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Crónica:LA CRÓNICA | NACIONAL
Crónica
Texto informativo con interpretación

Terremoto Rodrigo Rato

La emoción por su regreso muestra las dudas sobre el liderazgo de Rajoy

Soledad Gallego-Díaz

El mero anuncio de que Rodrigo Rato había decidido abandonar la dirección del Fondo Monetario Internacional, en Was-hington, y regresar a España fue acogido esta semana como un auténtico terremoto no sólo en su partido, el PP, sino en todo el escenario político nacional.

Entre los populares, salvo muy contadas excepciones, despertó verdadero entusiasmo, y reveló, de paso y sin querer, las dudas soterradas de la organización con el liderazgo de Rajoy. Tanta emoción por la eventual reincorporación de Rato a la política española sólo parece justificada si existe una cierta falta de emoción con la dirección actual. "Es evidente que todo el partido cree que Rajoy tendría más posibilidades en 2008 acompañado por Rato que solo", reconocía sin empacho esa misma tarde un alto cargo del PP.

Todo el PP cree que Rato y Rajoy mantienen una amistad muy estrecha y que ninguno de los dos va a estar dispuesto a jugar, en absoluto, contra el otro

Entre los socialistas, las primeras noticias fueron acogidas con un cierto desánimo, no porque admitieran que la ayuda que Rato pudiera prestar eventualmente a Mariano Rajoy pudiera cambiar el signo de las elecciones de mayo de 2008, sino, sencillamente, porque, una vez más, el Partido Popular conseguía acaparar la atención a pocos días del último debate parlamentario sobre el estado de la nación, previsto para este martes 3 de julio. Es como si, a la vista de que José Luis Rodríguez Zapatero ha renunciado a llamar la atención remodelando su Gabinete, fuera la oposición la que se lanzara, por su parte, a nombrar un nuevo ministro, ironizaba un experto socialista. "Ahora vamos a estar varios días con todo el mundo analizando la vuelta de Rato y sin prestar atención a lo que hace el Gobierno. Es un poco desesperante".

La facilidad con la que el PP irrumpe en la agenda política española, de una forma o de otra, es uno de los principales problemas a que hace frente el Gobierno, reconoce un dirigente del PSOE. A la estructura socialista le cuesta mucho más provocar la necesaria sorpresa o novedad que atraiga, favorablemente, los focos mediáticos.

La decisión de Rato fue una auténtica sorpresa incluso para muchos de los integrantes de la plana mayor de su partido, que se quedaron el pasado jueves boquiabiertos cuando el FMI hizo público su comunicado. Personajes muy relevantes del PP reconocieron que no habían escuchado el menor rumor previo.

La pregunta que se hizo inmediatamente todo el PP fue la misma: ¿va a ser diputado?, ¿número dos por Madrid? Ése era, sin duda, el dato más revelador para poder especular sobre su futuro inmediato. Si Rodrigo Rato no figurara en las listas populares de las próximas elecciones, su retirada política sería total y evidente. Pero si su nombre apareciera en esas listas sería imposible no especular con su candidatura a la presidencia del Gobierno en 2012. Bien porque Mariano Rajoy pierda en 2008 (Rato podría entonces muy bien ocupar su puesto y convertirle en presidente del partido, de forma que no tenga que marcharse, como sorprendentemente solicitó Rajoy en una reciente entrevista), bien porque, si hubiera ganado, no le exigiera la segunda legislatura a su colega y amigo.

Un diputado de Convergència i Unió, sin ocultar su propio entusiasmo, se arriesgó incluso a dibujar un escenario favorable a sus intereses: llegada la ocasión, explicó, para los convergentes catalanes y para los nacionalistas vascos del PNV sería mucho más fácil apoyar un Gobierno popular en minoría con Rato a la cabeza que con Mariano Rajoy al frente.

Corrientes subterráneas

El anuncio de Rato permitió también detectar las corrientes subterráneas del PP. La mera sospecha de que el antiguo vicepresidente volvía a la política rehízo de golpe cualquier posible orden en la lista de sucesión de Rajoy. Nadie parecía tener la menor duda esta semana de que Alberto Ruiz-Gallardón y Esperanza Aguirre se replantearían en ese caso sus propios papeles, sin presentar la menor batalla.

Rodrigo Rato, lo pretenda o no, provoca todavía auténtica emoción en las filas del PP, y casi nadie está en condiciones de discutirle el liderazgo, si finalmente se hubiera dispuesto a retomarlo. Lo peor para Gallardón y Aguirre, indican algunos de sus seguidores, sería la incertidumbre; es decir, que Rato hubiera optado por dejar abiertos todos los escenarios hasta casi el último minuto. Eso sí que hubiera resultado agotador para los dos. Lo mejor es saber a qué atenerse rápidamente, comentaba el mismo jueves un diputado próximo a Esperanza Aguirre.

En cualquier caso, lo que también quedó inmediatamente claro en el PP es que Rodrigo Rato y Mariano Rajoy siguen manteniendo una muy estrecha amistad y que ninguno de los dos está dispuesto a jugar contra el otro.

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