pero en cualquier caso me parece un error muy sano mirarte en la fotografía, el diseño de interiores, de muebles...". Y también dejarse ver, por qué no, en primera fila de algún desfile. A Quim le vimos en el último de Davidelfin, que el diseñador malagueño dedicó, precisamente, al diastema, ese hueco en los incisivos superiores que Quim luce a cada sonrisa. En el sur dicen que señala a los mentirosos, en Italia que es síntoma de felicidad. ¿Con qué interpretación se queda él? "En Francia los llaman les dents de bonard, los dientes de la fortuna. Y a mí la verdad es que me han traído más alegrías que penas".

Sangre de mayo se estrena hoy en toda España.

Quim Gutiérrez
Quim GutiérrezCHUS ANTÓN / TONY KELLY

QUIM GUTIÉRREZ DE CERCA

Los efectos secundarios del éxito precoz. "Yo jugaba al basket, y en la rueda de entrada me encontraba firmando autógrafos a las madres de los chicos del equipo contrario, para cabreo de sus hijos y de mis propios compañeros de equipo. Era como 'no me venga usted ahora, señora, ¡que me estoy concentrando para darle una paliza a su hijo!'. Vives situaciones muy extrañas como para solucionarlas con 13 años".

Sobre los mitos. Vale, igual no cuenta como mito, pero Quim Gutiérrez empezó imitando en casa, de crío, a Ángel Garó haciendo de Chikito Nakatone. Ahora dice que no le gustaría cruzarse con alguno de sus mitos, para que no se le caigan. "Pongamos, Al Pacino, me flipa su curro, ¡pero seguro que es un hijo de puta! (risas). O Brando, me niego a leer determinadas cosas sobre él". ¿Y Bardem? "Mientras no tenga la oportunidad de conocerle bien, es decir, trabajando con él dos meses, prefiero no conocerle".

Sus métodos interpretativos. Estudió dos años en una academia, en Barcelona, pero confiesa que lo suyo no es ni Strasberg, ni Stanislavski ni Stella Adler. "¿Sabes con qué aprendo yo más? Con los extras de los DVD. Por ejemplo, viendo cómo Michael Mann le explica a Tom Cruise la Biblia de su personaje en Collateral".

Su idilio con la moda. En Madrid le cuesta encontrar tiendas chulas de ropa para hombre de gama media alta. "Puede que en el futuro me plantee montar mi propia tienda".

Dos paletas y un destino. "En mi casa mi madre y mi hermana también tienen los dientes separados. Para mí nunca supuso un complejo. Ni siquiera cuando empecé a trabajar más en serio y me decían 'bueno, ¿y los dientes, qué?".

Vida después de Garci. La semana que viene viaja a Malí para encarnar a un fotoperiodista en El otro viaje, de Salvador Clavo. Como investigación de campo, Quim estuvo en la redacción de El País. "Me vino muy bien para recordar qué cojones pensaba que era el periodismo, una carrera que yo mismo me planteé hacer. Y me di cuenta de que no es más que un cuerpo teórico, que, como en cualquier otro trabajo, te toca a ti llenarlo de sentido".

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