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Entrevista:ANDER IZAGIRRE | Periodista y viajero

"Al lado de casa hay historias tan exóticas como en Australia"

Construyen cientos de fuentes para que los montañeros no pasen sed, limpian los senderos, crean esculturas con raíces muertas o calaveras, montan un museo para preservar la memoria de su pasado minero... Después de recorrer el mundo en busca de parajes y biografías sugerentes, el periodista y escritor Ander Izagirre ha encontrado en casa, en el País Vasco y Navarra, 25 historias excepcionales de personas que se dedican a cuidar su pequeño lugar en el mundo sin esperar nada a cambio. "Custodian paisajes secretos. Guardan unos saberes que no pueden caer en el olvido. Con sus pequeños gestos, sostienen el mundo", reza la sinopsis de su libro, Cuidadores de Mundos (Altäir, 2008).

Pregunta. ¿Buscó a estos cuidadores de mundos o ellos le encontraron a usted?

"En el viaje lo importante no es la distancia, sino la mirada"
"Viajar despacio es un lujo. La prueba es que apenas podemos hacerlo"

Respuesta. El libro surgió a partir de unos reportajes por encargo sobre lugares del País Vasco y alrededores. Me di cuenta de que, más que describir escenarios, lo valioso era relatar las pequeñas historias que fui descubriendo. Casi sin querer, me fui encontrando a gente que admiré, y entonces quise encontrar a más. Muchas personas me ayudaron a tirar del hilo, y la bola fue creciendo. Así conocí a un hombre que ha regalado 20.000 varas de avellano a peregrinos en Estella o al que construye calaveras en la misma localidad. No es un trabajo de historiador, sino un libro vivo en el que personas relacionadas con un hecho de actualidad cuentan su historia.

P. ¿Se les puede tachar de excéntricos?

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R. La primera reacción es tildarlos de maniáticos, pero quien ahonda descubre en ellos una bondad y un amor por el mundo enormes. Entonces pienso que benditas manías; ojalá todos fuéramos capaces de hacer ese trabajo maravilloso. No son chalados, sino que esconden motivaciones muy respetables. Josetxo Mayor conoció el monte Ulía de niño y, al verlo lleno de maleza años después, sintió un ataque de pena tan potente que lleva veinte años subiendo a diario para limpiarlo. Los jubilados que fundaron el Museo Minero de Gallarta ven desaparecer sus vidas -vidas duras, pero las suyas al fin y al cabo- ante sus ojos. Juan Reguillaga, después de un grave accidente en el que atisbó la muerte, se vuelca en dar vida a raíces muertas.

P. Ha pasado de embarcarse en grandes expediciones a descubrir la magia de lo local.

R. Ha sido una evolución inconsciente. Empecé con la expedición a las depresiones de la Tierra: un viaje precioso, muchos meses fuera de casa, la primera vez que viajaba como periodista... Poco a poco, sin darme cuenta, el mapa se encogió: partí de Australia y terminé en Ulía, al lado de casa. Acostumbrado a escribir historias exóticas, descubro en el sitio más cercano -mi lugar de desahogo, por donde paseaba al terminar el trabajo- un personaje con una historia tan valiosa e interesante que bien podía haberla encontrado en Australia. Fue todo un descubrimiento. Cuando caminaba con Josetxo Mayor me daba cuenta de que ese trabajo también es periodismo de viaje, aunque se haga en zapatillas de casa. Lo importante no es la distancia, sino la mirada que se emplee.

P. En tiempos en los que se trabaja, se viaja y se vive con prisa, sus crónicas llaman al sosiego, a detenerse a escuchar a las personas.

R. Me gusta llamarlos reportajes caminados. En vez de quedar en una cafetería para una charla rápida, ando con la gente por su terreno, para ver cómo reaccionan, cómo se mueven y se emocionan. Para Vespaña, elegí los ingredientes más simples: recorrer mi propio país (comprobé eso de que viajamos por todo el mundo sin conocer nuestra casa), en un vehículo como la vespa, por carreteras secundarias... Viajar despacio es un lujo; la prueba es que pocas veces podemos permitírnoslo.

Ander Izagirre

Ander Izagirre (San Sebastián, 1976) sintió desde pequeño la fascinación por los atlas y los grandes viajes. Después de licenciarse en Periodismo, en el año 2000 participó en la expedición Pangea, que recorría la depresión más profunda de cada continente. De ese proyecto surgieron sus libros Los sótanos del mundo y El testamento del chacal. Viaje a Djibuti, y descubrió la manera de aunar sus dos pasiones: viajar y escribir. Colaborador asiduo de la prensa vasca y de revistas Altäir y National Geographic, ha escrito también Plomo en los bolsillos, con historias sobre el Tour de Francia.

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