El padre de María
Cada vez que se hunde la Bolsa, tiembla el sistema bancario y se publican artículos sobre el fin del liberalismo (la secuencia es siempre la misma), doy un repaso a la inversión que, espero, me garantizará una vejez desahogada. Hablo de una colección de El Víbora que incluye, por supuesto, el mítico número extra dedicado al golpe de Estado de 1981. El Víbora -una revista de cómics desaparecida, tras larguísima agonía, en 2005- fue en su época clásica un producto genial y disparatado. El underground barcelonés tuvo algo de musical (ciertos flecos del Grup de Folk y el Grup de Rock, Cachas, Riba, Sisa, etcétera), pero cuajó sobre todo en dibujos: El Rrollo enmascarado, Star y, como culminación, El Víbora.
'El Víbora', una revista de cómics desaparecida en 2005, fue en su época clásica un producto genial y disparatado
El primer número de la revista apareció en 1979, editado por José María Berenguer y amamantado (no se me ocurre una expresión más exacta) por el inclasificable José Miguel Marcén, más conocido como Profesor Onliyú. La principal estrella era Nazario, veterano de El Rrollo y autor de la portada. Una joven pareja de autores, Miguel Gallardo y Juan Mediavilla, suscitaron, sin embargo, una gran atención por parte del selecto público de desarrapados que comprábamos El Víbora. Gallardo y Mediavilla representaban la llamada línea chunga, en teórica oposición a la línea clara (el modelo Tintín, para entendernos) que durante unos años se congregó en torno a la revista Cairo. Pura teoría, porque Max, de la escuela clara, también estaba en El Víbora.
Gallardo y Mediavilla vivían, o trabajaban, o perpetraban sus excesos, en el barrio de Gràcia. Compartían un piso en el que todo era caótico, salvo la mesa de dibujo de Gallardo, y en el que parecía que en cualquier momento fueran a irrumpir sus personajes, exquisitamente lumpen: Makoki, El Niñato, El Tío Emosiones, Cuco, Morgan.
Juan Mediavilla, que con el tiempo se creó un álter ego, Juan Jaravaca, era un burgalés tremebundo cuyo futuro estilo pictórico (con posos de Freud y Bacon) se intuía ya en las viñetas chungas. Miguel Gallardo, ilerdense, era un tipo más callado, más ordenado (no digo que menos salvaje) y dotado de una extraordinaria ironía. En principio, las historietas de Gallardo y Mediavilla, llenas de maderos, picos, palos, violencia y movidas raras, no resultaban el mejor vehículo para sutilezas irónicas. Repasándolas ahora, en los pliegues de los guiones y en bastantes de los dibujos se percibe con claridad la ironía gallardiana.
Después de aquella aventura, Miguel Gallardo se concentró en el oficio de ilustrador. En los últimos años ha trabajado para los medios más prestigiosos del mundo, The New Yorker incluido. La semana pasada, en el suplemento Babelia, ofrecía una muestra de su estilo.
Hace unos meses publicó un librito singular, titulado María y yo. Formalmente, se trata de un simple diario de vacaciones: Miguel Gallardo y María, su hija, pasan unos días en un hotel de Gran Canaria. La peculiaridad consiste en que María, que tiene 12 años (o quizá ya 13), es autista, y Gallardo, acostumbrado a comunicarse con ella con la ayuda de dibujos, se adapta al código establecido entre ambos para construir el relato. No es fácil (aunque sí gratificante) vivir con un hijo discapacitado. Aún más difícil es hablar de ello sin tecnicismos ni cursilerías. María y yo es una obra tierna y sincera, evidentemente, pero también divertida y muy irónica.
Sólo traté a Miguel Gallardo durante unos cuantos días, por razones laborales (una entrevista, un reportaje fotográfico que hizo Lluís Salom, algunas copas matutinas en la redacción de El Víbora, alguna fiesta de la revista), y de eso hace casi treinta años. Compruebo que el dibujante ha crecido, pero no ha cambiado: sólo un tipo capaz de cometer obras tan salvajemente inmortales como La juventú de Makoki o Fuga en la Modelo y su hija podían atreverse con una aventura tan singular, underground, marginal y exquisita como María y yo.
María y yo, por María Gallardo y Miguel Gallardo. Editorial Astiberri, 2007. Fuga en la Modelo, por Gallardo y Mediavilla. Ediciones La Cúpula, 1981.
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